24 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Fue secuestrada hace 37 años y la última pista llegó en 2019, vinculada a las tumbas de dos princesas italianas que resultaron estar vacías

Emanuela Orlandi: Sin rastro de la hija del oficial de El Vaticano investigado por el atentado de Juan Pablo II

Emanuela Orlandi.
Emanuela Orlandi.
El caso de Emanuela Orlandi sigue representando un misterio para la sociedad italiana y para el mundo, no solo porque lleve casi 40 años sin resolverse, sino porque a lo largo de los años de investigación ha habido numerosas hipótesis que no han llegado a ningún lado y que solo han servido para aumentar la angustia de la joven desaparecida. Desde el secuestro por parte de una familia mafiosa hasta un caso de esclavitud en el Vaticano se han barajado pero lo cierto es que nadie sabe donde está.

El caso de Emanuela Orlandi es uno de los episodios de desapariciones más insólitos en la historia de la humanidad. A día de hoy, 37 años después no se han logrado recuperar ni siquiera sus restos y las investigaciones sobre lo que le ocurrió a esta joven han salpicado a un gran número de personas y organizaciones.

 Desapareció el 22 de junio de 1983 en Ciudad del Vaticano cuando la joven contaba con tan solo 15 años mientras salía de clase de flauta, era aficionada a la música. Los testigos dijeron verla por última vez esperando en la parada del bus, pero esos mismos testigos no vieron nada más fuera de eso.

Emanuela Orlandi desapareció al salir de clase de música.

Las primeras teorías y rumores apuntaban a que se trataba de venganza contra el padre de Emanuela, Ercole Orlandi, un funcionario de la Prefectura de la Casa Pontificia de quien se decía era un agente secreto del Vaticano. Esta teoría fue desestimada rápidamente cuando el abogado de la familia intercedió para aclarar que los rumores acerca de la ocupación secreta de Ercole eran infundados.

Relación con el intento de asesinato de Juan Pablo II

Dos años antes del secuestro de la adolescente, Italia había sido escenario de un evento histórico con repercusión a nivel mundial. El intento de asesinato al Papa Juan Pablo II a manos del islamista radical Mehmet Ali Agca estuvo en boca de todos durante mucho tiempo, sobre todo por la reacción del mismísimo Papa, quien decidió visitar al Mehmet en la cárcel para otorgarle el perdón.

El 5 de julio de 1983 la familia Orlandi recibió una llamada de un sujeto que decía tener secuestrada a su hija y la condición que solicitaba para la liberación de esta era que el atacante del Papa fuese puesto en libertad. En esos momentos la angustia de la familia era tan fuerte que la madre de Emanuela tenía que mantenerse bajo vigilancia médica constante debido a que los enfermeros tenían miedo de que esta no soportase la carga psicológica. El 17 de julio llego una grabación a la agencia de noticias estatal de Italia donde el tío de Emanuela reconoció su voz entre llantos y gemidos.

El Papa Juan Pablo II y Mehmet Ali.

El plazo final que habían dado los secuestradores era el 20 de julio. Sin embargo, el Vaticano negó esta petición y nuevamente hicieron una llamada, pero esa no estaba dirigida a la familia de la desaparecida, sino a al convento de Santa Francisca Romana. Los secuestradores hablaron con el padre Ambrogio Fumagalli. Según el padre, su interlocutor hablaba con un acento italoamericano y sus palabras a veces eran inteligibles, pero nuevamente insistía en la liberación del terrorista islámico.

Durante todo ese tiempo los supuestos secuestradores ofrecieron como prueba los efectos personales de la joven además de información íntima sobre esta para demostrar que aún la tenían cautiva. La prueba más significativa fue el bolso que llevaba la joven el día que desapareció, el cual fue entregado por correo directamente a los Orlandi. Todo apuntaba a que los secuestradores hablaban en serio, tenían cautiva a la joven aprendiz de flautista. Algunas cartas fueron enviadas desde Boston en Estados Unidos y también exigían la liberación Mehmet a cambio de la libertad de la joven, pero ninguna de estas ofrecía pruebas fehacientes de que tenían retenida a la joven.

Los intentos de negociaciones por parte de los misteriosos secuestradores no llegaron a nada y las autoridades se negaban a liberar al hombre que había atentado contra la vida del Papa. Llegado el plazo final no apareció ningún cuerpo. Nadie sabía si la víctima de secuestro seguía con vida o por el contrario había sido ejecutada. El caso se enfriaría hasta 2005, cuando las hipótesis sobre el caso dieron un giro completamente distinto al que habían sospechado entonces.

La mafia se suma al misterio

Sabrina Minardi fue la amante de Enrico De Pedis, jefe de la Banda Della Magliana, una antigua familia mafiosa de Italia, quien confesó a las autoridades de 2005 que había participado en el secuestro de la joven. Había sido ella quien había introducido a Emanuela en el vehículo que la llevó a paradero desconocido. A pesar de que De Pedis fue considerado como sospechoso en el caso durante muchos años, su poder e influencia eran demasiado grandes y así se mantuvo fuera del alcance de la justicia.

El mafioso fallecería en 1990, siete años después de la desaparición de Orlandi y sus restos eventualmente acabarían en la Basílica de San Apolinar, lugar de descanso de obispos y otros altos cargos de la Iglesia. La familia de la desaparecida vio esto como una ofensa y el escándalo rápidamente tomó dimensiones incontrolables ya que los italianos no veían con buenos ojos que un hombre que había estado implicado en escándalos de corrupción fuese enterrado en propiedad de la Santa Sede.

Sabrina Minardi dijo haber participado en el secuestro de la joven.

Según BBC, la familia Orlandi recibió información anónima de que dentro de la tumba de Enrico encontrarían información importante para el caso de la desaparición de su hija. Después de muchos años de insistencia, en 2012, se autorizó la exhumación de los restos de De Pedis y dentro del ataúd de este se encontraron algunas fotografías y objetos que pasaron a disposición de las autoridades para ser analizadas. No obstante, ninguno de los análisis arrojó información relevante para el caso.

Un año, en 2013, después un nuevo personaje se sumaria al misterio. Un fotógrafo llamado Marco Acetti confesó que había participado en el secuestro de la joven junto al jefe de la mafia y la amante de este. Su testimonio coincidía con el de Minardi, pero dado el gran plazo de tiempo que había entre una confesión y la otra, era fácil para el fotógrafo con ansias de protagonismo, crear una versión que coincidiera con todo lo que había aparecido en los medios hasta entonces. Los investigadores no consideraron en ningún momento a Acetti como un testigo creíble y el caso volvió a quedar en el olvido.

Las acusaciones de un exorcista sobre explotación sexual

Más adelante, el jefe de exorcistas de la Santa Sede, el padre Gabriele Amorth comentó para The Daily Telegraph que nada de esto era cierto. Según el clérigo, Emanuela había sido secuestrada y retenida en el Vaticano para ser utilizada como esclava sexual en orgías y una vez se cansaron de ella, fue asesinada.

“Se organizaban fiestas y uno de los gendarmes del Vaticano se encargaba de reclutar a las chicas. La red implicaba al personal diplomático de una embajada de la Santa Sede en el extranjero y estoy convencido de que Emanuela fue víctima de este círculo”, aseguró Amorth.

Gabriele Amorth sostuvo hasta su muerte que Emanuela Orlandi fue víctima de una red de pedofilia en el Vaticano

Según el exorcista, Simeone Duca, archivista del Vaticano era uno de los responsables del reclutamiento de chicas jóvenes con el propósito de utilizarlas para fiestas sexuales. La ayuda era prestada por gendarmes del estado papal. No obstante, la opinión pública ha decidido tomar con pinzas las declaraciones del clérigo que afirma haber realizado mas de 70 exorcismos y que Harry Potter es una saga de libros peligrosa por hacer que “los niños crean en la magia”. Este hombre falleció en 2016 habiendo dejado tras de si la semilla de la duda sembrada acerca de la veracidad de sus palabras. Ese mismo año la justicia italiana decidió dar por cerrada la investigación.

Nuevos indicios, reapertura y cierre del caso

En 2019 una carta anónima y testimonios de otros miembros del Vaticano hicieron creer a Pietro Orlandi, hermano de la desaparecida, que los restos de su hermana podrían encontrarse en el Cementerio Teutónico contiguo a la Basílica de San Pedro, más concretamente en la tumba de la princesa Sofía de Hohenlohe.

Tras una entrevista con el cardenal Parolin, Pietro solicitó la reapertura del caso para revisar si en los osarios se encontraban realmente los restos de su hermana. Pasaron varios meses hasta que llegó la respuesta afirmativa de la Santa Sede y se abrieron las tumbas de dos princesas, una era la de Sofía de Hohenlohe, la otra de Carlota Federica de Mecklemburgo. Lo que añadió más misterio aun a este caso fue el hecho de que ambas tumbas estaban vacías, no contenían los restos de la joven desaparecida, pero tampoco de las princesas que se suponía que deberían estar allí enterradas.

Pietro Orlandi, hermano de la desaparecida.

La apertura de las tumbas se hizo frente a forenses, gendarmes y la familia Orlandi quienes inmediatamente sopesaron la posibilidad de que esto significara que los restos hubiesen sido trasladados a otros sitio sin conocimiento de la sociedad italiana, aunque lo cierto es que nunca hubo verdaderos indicios de que los restos de la joven estuviesen ahí enterrados puesto que las informaciones falsas se han sucedido constantemente a lo largo de la historia gracias a la proliferación de rumores alimentados por la prensa sensacionalista italiana.

Por otro lado, para intentar averiguar que puede haber pasado con los restos de las dos princesas la Santa Sede informó que se estaban efectuando verificaciones en los archivos del cementerio ya que entre los años 60 y 70 se hicieron remodelaciones y es posible que esa sea la causa de que los restos no se hallen en el lugar que les corresponde.

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