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Dos personas posan frente a un edificio con el logotipo del Centro Nacional de Inteligencia de España.
INVESTIGACIÓN

Así se gestó la operación del CNI para 'parar' las cintas y grabaciones de Bárbara Rey

Desvelamos cómo intervino el servicio secreto ante la amenaza de la actriz de hacer público el material de Juan Carlos I

En 1997, Bárbara Rey protagonizó otro de los episodios más oscuros en la complicada trama de las aventuras amorosas del rey Emérito Juan Carlos de Borbón. Un tema del cual por entonces en España era mejor no hablar. Siempre se prefirió identificar a los dos protagonistas indirectamente, como “el rey y la vedette”. O bien “Bárbara Rey y una alta personalidad del Estado”.

La historia de la vedette totanera María García García (su nombre real) con el monarca comenzó en 1977, en plena Transición. Fue su primera etapa y duró con pasión hasta 1980, hasta quince días antes de casarse con el domador Ángel Cristo. No obstante, siguieron viéndose puntualmente hasta 1982, cuando se paralizó la relación.

Los gustos del rey Juan Carlos —siempre le han gustado las 'de rompe y rasga' con largas piernas— se cumplían perfectamente en la figura de la vedette murciana, por entonces ya estrella mediática. Y no dudó en llamarla personalmente desde la Zarzuela, tras conseguir fácilmente su teléfono.

La segunda etapa fue a comienzo de los años noventa. Entonces, Bárbara Rey, tras su tormentosa ruptura matrimonial, cambió su domicilio conyugal madrileño en La Moraleja por otro en la zona de Boadilla del Monte.

Según confesó ella misma a los periodistas que entonces seguíamos a la Casa Real española, lo hizo por indicación del rey Juan Carlos. Esa zona estaba más próxima al Palacio de Zarzuela.

Le venía mejor al monarca para desplazarse con su moto o con su coche oficial, conducido por su fiel chófer Gaudencio. Con él se introducía en el garaje de la artista, previa llamada para que esta abriera las puertas y estuviera todo listo.

Juan Carlos I acudía con relativa frecuencia a esta casa donde ocurrían los encuentros amorosos, que nunca tuvieron lugar en La Zarzuela. Aunque sí en los habitáculos de El Pardo y en un piso de la calle Sextante, en Aravaca. Allí, los servicios secretos españoles (el entonces CESID) situaron lo que denominaron como “el picadero del Rey”.

Los detalles de sus encuentros, grabados y fotografiados

El monarca disfrutaba en este chalé del complejo residencial “Rincón de Valdepastores” de un trato muy familiar con todos los allegados de Bárbara Rey. Era considerado uno más y disfrutaba de las delicias culinarias (paellas) que la actriz murciana le preparaba. Lo hacía en la barbacoa del jardín, frente a la piscina, donde le gustaba bañarse como vino al mundo.

La relación, reiniciada al comienzo de los noventa, continuó de manera intermitente a lo largo de muchos más años. Hasta que un buen día, en el mes de junio de 1994, el rey, con frases amables, le hizo saber que la historia había acabado. Pero Bárbara no estaba dispuesta a pasar página tan fácilmente. Para hacerse entender disponía de todo un arsenal de grabaciones y fotografías obtenidas de sus encuentros.

Por alguna razón desconocida, la vedette siempre había tenido afición a dejar constancia de las conversaciones privadas con sus parejas. Una vez, en la televisión (a primeros de marzo del año 2000, en el programa en directo Crónicas Marcianas), ya salió en antena la grabación de una discusión entre ella y su exmarido, Ángel Cristo. Su hija Sofía la puso vía telefónica a los telespectadores.

Entonces, la intención de Sofía Cristo era hacer quedar mal a su padre. En la cinta, sin que se supiera a santo de qué, él insultaba a Bárbara diciéndole a grito pelado que era "una puta". Pero consiguió el efecto contrario cuando el domador de tigres en decadencia, presente en el plató, soltó un lastimoso: “Si esta señora ha sido capaz de chantajear a uno de los hombres más importantes de nuestro país, cómo no va a tratar de destruir a un pobre y humilde hombre de circo como yo”.

Al parecer, la discreción nunca ha sido uno de los atributos de Juan Carlos I, y con su amante hablaba sin tapujos de todos sus problemas. Incluyendo aspectos íntimos de la reina Sofía o calificativos inapropiados a periodistas y políticos. También de Sabino Fernández Campo, su mano derecha de muchos años. A este le culpaba de las filtraciones de sus amores extramatrimoniales, como el de Marta Gayá. Las mismas que el director de elcierredigital.com, Juan Luis Galiacho, sacó a la luz en el verano de 1993 en la revista Época.

Era la propia Bárbara Rey la que se encargaba de realizar todas as grabaciones de audio con la grabadora incorporada a su teléfono fijo. Y también con los sofisticados aparatos que luego compró en la ‘Tienda de El Espía’, en pleno centro de Madrid.

Fue en 1993 cuando, asesorada por un experto en materiales de espionaje, montó en su chalé de Boadilla del Monte (Madrid) todo un nido de “vigilancia”. Incluso dispuso una cámara de vídeo camuflada en las cortinas del dormitorio. Y había hecho copias de los materiales grabados, que tenía repartidas tanto en España como en el extranjero, guardadas en una caja fuerte en Luxemburgo. Allí tenía instalado su paraíso fiscal. Dicen que hizo hasta cinco copias.

Las fotografías donde aparece junto al monarca correspondían a las hechas por su hijo 'Angelito' y por su hermano Salvador García García. Salvador, que falleció en noviembre de 2023, era un buen aficionado a la fotografía y dominaba los teleobjetivos. Como las que se hicieron de los dos juntos besándose acarameladamente.

Una revista con el título
Las fotos del Emérito y Bárbara Rey publicadas por 'Privé'. | Archivo

Los negativos de estas dos fotografías fueron entregados, más tarde y personalmente, por la actriz al rey Juan Carlos. Antes que a nadie y en un sobre cerrado. Bárbara le echó imaginación y se inventó que había recibido un paquete en su casa, con algunas copias del material gráfico que pasaron rápidamente a manos de los servicios secretos.

Hay que situarse en el tiempo y observar que por esas fechas las grabaciones de video eran muy escasas. Y hasta el CNI, entonces CESID, tenía en sus archivos una fonoteca donde grababa las conversaciones de voz de los principales actores de la vida pública española (incluido el Rey) y no una videoteca.

A raíz de esta fecha, las atribuciones monetarias que Bárbara Rey recibía llegaron hasta los cien millones de pesetas. El monarca se las entregó en mano a la vedette en varios plazos y en fajos de billetes de 10.000 pesetas. El primero fue de 25 millones de pesetas al contado.

Además, de los fondos reservados del Ministerio del Interior se le traspasaba una cantidad que rondaba el millón de pesetas mensuales. Estas cantidades eran ingresadas en una cuenta bancaria en Luxemburgo. Luego, dejaron de producirse.

Comienza el 'chantaje'

Los ingresos se cortaron y fue cuando ella intentó llegar a un acuerdo. Para ello, hizo saber que tenía material gráfico y audiovisual sensible para los intereses de la Casa del Rey. La operación la llevó personalmente Manuel Prado y Colón de Carvajal, el gran amigo financiero del rey Juan Carlos.

Ya fallecido, sus memorias tituladas “Una lealtad real”, que iban a ser publicadas por la editorial del exministro del Partido Popular, Manuel Pimentel, no salieron al mercado, como estaba previsto. Lo que ocurrió es que los libros editados fueron guillotinados, lo que se define en el argot literario como “el molino”.

Dicen que cuando quienes ayudaron a Bárbara Rey en el llamado “chantaje” vieron y escucharon algunos ejemplos de lo que tenía grabado, se asustaron de la sangre fría de la vedette. Dicen quienes han visto parte de las escenas "casi pornográficas", que estas fueron tomadas en el dormitorio de la casa.

Y quienes han escuchado las conversaciones expresan que lo verdaderamente preocupante son las palabras, como si nada pasara, del monarca sobre cuestiones de política nacional. Y muy especialmente, algunas frases relativas a los sucesos del golpe de Estado del 23-F y sobre la reina Sofía en su más cruda realidad.

La vedette disponía de material gráfico y documentos abundantes. “Se trata de recuerdos de mi vida privada. No tenían ningún objetivo”, decía Bárbara. Entre estos, fotos amateurs hechas por su hijo Ángel desde el jardín mientras la pareja disfrutaba de una paella.

La intervención del CESID (hoy CNI)

Así entró en escena, entre sus cómplices, Ramón Martín Ibáñez. Encarnaba a una persona que daba la cara por ella y solicitaba nada menos de 12.000 millones de pesetas. Pero el montaje no funcionó.

Sin embargo, debido a lo delicado del material, sobre todo en el ámbito político, la Casa del Rey informó al entonces CESID (hoy CNI). Sus espías se encargaron del asunto junto con Manuel Prado y Colón de Carvajal, por entonces presidente de honor del parque temático urbano Isla Mágica, en la isla de la Cartuja de Sevilla.

Dicen que Prado, implicado también en el caso de Javier de la Rosa, dudó de Bárbara desde el primer momento, convencido de que lo había hecho ella misma. Los miembros del CESID llegaron a un principio de acuerdo con Bárbara Rey, tenían que visionar el material para ver si este era verdadero y cuantificar la importancia económica.

Para ello le entregaron un maletín donde Bárbara debería depositar allí el material. Las llaves las tenían ellos, y la actriz solo tenía que depositar el material y entregárselo. Cuál fue su sorpresa cuando depositó el material, y al cerrar el maletín comenzó a salir humo de él. Los miembros del CESID habían incorporado un componente químico dentro de la maleta para eliminar y destruir todo conforme se introdujera en él.

Al ver salir humo y ante el temor de que fuera una bomba, Bárbara Rey arrojó corriendo el maletín a la piscina de su casa de Boadilla. Permaneció en su fondo casi una semana. Afortunadamente para ella, la actriz tenía otra copia de seguridad guardada en una caja fuerte de Luxemburgo, bajo clave de 18 dígitos.

Ante la negativa de Prado de negociar con los llamados cómplices, la vedette intentó ponerse en contacto directamente con el rey, pero no lo consiguió. Y en los tiras y aflojas del asunto, Bárbara Rey se salió finalmente con la suya. Todo parecía que entraba en vía de solución gracias a un programa de TVE que arregló el entonces director del Ente, el castellonense Jordi García Candau, luego director general de la televisión pública de Castilla-La Mancha. Hizo volver fugazmente a Bárbara Rey a la fama de la pequeña pantalla.

Bárbara regresa a TV y sufre un robo

El 4 de noviembre de 1994 Bárbara Rey regresó inesperadamente a la pequeña pantalla como presentadora-vedette del programa de variedades “Esto es espectáculo”. Fue en la primera cadena de la televisión estatal, en un día estrella y a una hora estelar. Tras 17 años de ausencia televisiva, pocos se acordaban ya de lo grave que sonaba ante las cámaras la voz de la artista en un programa de éxito de finales de los 70 que se llamaba Palmarés y que catapultó a esta chica murciana a la fama.

Por otro lado, se le entregó un sobre cerrado con el estipendio mensual (unas fuentes dicen que de un millón de pesetas, otras que más), a lo largo de 1995 y parte de 1996. Pero la preocupación principal de Prado seguía siendo recuperar el material comprometedor.

El 23 de febrero de 1996 la vedette padeció una extraña enfermedad en medio de la grabación del programa “Esto es espectáculo”. Dicen que le acababan de dar la noticia de que personas no identificadas estaban buscando en casa de sus padres, en Totana (Murcia), una copia de las mencionadas grabaciones que allí guardaba.

Desde entonces ya no se fiaría de palabra alguna. A partir de entonces todo empezó a ir mal, sobre todo cuando no le renovaron el contrato en televisión. El programa desapareció de la parrilla por falta de audiencia. Bárbara, muy enfadada, empezó a presionar otra vez exigiendo un aumento de la asignación o un trabajo bien remunerado.

Una mujer de cabello rubio corto y sonrisa amplia sostiene una copa de vino mientras usa un collar de perlas y pendientes a juego.
La vedette Bárbara Rey en una fotografía de la década de los noventa. | Archivo

Algunas personas, a pesar de los pesares, aseguran que lo que de verdad quería la vedette era volver a estar en la tele, satisfacer su ego. Pero los encargados de negociar con ella no lo entendieron así.

El asunto se complicó sin remedio desde la primavera del año 1996 y más tarde con el robo de parte del sensible material que guardaba en la caja fuerte de su casa madrileña. Según confesó la propia Bárbara Rey a los periodistas de entonces, aún mantenía tras el robo “dos cintas de video junto al monarca (una de ellas, de fuerte contenido sexual), múltiples grabaciones de voz y 37 diapositivas reveladas sobre fotos tomadas en la casa de Boadilla”.

Y ya al comienzo de 1997 se puso en marcha la fase más dura del supuesto 'chantaje'. Bárbara Rey se entrevistó a finales de enero de ese año con el exbanquero Mario Conde (en dos ocasiones) para facilitar al expresidente de Banesto la información que la actriz calificaba de “comprometedora”.

Durante el encuentro, Bárbara Rey manifestó a Conde que había sido objeto de un robo en su casa y presionada por Manuel Prado para que no se difundiera lo que ella sabía. Y que había sido vetada en todos los medios de comunicación. El exbanquero, condenado a prisión por los casos Argentia Trust y Banesto, aseguró en su día que tras la entrevista se limitó a informar a los afectados, pero que nunca vio ni adquirió el material. Fuentes solventes dicen que la actriz hizo escuchar a Conde una cinta magnetofónica de una de las conversaciones que mantuvo con Prado y la famosa del vídeo sexual con el rey.

Mario Conde y Bárbara Rey se conocían desde hacía años, ya que Conde contrataba el circo de Ángel Cristo para una función de fin de año a todos los empleados de Banesto.

Por otra parte, Cristina Ordovás, condesa de Ruiz de Castilla, una antigua amiga de la actriz, a la que Bárbara señala como “la chivata” del CNI, señaló en su día que Bárbara Rey le contó los hechos denunciados. Ella le recomendó que se pusiera en contacto con el policía Miguel Ángel Díez, el agente que investigó la carta-bomba sin reivindicar que hirió gravemente en 1992 a su marido Juan Goyeneche Moreno.

Las denuncias

Así, la actriz presentó inicialmente dos denuncias en la comisaría del barrio madrileño de Tetuán: una, el 25 de mayo; y otra, el 1 de junio de 1997, cuyo motivo era el robo de “tres cintas de cassette, cinco de vídeo y veinte diapositivas”, de contenido comprometido para una “alta personalidad”.

En la denuncia, la actriz mencionaba los nombres de “un tal Eladio García Suárez” y el nombre de Luis Anasagasti como unas de las personas que la presionaron. Se da el caso de que algunos agentes del CESID utilizaban habitualmente el apellido Anasagasti. En la denuncia se decía que el año pasado, cuando en su casa estaba el servicio de reserva (el habitual se encontraba de vacaciones), dos personas acudieron a su residencia en Boadilla del Monte, a las afueras de Madrid y que “les dijeron que querían tomar fotos de la entrada y del salón de mi casa, que iban a hacer un libro sobre mi vida”. El servicio accedió. Una vez en la casa, y siempre según su versión, los dos reporteros se interesaron por otras dependencias, “incluso por dónde estaba la caja fuerte”. El servicio empezó entonces a sospechar y a pesar de que les ofrecieron un millón de pesetas para poder volver, contaron a Bárbara Rey lo ocurrido. “Un millón es mucho dinero para esta gente, usted comprenderá. A pesar de eso me lo contaron y yo puse una denuncia en Boadilla del Monte”.

“Cuando fui a la comisaría me dijeron cosas increíbles: las fotos se habían velado, el vídeo no servía, no se había grabado la cinta porque el señor (el empleado) habría tocado un botón, que no se podía localizar a los que fueron a mi casa porque el número del móvil que le habían dado para contactar con ellos era el de una tarjeta”. La denuncia de Boadilla fue remitida al juzgado de Móstoles. “El caso se ha paralizado allí. Lo único que me llegó a decir el señor juez fue que si yo tenía algún problema, porque el día que se hicieron las fotos y los vídeos les pareció reconocer a un policía retirado”.

Su relato del robo salta al mes de mayo anterior al suceso. En ese intervalo, había cambiado la alarma y la cerradura de su casa. “El día que me robaron, unas personas que dicen ser mis amigas me tuvieron toda la noche de aquí para allá, para que esta gente pudiera hacer su trabajo bien hecho. Me hicieron entrega del Bombín de plata y después me llevaron de un lado para otro”.

Mujer rubia con pendientes de perlas y vestido negro sonríe en un evento con fondo oscuro y letras iluminadas.
Bárbara Rey durante el estreno de la serie ‘Cristo y Rey’. | Europa Press

Al percatarse del robo de los documentos, Bárbara Rey interpuso la primera denuncia en la comisaría de Tetuán el 1 de junio. “Yo llevaba la copia en una maleta. Tonta que fui. Viajaba a Murcia, y cuando bajamos del avión, Mari Trini me dijo que le habían abierto la maleta, y a mi representante también. Cuando miré la mía también estaba abierta. Solo faltaba la denuncia”. “Después reparé en que el avión estuvo en Barajas una hora”, dijo. Días después, hubo un segundo robo. En este caso fue su hijo el que la alertó. Entonces interpuso la segunda denuncia.

Todo se endureció poco después con una tercera denuncia (el día 13 de junio), también en la comisaría del distrito madrileño de Tetuán. En esta tercera denuncia ya se acusaba personalmente al empresario y embajador de España Manuel Prado y Colón de Carvajal de robarle casetes, cintas de vídeo y fotografías comprometedoras. Este material, afirma en ella, además de afectar a su intimidad perjudica a “una persona importante de la cual no desea en estos momentos decir su identidad”.

El contenido íntegro de esta, firmada por María García García, nombre verdadero de la actriz, fue desvelada por el fallecido periodista Antonio Herrero en la Cadena Cope. También la reprodujimos en elcierredigital.com.

La noticia se difundió primero de manera anónima, escrita en un informe de siete folios que se dio a la prensa, de la cual el Rey dijo no saber nada, aun cuando la Casa del Rey nunca desmintió ni una palabra del contenido. El documento narraba la historia con toda clase de detalles e incluía una copia de la última denuncia.

La prensa solo se atrevió a explicarlo entre dientes, pero la Casa Real tuvo que intervenir directamente cuando la misma Bárbara  pretendía ir a explicarlo todo en directo al plató del programa Tómbola (líder entonces de audiencia en la televisión valenciana Canal Nou, en Telemadrid y en Canal Sur). Se le vetó la presencia en el último momento, pero nadie pudo impedir, en primer lugar, que hablara por teléfono y que cobrara lo que le correspondía por la intervención fallida en el plató del programa; y, en segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, que por lo menos se diera a conocer que se había impuesto la censura desde la Casa del Rey, cosa que ya era bastante grave por sí misma.

Después de aquello las cosas se arreglaron con una nueva negociación, al parecer esta vez llevada a cabo por Fernando Almansa, el nuevo jefe de la Casa Real, impuesto en su día por el banquero Mario Conde.

Dicen que en lugar de una asignación mensual, se optó por comprar el material por una única suma, que unas fuentes sitúan en unos 400 millones de pesetas y un programa en la televisión autonómica valenciana. En todo caso, se trataba de una cantidad más que suficiente para que Bárbara no volviera a tener problemas económicos en su vida y pudiera dejar que su asunto con el Rey se olvidara y reinara por siempre el olvido.

Pero esta operación no sirvió para cerrar el caso. Al menos aparentemente y por ahora.

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