
Garamendi se refuerza tras su 'victoria' en CEPYME mientras divide a la patronal
Gerardo Cuerva denuncia 'juego sucio' mientras Antonio Garamendi refuerza su poder a un año de las elecciones en CEOE
La Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME) acaba de cerrar uno de los procesos electorales más intensos de su historia. Lo que debía ser una votación rutinaria para renovar su presidencia terminó convertida en una auténtica batalla política y personal entre dos pesos pesados del empresariado: Gerardo Cuerva, presidente saliente, y Antonio Garamendi, presidente de CEOE.
La victoria de Ángela de Miguel, candidata respaldada por Garamendi, reconfigura el liderazgo de CEPYME. También marca un antes y un después en las tensas relaciones entre las principales patronales españolas.
Con 246 votos frente a 216, la empresaria vallisoletana Ángela de Miguel se impuso por apenas 30 papeletas. Lo que la convierte en la primera mujer en liderar CEPYME desde su fundación en 1977.

La contienda enfrentaba dos modelos distintos de patronal. Uno más combativo y autónomo, encarnado por Cuerva, y otro más alineado con el aparato de CEOE, respaldado por Garamendi. De fondo, se dirimía el liderazgo del empresariado español, en un contexto en el que la figura del presidente de la CEOE comienza a ser cuestionada desde dentro.
Este resultado se interpreta como una victoria moral de Garamendi, que logra frenar a un rival que aumentaba su influencia dentro de la CEOE. Aunque Cuerva partía con una base fuerte, su decisión de aceptar el voto delegado —presionado por la estructura de la confederación— acabó perjudicándole. De haberlo rechazado, se arriesgaba a quedar aislado de la propia CEOE, de la que CEPYME depende orgánicamente.
Ruptura interna: de aliados a adversarios
Hasta hace poco, Cuerva y Garamendi formaban parte del mismo núcleo de poder. El primero era vicepresidente de CEOE y desde 2019 lideraba CEPYME. Pero las discrepancias sobre el papel político de las patronales, especialmente respecto al Gobierno, fueron minando su relación. Cuerva impulsó un “Manifiesto por la libertad empresarial” sin consultar a CEOE, cuestionando directamente las políticas del Ejecutivo. Este gesto fue interpretado por Garamendi como una ruptura de lealtad.

Garamendi, más proclive a mantener canales de diálogo con el Gobierno —como hizo al apoyar la reforma laboral—, percibió ese movimiento como una amenaza directa. Intentó entonces apartar discretamente a Cuerva, ofreciéndole un cargo internacional como compensación. Al negarse este, la batalla quedó servida. El presidente de CEOE decidió apadrinar una candidatura alternativa con De Miguel al frente, dando paso a un pulso de poder sin precedentes recientes.
El voto delegado, centro del conflicto
Uno de los elementos más polémicos de la campaña fue el uso del voto delegado. La dirección de CEPYME intentó eliminarlo alegando falta de transparencia, pero Garamendi y sus aliados presionaron para mantenerlo. El Comité Ejecutivo de CEPYME —de mayoría afín a CEOE— se opuso a la supresión y finalmente Cuerva dio marcha atrás.

Esa cesión al final fue decisiva. Buena parte del apoyo a De Miguel llegó a través de delegaciones de voto organizadas por la estructura territorial y sectorial de CEOE. Sin esa herramienta, la candidatura de Cuerva podría haber salido reforzada, según fuentes internas. La imposición del voto delegado fue vista como una maniobra de control institucional desde CEOE, evidenciando la fragilidad de la autonomía de CEPYME.
'Guerra sucia' y denuncias cruzadas
La campaña estuvo marcada por acusaciones de guerra sucia, filtraciones a la prensa y denuncias de presiones. Cuerva acusó directamente a CEOE de maniobrar en su contra mediante llamadas a organizaciones territoriales con un mensaje claro. “O estás conmigo o estás contra mí”. Desde el otro bando, De Miguel y sus aliados se defendieron denunciando una campaña de desinformación y ataques personales.
Uno de los focos de controversia fue el papel de Lorenzo Amor, presidente de ATA (Asociación de Trabajadores Autónomos) y aliado de Garamendi. Amor apoyó activamente a De Miguel, pese a las advertencias sobre su neutralidad institucional. Además, se reveló que ATA había contratado servicios por más de 260.000 euros a una empresa vinculada a su esposa. Un hecho que no tardó en desatar críticas por posible nepotismo.

Amor defendió la legalidad de los contratos, pero la polémica avivó el discurso de Cuerva sobre prácticas clientelares dentro de la CEOE. Mientras tanto, Garamendi fue salpicado por otra investigación que revelaba que la CEOE había pagado un viaje privado a Roma a su esposa, incluyendo una audiencia con el papa Francisco. Aunque la CEOE aseguró que el gasto estaba justificado, estos episodios erosionaron la imagen de la institución.
Una victoria con heridas abiertas
Con la victoria de De Miguel, Garamendi refuerza su liderazgo dentro de la CEOE a menos de un año de su posible reelección. El éxito en CEPYME funciona como un contrapeso simbólico a las voces críticas. Concretamente, a las que le acusan de centralizar el poder y de actuar con un estilo personalista. Pero el coste de la victoria ha sido alto: la imagen de unidad del empresariado ha quedado severamente dañada.
Casi la mitad de la patronal de pymes ha respaldado a Cuerva. Un dato que indica un malestar real entre organizaciones que reclaman más independencia y protagonismo. De Miguel hereda ahora una CEPYME dividida, con el desafío de recomponer puentes y evitar que la fractura se profundice.
Por su parte, Cuerva se marcha con un discurso de dignidad y defensa de las pymes frente a las grandes empresas. Aunque derrotado, su candidatura ha sido interpretada como una advertencia: existe una base importante que exige cambios en la gobernanza empresarial, más allá de los equilibrios internos de CEOE.

Esta contienda ha revelado tensiones de fondo sobre el modelo de representación empresarial en España. Por un lado, la CEOE como entidad integradora de todo el tejido empresarial. Por otro, CEPYME como voz específica de las pequeñas y medianas empresas, que muchas veces se sienten invisibles frente a los grandes grupos.
El choque entre Garamendi y Cuerva también encierra una pugna sobre cómo relacionarse con el poder político. La elección en CEPYME no solo ha definido una presidencia, sino una hoja de ruta para el futuro del empresariado español.
Ahora, la clave será si Garamendi y De Miguel son capaces de pacificar la patronal y centrarse en los desafíos económicos. Esto es, la reducción de la jornada, el alza del SMI, la digitalización de las pymes y la incertidumbre macroeconómica. Y sobre todo, si podrán hacerlo sin repetir los errores de una campaña que para muchos ha dejado más cicatrices que consensos.
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