
El verdadero plan de Gil Marín con el Atlético: La Ciudad del Deporte, su objetivo
El hijo de Gil y Gil busca 500 millones de Fondos para el proyecto que realizará con su empresa Parque Metropolitano
Por más que se vista de desarrollo estratégico, el ambicioso proyecto de la Ciudad del Deporte promovido por Miguel Ángel Gil Marín alrededor del estadio Riyadh Air Metropolitano (y con la ayuda del Ayuntamiento de Madrid) parece responder más a una 'lógica empresarial' que a una auténtica apuesta por el crecimiento deportivo del Atlético de Madrid. Así lo expresan fuentes cercanas al club colchonero.
Desde el club se insiste en que se trata de un paso adelante para consolidar al Atleti como una referencia más allá del césped. Aunque lo cierto es que muchas de las decisiones recientes apuntan a un objetivo diferente. "Quieren hacerse de oro gracias a negocios edificados sobre suelo público", señalan algunas fuentes.
Según ha revelado Expansión, el propietario del club, Miguel Ángel Gil Marín, busca a alguien que aporte más de 500 millones de euros al proyecto. El fondo estadounidense Apollo habría aceptado el envite. Pero lo haría a cambio de entrar en el capital de Atlético Holdco, la sociedad que controla la mayoría accionarial del club rojiblanco.
Gil Marín quiere acceder a los 500 millones de euros que busca para financiar la Ciudad del Deporte. Este es un macroproyecto valorado en 800 millones, que se desarrollará a través de la empresa Parque Metropolitano. Sin embargo, fuentes del sector señalan que la oferta ha sido rechazada. No tanto por una cuestión de cifras como por una decisión estratégica: mantener el control del club lejos de manos ajenas.
No es ningún secreto que Atlético Holdco, la sociedad creada en 2021 por Gil Marín y Enrique Cerezo, ha servido como instrumento para concentrar el poder del club en pocas manos. Actualmente, Holdco posee más del 70% del Atlético de Madrid y está participada en un 50,8% por Gil Marín, un 15,22% por Cerezo y un 33,96% por el fondo estadounidense Ares.

La empresa no ha hecho más que acumular pérdidas desde su fundación. Explica Economía Digital que los números rojos alcanzan los 237 millones desde 2021, incluyendo 85 millones en el último ejercicio cerrado en junio de 2024. Todo ello, mientras la valoración del club ronda los 2.500 millones de euros.
La negativa a dejar entrar a Apollo, uno de los fondos más activos del panorama internacional, solo se entiende porque Gil Marín sabe que, cuando tenga en el horizonte la Ciudad del Deporte, la valoración del club se multiplicará. Y además seguirá reteniendo todo el poder del club en sus manos.
Una Ciudad sin deporte: ¿Promotora inmobiliaria o club deportivo?
La paradoja es evidente: el Atlético de Madrid busca construir una Ciudad del Deporte cuando el propio club ha ido desmantelando sus propias estructuras deportivas. Las categorías inferiores del fútbol femenino están en peligro de desaparición. Y la negociación para absorber el Inter Movistar tras el portazo de Telefónica a José María García está fría. En el club, apenas hay secciones deportivas relevantes más allá del primer equipo masculino.
Es legítimo que una entidad quiera crecer en lo económico y desarrollar su entorno urbano. Pero cuando ese impulso inmobiliario, más propio de una promotora que de un club deportivo, no se traduce en un fortalecimiento del tejido deportivo, las preguntas son inevitables. "¿Para quién se construye esta Ciudad del Deporte?", se preguntan algunos socios históricos.
Parque Metropolitano, la empresa vehículo del proyecto, no está controlada por el Atlético como entidad social o por sus socios. Pertenece al entramado empresarial de Gil Marín. Y fuentes del sector deportivo señalan que simplemente servirá de plataforma para levantar un complejo multifuncional con zonas comerciales, ocio e instalaciones deportivas cuya utilidad no está del todo clara.
Financiación asegurada… a medias
El club ha comunicado que ya tiene parte de la financiación garantizada: 120 millones del acuerdo con CVC (una parte del controvertido pacto con LaLiga) y 125 millones de recursos propios. Pero falta la mayor parte del capital. De ahí que la entrada de Apollo se presentara como una opción viable para reducir riesgos financieros.
Rechazar esta vía de forma definitiva podría forzar a Gil Marín a buscar financiación más cara. O bien a apalancar aún más al club o a las sociedades vinculadas. Y todo ello con un accionariado minoritario, tanto entre pequeños socios como entre referentes históricos del club, que apenas alcanza un 1,69% del capital social.
¿Y el futuro del club?
La pregunta que sobrevuela estos movimientos es si el Atlético de Madrid, como entidad deportiva, está siendo gestionado con una visión de largo plazo centrada en el deporte. O si se está convirtiendo en la pieza instrumental de un plan empresarial ajeno a los intereses de su afición.
La pérdida de identidad de muchos clubes europeos al calor de operaciones especulativas es un riesgo real. El Atlético, que hace apenas dos décadas luchaba por no desaparecer económicamente, ha alcanzado una estabilidad y competitividad envidiables. Pero ahora parece correr el peligro de hipotecar esa solidez a cambio de un modelo de desarrollo que prioriza el cemento.

Algunas voces reconocen que Gil Marín tiene el derecho de impulsar un proyecto inmobiliario de primer nivel. Lo que está en entredicho es si puede hacerlo usando como trampolín el escudo, el nombre y los recursos del Atlético. Un club que, tal y como se transformó en Sociedad Anónima Deportiva, debería estar en manos de sus aficionados y no de la familia Gil.
La Ciudad del Deporte puede ser una oportunidad única. Pero, tal y como está planteada, corre el riesgo de convertirse en un símbolo de desconexión entre la cúpula empresarial y la masa social. Y eso, más allá de los números, se barrunta como un buen negocio solo para Gil Marín y Enrique Cerezo.
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