Cómo afrontar el miedo residual y el duelo tras la tragedia de la DANA en Valencia
Lo importante tras las crisis de la DANA es reconocer el temor y afrontar el hecho con educación emocional y prevención
Hay un antes y un después. Siempre que los fenómenos naturales nos arrollan, el cerebro crea una huella emocional que afecta a la resiliencia de la persona.
Tiene un gran impacto la sensación de alerta que se activa. Incluso en los ciudadanos de otras zonas del país, donde no se ha sufrido la tragedia. Se ha visto cómo el agua ha cogido desprevenida a la gente, conduciendo, en un bajo de una casa o estudiando en una academia.
El desconcierto y la incomprensión saturan las cabezas. Se asiste con incredulidad a la certeza de que en cinco minutos te puede cambiar la vida para siempre, o incluso perderla.
La población adquiere un miedo que hasta ahora era lejano, que solo se había visto en la televisión. Ahora, cuando vayamos en el coche y comience a llover, a nuestra cabeza vendrá lo que ha ocurrido en Valencia. Y nos provocará alerta, incluso miedo.
Cuando desde nuestras ventanas o paseando se ponga a llover, un gran número de españoles sufrirá una especie de estrés postraumático. Pues se ha vivido una situación televisiva que nos ha mostrado el horror que puede suceder en tres minutos.
Antes de la tragedia, una persona que circulara en su coche y empezara a llover no se planteaba que podía ser arrollada por una riada. Era un pensamiento alejado.
Nadie se planteaba que podía quedarse en un parking atrapado por una riada. En nuestro país, era difícil imaginar. Pero ahora ya no es necesario imaginarlo, ya lo hemos vivido, ya tenemos todas las imágenes y los audios del horror.
Una semana de televisión, radio, redes y noticias incesantes con todo lo ocurrido causará en la memoria emocional un antes y un después. Los niños no se olvidarán de las escenas contempladas en la tele. Los adultos, aunque creamos que olvidamos, guardamos una huella gracias a nuestro sistema límbico emocional y no olvidamos.
Se guarda el recuerdo de lo que considera amenazante y producirá, casi inconscientemente, un miedo adaptativo. Es decir, nuestro cerebro comprenderá que puede que se incorporen nuevos escenarios a nuestra vida cotidiana y debemos estar preparados.
Ya no será sorpresa, esto ya ha pasado. La lluvia y el viento ya no se contemplarán desde la ventana como algo necesario y pasajero que la naturaleza nos manda.
Ahora, nuestro subconsciente podrá prever que los regalos de la naturaleza pueden causarnos grandes disgustos, incluso la muerte. Es probable que hayamos aprendido algo de manera consciente y que seamos más prudentes que nunca.
Los escenarios futuros
Esta vez ha sido una DANA, mañana podría ser el fuego y pasado un terremoto. El clima lo está cambiando todo. Nuestra cabeza tiene estrés, no se siente segura, ni sentada en el sofá está a salvo de ciertas amenazas, porque desde Filomena ha quedado claro que no tenemos forma de escapar a determinadas cosas.
Pero la buena noticia es que podemos prepararnos, podemos combatirlo y podemos prevenirlo. Podemos hacer muchas cosas, pero todas pasan por la conciencia de por qué está pasando esto con los fenómenos naturales.
Debemos comprender que esto es lo que le dejaremos a las nuevas generaciones del mundo. “Un lugar inseguro en el que hay que aprender a adaptarse a las agresiones de los fenómenos naturales”.
Cada vez que los profesionales que anuncian el tiempo digan que lloverá fuerte, temblaremos. Nuestro sistema nervioso se pondrá en alerta, nos entrará ansiedad generalizada con tendencia al miedo, a no saber muy bien qué va a ocurrir. Aprender a vivir con esta emoción es novedoso.
En los últimos tiempos hemos vivido una pandemia, varias dana, incendios o terremotos que nos obligan a tener presente que nuestra zona de confort puede acabar en cinco minutos. Nuestra cabeza se pondrá en situación de alerta y sentirá ansiedad imaginando escenarios que ya hemos vivido.
Hay que proteger a los niños de este estrés postraumático para que no crezcan desarrollando fobias a lo natural. Hay que explicarles que este país va a estar preparado para que no ocurra otra vez. Y brindarles seguridad y sosiego.
Los que han vivido la catástrofe no dormirán, no comerán y tendrán dificultades para concentrarse. Y si han perdido algún familiar, el postrauma será más grande aún. Tendrán muchas dificultades para concentrarse y gestionar el miedo y, por supuesto, difícilmente olvidarán.
Cómo afrontar el duelo
Algunas recomendaciones para afrontar el duelo de la catástrofe son:
1. Reconocimiento del miedo y duelo colectivo. Es fundamental que las instituciones reconozcan y validen las emociones. Permitiendo un espacio para compartir vivencias y reflexionar sobre la incomprensión que genera el hecho de que un fenómeno natural pueda desatar un caos tan repentino.
Este diálogo es esencial para el proceso de duelo colectivo. Permitir a la población que hable y no olvide rápido. Las heridas deben cerrar de adentro hacia afuera y lentamente.
2. Educación emocional y prevención. La educación debe incluir la formación sobre la gestión del miedo y el estrés postraumático. Es crucial que tanto adultos como niños aprendan a identificar sus emociones y a desarrollar herramientas para afrontarlas.
Hay que promover la conciencia sobre los fenómenos climáticos y la importancia de la prevención puede transformar el miedo en un sentido de preparación. Pero también hay que ayudar a la población a sentirse más segura ante posibles eventualidades.
3. Fortalecimiento de la comunidad. La creación de redes de apoyo comunitario es vital. Al fomentar la solidaridad y el acompañamiento entre vecinos y familiares, se puede mitigar el impacto emocional del miedo.
Organizar encuentros para compartir experiencias y emociones ayudará a construir una comunidad más resiliente, donde cada individuo se sienta respaldado y comprendido.
4. Intervención profesional y recursos de salud mental. Ante el aumento del estrés y la ansiedad, es esencial que se ofrezcan recursos de salud mental accesibles a la población.
La intervención de profesionales puede ayudar a aquellos que han vivido la tragedia directamente, así como a quienes experimentan ansiedad residual. Talleres y grupos de apoyo pueden ser herramientas efectivas para facilitar la sanación emocional.
5. Adaptación y resiliencia. La tragedia de la DANA nos recuerda que la naturaleza puede ser impredecible y que nuestra zona de confort puede verse amenazada. Por ello, fomentar una cultura de resiliencia y adaptación es clave.
Hay que educar a las nuevas generaciones sobre la importancia de estar preparados y ser conscientes de los riesgos. Esto permitirá que afronten el futuro con una mentalidad proactiva, en lugar de reactiva. Así, el miedo puede transformarse en una oportunidad para aprender y adaptarse a un mundo en constante cambio.
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