26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

La exsenadora colombiana Piedad Cordoba, defensora de Maduro, aseguró en 2020 que el mandatario español habia recibido determinadas prebendas

La relación del expresidente Zapatero con el chavismo: De falso mediador, al caso Morodo y las "minas de oro"

El expresidente Zapatero en una visita al dictador venezolano
El expresidente Zapatero en una visita al dictador venezolano
El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero es una de las figuras más polémicas de la actualidad española. Pero no necesariamente por sus preferencias políticas y afirmaciones que causan división en el PSOE. La reputación internacional de Zapatero no se ha construido solo en torno a España, los últimos cinco años han valido para que su imagen se vea profundamente ligada a la de la dictadura chavista, que alguna vez aseguró querer terminar y que actualmente defiende abiertamente.

La historia de Rodríguez Zapatero en Venezuela se remonta a su etapa en el Gobierno. En 2004, cuando llegó al poder, Chávez había “radicalizado” su revolución después de su deposición y posterior retorno en el año 2002. Para entonces, muchos países democráticos comenzaron a recelar del líder bolivariano, entre ellos, España, que bajo el mando de José María Aznar casi rompió por completo las relaciones diplomáticas  con Venezuela. Pero el socialista decidió dar a Hugo Chávez una “segunda oportunidad” reestableciendo algunos de los lazos que existían entre España y el país caribeño.

Durante parte de su mandato mantuvo a Raúl Morodo, ahora investigado por la Audiencia Nacional como su representante diplomático en el país de Nicolás Maduro. Este habría sido una ficha clave para establecer una gran relación entre Zapatero y Chávez, relación que se extendería después de finalizar su gobierno y que se mantiene al día de hoy con Nicolás Maduro.

No obstante, la historia pública del político español con Venezuela apareció en el año 2016. Ese año, el parlamento venezolano pasó al control de la coalición de partidos Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que aglutinaba a toda la oposición. Dos meses antes, en las penúltimas elecciones celebradas en Venezuela, entonces sí reconocidas como “libres” por la comunidad internacional, el frente antichavista logró una aplastante victoria, consiguiendo dos tercios del parlamento. Según explica la periodista venezolana María Sanz, el chavismo fue “literalmente barrido” incluso, “zonas en las que siempre había predominado la devoción a Chávez, quedaron sin ninguna representación oficialista”.

Sanz explica que después de que la oposición asumiera el mando el 5 de enero de 2016, el chavismo comenzó a maniobrar para desconocer los resultados electorales. “Realmente el problema llegó unos días después de las elecciones, el gobierno obligó a dimitir a todo el Tribunal Supremo y el parlamento que mantenían controlado eligió nuevos magistrados”, explica la periodista. Un proceso desconocido por la Europa y la OEA.

Los nuevos magistrados “exprés”, entre ellos, miembros del partido oficialista, fueron usados por Maduro para eliminar todas las leyes aprobadas por el parlamento. Además, durante el primer mes, suspendieron a todos los diputados representantes de la región indígena de Amazonas, opositores a Maduro. La guerra entre el parlamento, el único poder que no controlaba Maduro y el resto del Estado y la creciente escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos disparó la conflictividad social. Las protestas espontáneas, las batidas de grupos armados favorables al régimen y los enfrentamientos en los alrededores de la sede parlamentaria eran diarios.

En medio de la crispación y el ambiente casi guerracivilista, llegó la salvación de Venezuela. Rodríguez Zapatero apareció sorpresivamente en Caracas, tras reunirse con Nicolás Maduro y presentándose como mediador entre el chavismo y la oposición. Su tarea número uno fue buscar la celebración de un referéndum revocatorio, un proceso constitucional instaurado por el difunto Hugo Chávez que permitía revocar al presidente durante la mitad de su mandato.

Claro que después de la arrolladora victoria de la oposición en las legislativas, un referéndum implicaría que los días de Maduro en el poder estarían contados. La periodista María Sanz explica a elcierredigital.com que fue en este punto que Zapatero comenzó a perder la confianza de la oposición. “Él llegó a hacer un trabajo y durante su mediación, Maduro y el poder electoral suspendieron la recogida de firmas, detuvieron a lideres sociales y políticos, atacaron procesos del propio poder electoral y como la oposición superó todo, el Supremo declaró sin que nadie se lo pidiese, al menos legalmente, que ese artículo de la constitución era inconstitucional” relata Sanz.

Después de fracasar en su primera mediación, volvió a intentarlo en 2017, durante las mayores protestas registradas en el país desde la muerte de Chávez. Organizaciones sociales cifran en hasta cuatro millones de personas los manifestantes por todo el territorio nacional. Después de 3.000 detenciones y 150 muertos, el mundo veía cómo el chavismo podía finalmente caer. Zapatero volvió a presidir unas largas y tediosas negociaciones que se alargaron hasta que las manifestaciones se redujeron y finalmente desaparecieron.

En el año 2018, Maduro propuso otra negociación, para entonces ya Zapatero contaba con el rechazo de buena parte del país que lo consideraba una figura totalmente parcializada a Nicolás Maduro. “El sentimiento generalizado en todos los estratos sociales ha sido el mismo, Zapatero y los diálogos solo han servido para dar oxígeno al gobierno cada vez que está contra las cuerdas”, asegura Sanz.

Finalmente, en noviembre del 2018, el parlamento venezolano con el voto dividido de la oposición, censuró la figura del expresidente español. Incluso, algunos partidos llegaron a pedir que Zapatero fuera declarado "persona non grata" y, por tanto, su entrada quedaría prohibida al país.

Según la resolución del parlamento, Zapatero “sirve a los intereses del mandatario Nicolás Maduro” y muestra una “incondicional parcialidad en favor de los intereses autocráticos”. Zapatero no logró una solución para que Venezuela retomase el cauce democrático sino que, en el proceso, logró dividir a la oposición hasta tal punto, que poco después, la coalición MUD se disolvería.

En 2018, la diputada del partido socialdemócrata Un Nuevo Tiempo aseguró que “lo que está ocurriendo hoy en la Asamblea Nacional es una vergüenza. Que un hombre como Zapatero, que no representa los intereses de la dignidad de Venezuela nos divida, es penoso. Zapatero no merece ser reconocido como mediador. Ya ese señor nos ha hecho bastante daño”.

Tres años después de la primera llegada de Zapatero a Venezuela el resultado habría sido: La fractura de la oposición, incluso en el Parlamento; la prohibición de participar en las elecciones autonómicas y municipales a cualquier partido posicionado abiertamente en contra de Maduro; la creación de la Asamblea Constituyente, una versión venezolana de las cortes franquistas y, un aumento en el número de presos políticos.

Para la periodista María Sanz todo estaba claro: “todo fue un engaño, una mentira, un fraude. Zapatero mintió y buscó perpetuar la dictadura desde el día uno y los líderes democráticos no fueron lo suficientemente inteligentes para verlo”.

Durante su participación en las negociaciones, Zapatero llegó a afirmar que: “La alternativa a un acuerdo es extraordinariamente negativa para Venezuela y América Latina. No hace falta poner encima las hipótesis, pero las anticipamos”. De hecho, figuras como el político venezolano Timoteo Zambrano, conocido de Zapatero de la Internacional Socialista llegó a desconocer su papel de mediador.

De mediador a defensor del chavismo

Meses después de la caída de las negociaciones se abrió una nueva puerta para acabar con el chavismo. En 2018, Maduro había realizado unas elecciones sin oposición para renovar su mandato otros seis años. El proceso solo había sido reconocido por regímenes aliados como Cuba, Irán o Nicaragua. Dos días después de que Maduro asumió el segundo mandato, la oposición estrenó un mecanismo constitucional que permitía declarar el cargo de presidente vacante. El desconcierto se propagó por el país, ya que el cargo tendría que haber sido asumido por el presidente del legislativo.

Pocos días después, durante una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional celebrada en una avenida de Caracas, Juan Guaidó asumió el cargo de Presidente Encargado de Venezuela. En pocas horas, había recibido el reconocimiento de Estados Unidos, Canadá, Japón y casi todos los países latinoamericanos. Unas semanas después y bajo la iniciativa de Pedro Sánchez y Josep Borrell, España y los 27 países de la UE se sumaron al reconocimiento de Guaidó como presidente legítimo.

 Aunque la decisión fue respaldada por la mayoría de partidos políticos, exceptuando a Podemos, contó con la oposición de un casi olvidado Rodríguez Zapatero que declaró en una entrevista: “No tengo ninguna, pero ninguna duda, de que la vía que se ha intentado no va a dar resultado y que, antes o después va a haber un diálogo, una negociación y un acuerdo de convivencia, porque estamos hablando de un país que lo merece; la gente quiere paz”.

También aseguró: “Yo creo que la política de Trump es un auténtico desastre para Venezuela, una catástrofe sin más” y resaltó que sus múltiples viajes al país le habían permitido conocer la situación mejor que otros políticos. Zapatero se unió a las voces más radicales de la izquierda internacional que clamaban por un “golpe de Estado” contra Nicolás Maduro.

Desde entonces, Zapatero no ha vuelto a esconder su rechazo a la idea de que el chavismo abandone el poder. En Latinoamérica ha mostrado su respaldo a otros líderes bolivarianos como Evo Morales, López Obrador o Alberto Fernández. Actualmente incluso es la cabeza de España en el Grupo de Puebla, que agrupa a partidos y asociaciones de izquierda radical de toda América Latina.

De las minas de oro al caso Morodo

Mientras su predecesor Felipe González mantiene una postura totalmente en contra del régimen venezolano, Zapatero ha sido acusado por la oposición de “salvar a Maduro”. Esta situación hace que los más críticos lo señalen como beneficiario de negocios turbios en el país y en acuerdo con el chavismo.

En marzo de este año, la exsenadora colombiana, Piedad Córdoba, conocida por ser defensora del régimen desde la época de Chávez y con vinculación al reciente caso de Alex Saab, aseguró en una entrevista al portal digital Las 2 orillas, que Zapatero había sido beneficiado con una mina de extracción de oro en Venezuela.

En palabras de la política colombiana, su conversación con Zapatero fue: "Pero ustedes cómo están haciendo, yo no lo logro entender. Se lo dije a Rodríguez Zapatero, yo no entiendo esto.  Me dijo: Nosotros nos dieron una mina de oro. Nosotros explotamos y lo que no nos llega por nuestro lado, nos llega por acá".

Además, agregó que "todo el mundo quiere el oro de aquí". Como contó ya elcierredigital.com, el régimen chavista ha estado sustrayendo las reservas de oro del Banco Central y de explotaciones ilegales en zonas protegidas para venderlo a través del mercado negro a diversos países y particulares, especialmente Turquía.

Esta accidental afirmación de Córdoba, de ser cierta, no sería la única operación polémica que salpica al expresidente y su entorno. Raúl Morodo, el exembajador de Zapatero en Caracas esta siendo investigado junto a su familia por la Audiencia Nacional. Mientras, las vinculaciones han sido negadas por el expresidente socialista que asegura que Morodo fue un embajador más sin mayor importancia.

Pero como contábamos en elcierredigital.com Morodo no llegó a su cargo por contar con una amplia trayectoria política, sino por ser hombre de confianza de José Bono y Zapatero, que buscaban reestablecer desde el 2004 las relaciones entre España y la Venezuela de Hugo Chávez.

Esta misma semana, después de meses investigando el caso del diplomático español Raúl Morodo, el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha pedido librar una Comisión Rogatoria a EEUU para hacer un seguimiento a los 4,5 millones de euros que el exembajador de Rodríguez Zapatero recibió del régimen chavista entre 2004 y 2007. Según los investigadores, el dinero procedía de la petrolera estatal venezolana PDVSA y habría beneficiado no solo al embajador, sino también al vicepresidente del extinto Hugo Chávez.

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