
La cara desconocida de Sandra Ortega: De su 'dura' infancia a varios líos judiciales
La ruptura de Amancio Ortega y Rosalía Mera en 1986 marcó a Sandra, que se volcó en apoyar a su madre frente a su padre
El Tribunal Supremo ha puesto freno al enfrentamiento judicial que enfrenta a Sandra Ortega Mera (A Coruña, 1968), la mujer más rica de España, con José Leyte, el gestor que durante años administró su fortuna. El alto tribunal ha decidido acotar el caso y solo revisará el recurso presentado por Rosp Corunna, el holding inversor de Ortega, en lo referente al finiquito que reclama Leyte, descartando otros puntos del litigio.
Para Sandra, que siempre ha intentado mantenerse lejos de los focos, esta resolución supone un alivio parcial: reduce la batalla legal a un aspecto concreto, aunque mantiene vivo un caso que nació en 2020.
Discreta por naturaleza, Sandra Ortega es la hija mayor de Amancio Ortega, fundador de Inditex, y de Rosalía Mera, cofundadora del gigante textil. Mientras su padre encarna la figura del empresario hecho a sí mismo, capaz de levantar desde Galicia un emporio de moda global, Sandra ha preferido elegir otra senda.
No participa en la dirección de la empresa familiar, no busca los titulares y rara vez aparece en actos públicos. Sin embargo, su patrimonio, valorado en más de 10.000 millones, la convierte inevitablemente en un nombre de referencia dentro del panorama económico.

Sandra vino al mundo en 1968, en una etapa en la que sus padres aún luchaban por sacar adelante pequeños talleres textiles. Su niñez transcurrió en un ambiente muy distinto al que más tarde simbolizaría el poderío de Inditex. No había lujos, sí disciplina, trabajo constante y un marcado sentido de la discreción. La familia mantenía una vida sencilla en A Coruña, sin que nadie pudiera sospechar la magnitud que alcanzaría el proyecto empresarial de sus padres.
Sus primeros años de escolarización fueron en el colegio de monjas Las Esclavas, donde el rigor académico se mezclaba con la enseñanza religiosa. Más tarde pasó a un instituto público de la ciudad, lo que le abrió las puertas a un entorno más diverso y cotidiano. Esa combinación de experiencias educativas forjó un carácter sobrio, observador y poco amigo de los excesos. Una forma de ser que sigue acompañándola en la edad adulta.
Desde pequeña, Sandra percibió la diferencia entre las prioridades de sus padres. Amancio Ortega ponía todo su empeño en hacer crecer su negocio, mientras que Rosalía Mera mostraba ya una clara sensibilidad social. Aquella dualidad influyó en la manera en que Sandra entendió la vida, siempre a caballo entre el peso de un imperio empresarial y la vocación por lo humano.
La separación de sus padres: un dilema para Sandra Ortega
El año 1986 marcó un antes y un después en la vida de Sandra. Sus padres decidieron separarse, una ruptura que no saltó a los titulares, pero que sí transformó la vida familiar. En aquel momento, Sandra, adolescente, tomó partido sin dudarlo: se alineó con su madre. La decisión no fue un gesto contra su padre, sino una muestra del vínculo que ya unía a madre e hija.
Mientras Amancio dedicaba cada minuto a consolidar Inditex, Rosalía volcaba sus energías en un nuevo proyecto: la Fundación Paideia. Una plataforma creada para favorecer la inclusión de personas con discapacidad. La enfermedad de su hijo menor, Marcos, nacido con parálisis cerebral, fue la inspiración de su iniciativa.
Sandra no solo acompañó a su madre en lo emocional; también se implicó en el proyecto, hasta llegar a ser vicepresidenta de la fundación. Esa implicación mostró claramente su rumbo: menos empresarial, más social, siguiendo la estela de Rosalía.
Un vínculo inseparable con su madre, Rosalía Mera
La relación entre Sandra y su madre fue determinante. Rosalía, mujer de carácter fuerte, sensibilidad social y convicciones firmes, dejó una huella imborrable en su hija mayor. Madre e hija compartieron vida y proyectos en A Coruña, alejadas del ruido mediático que poco a poco rodeaba a Amancio Ortega y a Inditex.
La Fundación Paideia fue durante años el espacio común que las unió todavía más. Allí, Sandra encontró un propósito que iba mucho más allá del dinero: trabajar en iniciativas sociales, culturales y educativas.

El fallecimiento repentino de Rosalía en 2013, a causa de un accidente cerebrovascular, fue un mazazo para Sandra. La pérdida emocional se sumó al reto de asumir gran parte de la herencia de su madre.
La participación en Inditex que la convirtió en la principal accionista individual de la compañía y en una de las mayores fortunas de España. De repente, una mujer acostumbrada a la discreción se vio en el centro de atención de los grandes inversores internacionales.
Distancia con su padre, Amancio Ortega, y autonomía económica
En lo económico, Sandra Ortega ha optado por un camino propio. Nunca quiso trabajar codo con codo con su padre en Inditex ni ocupar un rol protagonista en la empresa. Prefirió gestionar su fortuna a través de Rosp Corunna, el holding que concentra sus inversiones. Bajo su paraguas se encuentran hoteles, participaciones inmobiliarias, fondos de inversión y hasta proyectos en el sector biotecnológico.
En 2013, poco antes de la muerte de su madre, Rosp Corunna vendió aproximadamente un 2 % de las acciones de Inditex, reduciendo la participación del 7 % al 5 %. La operación, valorada en 1.300 millones de euros, fue un movimiento estratégico que permitió diversificar el patrimonio familiar y reducir su dependencia del gigante textil.
Tanto Rosalía como Sandra apostaron después por trasladar parte de sus activos a SICAV, una fórmula utilizada por muchas grandes fortunas para gestionar inversiones de manera más flexible.

La relación con su padre, aunque cordial, siempre ha sido más lejana en lo empresarial. Amancio Ortega confió la continuidad de Inditex a su hija Marta, fruto de su segundo matrimonio con Flora Pérez Marcote.
Sandra, en cambio, eligió mantenerse al margen del núcleo duro de la empresa familiar. Esa diferencia de trayectorias marcó aún más la distancia entre ambos: mientras él consolidaba el liderazgo mundial de Inditex, ella buscaba un camino más discreto y socialmente comprometido.
Una millonaria discreta
Hoy, Sandra Ortega es un caso singular: es una de las mujeres más ricas de Europa, pero prefiere pasar inadvertida. Se mueve entre la filantropía, la gestión prudente de su patrimonio y una vida personal blindada frente a la exposición mediática. El pleito con su exgestor José Leyte ha sido una excepción, un episodio en el que, a su pesar, su nombre ha terminado en titulares.
De la infancia marcada por la austeridad en A Coruña, pasando por la separación de sus padres hasta su papel actual como heredera discreta de una de las mayores fortunas de España, Sandra Ortega es un personaje difícil de encasillar. Poderosa pero esquiva, millonaria pero discreta, su vida transcurre entre el peso de un apellido ilustre y la voluntad de mantenerse discreta.
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