Don Hilarión, a principios del siglo XX se asombraba de que "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad" y no le faltaba razón al picarón vejestorio. En el XXI yo creo que ya no tanto. Empezamos con el boom de la internet tímida que manejábamos en los 90, hablando de las "autopistas de la información", que iban a cambiar nuestras vidas igual que ahora decimos de la "inteligencia" artificial. Al final, yo creo que acabará en lo mismo. Una herramienta más, útil ocasionalmente y masturbatoria la más de las veces. Como casi todo lo que se nos ocurre, es para saciar alguna necesidad. En estos tiempos tan adelantados, las más necesidades son lo menos en la pirámide de Maslow

Sí podemos decir que hay adelantos, claro que los hay. Se reconocen porque, al contrario que con la moda tonta de cada década – que reúne siempre a una clá de "aplaudiores"–, los verdaderos adelantos solo juntan detractores. Pasa con el teletrabajo, que evitó la catástrofe económica en la catástrofe pandémica y que los preclaros CEOs del planeta ahora denuestan. Les molesta que, el día que les da por pisar la oficina, resulta que no haya nadie para pasarles el cepillo. Los números les dan lo mismo. 

El teletrabajo es, sin duda, un adelanto. Uno puede manejar un fondo de inversión desde Almagro, gestionar una farmacéutica desde Villajoyosa u organizar una flota pesquera desde Ponferrada. Motivo de celebración, sin duda. 

La internet nos ha quitado la dependencia de Correos, que nunca ha adelantado nada y siempre ha atrasado que es una barbaridad. Y tan felices que estábamos de no enviar ni recibir cartas. El borrado de emails es más sencillo que rasgar, una tras otra, todas las cartas de amor con que llenaban nuestros buzones Banesto, Endesa y el Canal de Isabel II. 

Lo que yo nunca pensé es que un presidente del gobierno español fuese capaz de casar el moderno teletrabajo con las obsoletas cartas. Dirán los 'fachosféricos' que tampoco es para tanto. Al final, no dar la cara, escaquearse y cuidar a Correos (vea ud. sus recientes directivos) son sus pulsiones y le salen solas. Lástima que escribir le cueste un poco más y que otorgar contenido le resulte imposible. Bien es verdad que el contenido de un escrito lo vierte el autor. Y si uno carece de contenido, pues mal puede rellenar ese pavo. 

Pero eso no le quita mérito. El presidente está manejando el país no mediante el teletrabajo, sino por correspondencia. Como los cursos aquellos que se anunciaban antiguamente, al final de las revistas. De mecanografía, perforador de tarjetas o azafata de tierra. 

Pedro Sánchez puede, gracias al teletrabajo, aprobar una ley que destruye cualquier resto de derecho en el país sin estar presente en su escaño, crear conflictos diplomáticos por Twitter y hacer comunicados, no sé si oficiales, a través de epístolas llenas de cursilerías. 

Así le queda tiempo para dar rienda suelta al amor, reconocer Estados en solitario, darse una vuelta en Falcon y volver a amar después de amar. 

Me gustaría comentar algo más, pero es que todo esto se comenta solo. Es una pena que todo ese tiempo que gana y usa para dirigirse al pueblo en calzoncillos (nadie nos ve cuando escribimos), no lo dedicasen Pedro y 'Bego' a, sin ir más lejos, estudiar. Aunque fuese un curso de CCC de tanatopraxia. Al menos 'Bego', la presunta conseguidora, la catedrática, tendría un título real con el que poder superar ese complejo de inferioridad académica que es obvio que padece. 

Y él podría, por fin, intentar acabar su tesis doctoral. Y al darse cuenta de que ya se la habían hecho, sonreír, repantingarse, beber un traguito de agua de Loeches y mirar el horizonte, Madrid desde la Moncloa... ¿Se puede pedir más? Por supuesto que sí. Que se lo pregunten a Puigdemont