
Los entresijos más ocultos de Zara: Cómo crearon su imperio Amancio Ortega y Rosalía
La tienda de camisería 'La Maja' unió a Ortega y Rosalía Mera y fue la cantera de Zara, que ahora cumple 50 años de vida
La popular cadena de tiendas de ropa Zara acaba de cumplir 50 años de vida. La marca, buque insignia del gigante textil Inditex, guarda la historia de unos orígenes humildes. Todo seguido de una escalada a la cima de la moda nacional. Unas décadas antes de la llegada a la empresa de Marta Ortega, actual presidenta del conglomerado, su padre Amancio Ortega levantaba lo que hoy es todo un imperio. Lo hizo en 1975, en A Coruña, con la ayuda de su entonces mujer Rosalía Mera.
Este viernes 9 de mayo, la primera tienda que abrió con el logo de Zara celebraba su aniversario. El local de la calle Juan Florez en la ciudad gallega acogía una especial apertura tras su reforma. Marta Ortega, que estuvo presente, destacó que "la creatividad es el corazón de Zara, es la característica que nos define".

Pero los inicios de la marca no solo se sustentan sobre su creatividad. También por la visión empresarial de un leonés, que empezó como chico de los recados en una camisería, y una gallega diplomada en Magisterio. Esta es la historia de Zara y los entresijos de su creación.
El tándem de Amancio Ortega y Rosalía Mera
Rosalía Mera Goyenechea (A Coruña, 1944-2013) llegó a ser la tercera mujer más rica de España como empresaria y maestra. Apenas nadie sabe nada de ella, salvo que fue la primera mujer del hombre más rico de España, Amancio Ortega, el rey del imperio textil Inditex.
Nació en el barrio de El Matadero, en la zona antigua de A Coruña, justo detrás de la ensenada del Orzán, una playa situada al lado de la de Riazor. Su padre era empleado de la empresa eléctrica Unión Fenosa y la economía familiar no era muy boyante.
La suya era una familia modesta cuyo principal aliciente los fines de semana era compartir mesa y mantel con sus vecinos. A los once años dejó la escuela y empezó a trabajar. Rosalía, a la que de pequeña llamaban “Rosi”, consiguió un empleo de aprendiz en la tienda de confección y camisería “La Maja”. Estaba considerada como la cantera de Zara y el ovillo del Grupo Inditex (Zara, Bershka, Stradivarius, Pull&Bear, Massimo Tutti, Oysho...).
Allí se encontró con Amancio Ortega Gaona (Busdongo de Arbás, 1936), el encargado del almacén. Era un chico leonés, introvertido, educado, sencillo, humilde, respetuoso, pero sin una conversación amplia ni una cultura refinada. Rosi era en cambio una muchacha de ojos vivos. Destacaba por su figura esbelta y su alegría, lo que le proporcionaba un halo de glamour. Pronto enamoró a Amancio Ortega, quien desde su infancia es una persona con amigos contados y poco amante de los actos sociales.

Rosi era la persona encargada de probarse los bañadores que se vendían. “Porque se trata de una prenda que no se puede comprar sin ver antes como sienta”, dicen sus entonces compañeros. “Cuando se hicieron novios, Amancio me pidió que fuese otra la que se ocupase de esta tarea y a mi me pareció lógico”, cuenta José Luís Quintás propietario por aquellos tiempos de la citada tienda.
Tras un noviazgo corto, Rosalía y Amancio se casaron a las cinco de la tarde, hora taurina. Fue en el año 1966 en la parroquia de San José. Como regalo de boda sus compañeros de trabajo le regalaron un reloj de oro. El matrimonio tuvo dos hijos, Sandra y Marcos, este último nació con una discapacidad psíquica.
Se separaron de mutuo acuerdo veinte años más tarde, en 1986. Eso supuso un antes y un después en la existencia de la tercera mujer más rica de España. Dicen que si no se hubiese separado su vida hubiera sido la que estaba más o menos ya predeterminada. Rosalía era la pieza de un proyecto de otro, sin verse reflejada en un proyecto compartido. Era mártir de ser quien era: la mujer de Ortega.
Amancio Ortega nació en un pueblecito del concejo leonés de Villamanín. Y lo hizo un 28 de marzo de 1936, apenas cuatro meses antes del inicio de la Guerra Civil española. Su madre, Josefa Gaona Hernández, era natural de Valoria la Buena (Valladolid). Su padre, Amancio Ortega Rodríguez, también vallisoletano de nacimiento, era peón de mantenimiento de ferrocarril. Esto obligaba a la familia, dado sus continuos cambios de destino, a ir de un lado a otro sin rumbo fijo. Así, poco después de nacer el niño se trasladaron a Tolosa (Navarra) y luego, ya en 1943, se situaron en La Coruña.

Amancio se crió como un gallego más y comenzó a trabajar en el negocio de la confección. Con sólo 14 años ingresó como chico de los recados en una conocida camisería local llamada “Gala”. Posteriormente pasó, junto con sus hermanos Antonio y Josefa, a la mercería “La Maja”.
Poco a poco, el que prosperó en el negocio fue Amancio. Rápidamente ascendió de recadero a dependiente. Allí aprendió junto a su mujer hasta el último secreto del mundo de la confección y de la distribución comercial.
Los entresijos del 'nacimiento' de Zara
Su primera vivienda la situaron en un piso que adquirieron en el barrio de Monte Alto, en la calle Forarey número 25. Muy pronto Ortega se dio cuenta de que trabajando para otros nunca se haría rico. Comprendió que el valor añadido se quedaba en el camino y decidió abandonar “La Maja”.
Abrió su propio negocio para fabricar y vender a precios bajos los cucos y las batas de boatiné. Puso de moda una prenda de guata, de entrecasa y abrigada a la que dio diseño y color. Con mezcla de tonos rosas y vivos azules, que se puso tan de moda en la década de los 60 y 70. Rosalía abandonaría de inmediato la tienda para participar en la creación de este nuevo negocio textil.
Junto a su cuñada Primitiva Renedo Oliveros, la mujer de Antonio Ortega, fueron las primeras que cosieron los cucos para abrigar a los bebés y elaboraron las famosas batas de boatiné. En aquellos tiempos no todas las viviendas disponían de una excelente calefacción. Las batas gorditas para estar en casa venían muy bien a la gran masa de la población. Fueron ellas las verdaderas artífices del éxito, las que emprendieron la nueva aventura empresarial.

Mientras tanto, Amancio Ortega hacía encaje de bolillos para trabajar en “La Maja”. Al mismo tiempo supervisaba el trabajo de su mujer y su cuñada en el taller de la calle San Rosendo. Se trataba de un local de menos de cien metros cuadrados donde se amontaban cuatro máquinas de coser, entre telas y retales.
En menos de un año, Amancio Ortega decidió dar otro paso hacia delante en su camino hacia el éxito. Cambió el taller de la calle San Rosendo por un local bajo en el número 61 de la calle Noya, en pleno barrio coruñés de Os Mallos. Allí, en el nuevo negocio dedicado principalmente a la lencería, la plantilla del personal era también escasa. Estaba formada fundamentalmente por sus hermanos Antonio y Josefa, por su madre Josefa Gaona, su cuñada Primitiva Renedo y su mujer Rosalía de Mera.
Más tarde, ya empiezan a trabajar hasta treinta empleados en una fábrica para mayoristas que diseñaba una bata que se comercializaba con la marca “Goa”. Tomó para su nombre las iniciales del empresario en sentido inverso. Para ello, en 1963 fue creada la sociedad Goa Confecciones, el germen de Zara España S.A.
Sin embargo, llegó un momento en el que también Amancio abandona su trabajo en la tienda. Entonces comienza a vender por toda España sus batas de boatiné. Dicen sus entonces vecinos que era un hombre pegado a una maleta. Rosalía y Amancio ya habían cambiado su modesto domicilio trasladándose a vivir al Paseo de Ronda, puerta con puerta con toda la familia Ortega. El hermano de Amancio vivía en el séptimo y los padres en el décimo. Y ellos ocupaban dos pisos de las últimas plantas.

En ese periodo, desde 1963 hasta 1975, el negocio de batas y camisones experimenta un crecimiento sostenido. Y como esta primera aventura empresarial tuvo éxito, el matrimonio Ortega se anima a embarcarse en un proyecto mucho mayor. Sin dejar de ser fabricantes, como se convirtieron también en distribuidores y en vendedores, surge como una necesidad la tienda Zara. Abrió en mayo de 1975 su primera tienda en A Coruña, en pleno ensanche, en la calle Juan Flórez, números 64-66.
Allí se vendían los jerseys a 500 pesetas. Hoy es un nombre mundialmente reconocido gracias al Registro de Patentes y Marcas que le vetó el nombre que inicialmente habían elegido: Zorba. Ya en diciembre de 1975 se abre la segunda tienda Zara en la calle Torreiro, en el corazón de la urbe tradicional coruñesa. Un emplazamiento privilegiado, pues los Ortega ya tenían claro por entonces que debían elegir sitios céntricos donde instalarse. De ahí que siempre han centrado en el reclamo de los escaparates las perspectivas de su éxito.
Una de sus características, como empresa, es que no han recurrido nunca a la publicidad. Y ya hasta muy entrado el éxito nunca fueron famosos ni conocidos. “La fama mata los proyectos. La fama saca los proyectos del ámbito de lo íntimo. El poder trabajar sin expectativas por parte de los demás permite al sujeto estar mucho más tranquilo y relajado. De esta manera se pueden asumir los fracasos como parte del proyecto, algo que desde luego no te permiten cuando hay demasiadas expectativas. Y lo que está fuera de toda duda es que no hay posibilidad de desarrollarse sin que uno se equivoque», apunta Rosalía.
Su éxito, bajo el anonimato, iba creciendo y sus cuentas corrientes van engordándose. En 1979 había ya seis tiendas Zara en A Coruña, Vigo, Lugo y Ourense. El proceso de expansión fue in crescendo. Y en junio de 1985 deciden dar otro salto creando Inditex (Industria de Diseño Textil SA), empresa cabecera del grupo. Todo con el fin de aglutinar las distintas actividades mercantiles derivadas del negocio de distribución de moda.
Tras el fuerte proceso de crecimiento en España en la década de los ochenta, el grupo adquirió velocidad de crucero. Tres años después su creación, los Ortega abren su primera tienda fuera de España, en Oporto (Portugal). Iniciaron así un recorrido cuyo éxito es un caso de estudio a nivel mundial. El imperio Ortega abarca, entre otras, cinco importantes cadenas de moda. Tres de creación propia, Zara, Pull & Bear y Bershska, y dos adquiridas a empresas españolas, Massimo Dutti (1985), y Stradivarius, (1999). También cobija a otras empresas ajenas a la confección como financieras, distribuidoras, aseguradoras, inmobiliarias e incluso promotoras inmobiliarias.
Para Luisa Kroll, de Forbes, “Amancio Ortega representa una de las historias más impresionantes. Ha realizado una maravillosa política de fabricación y distribución, que hace que nuevos productos lleguen a estar a la venta en un plazo de tres semanas desde su finalización". Hoy todo el operativo se mueve desde el polígono industrial de Sabón (Arteixo) donde Inditex tiene situado su cuartel general.
Del ascenso de Zara a la caída del matrimonio Ortega-Mera
Pero mientras que el negocio de los Ortega marchaba a buen ritmo, su matrimonio, en contraste, naufraga a la misma velocidad. El nacimiento el 1 de mayo de 1971 del segundo hijo de la pareja, Marcos, con una discapacidad psíquica (parálisis cerebral) distancia mucho al matrimonio. Este nacimiento y sus problemas añadidos hacen que Rosalía se aleje del trabajo y de la empresa familiar.
Rosalía pasa a dedicarse en exclusiva al cuidado de su hijo Marcos. Mientras, su marido se dedica en cuerpo y alma a forjar su imperio. Son años de pura entrega al proyecto empresarial por parte de Amancio. Dicen que trabajando de sol a sol y sufriendo. Incluso, un serio revés al querer emular la fórmula de los almacenes donde se vendía de todo. Esto le obligó a volver a empezar desde un principio. Sin embargo, a Rosalía Mera eso ya le importa menos. Cambia radicalmente el proceso de su vida y retoma los estudios que había abandonado en primaria. Empieza a estudiar formación profesional en la rama sanitaria. Y muy pronto se pasa a la de magisterio.

El auge del imperio empresarial de su marido no le afecta en nada, muy al contrario, y ya en 1986 se produce su separación matrimonial. Desde ese año se ocupa y preside la Fundación Paideía, su eje vital. Fue creada para luchar por la reaserción de personas discapacitadas y con minusvalía psíquicas. La Fundación concede anualmente un premio con el nombre del hijo del matrimonio, Marcos Ortega Mera. Era un guiño al niño de sus ojos, el menor de sus dos hijos.
En septiembre de 1998, la sociedad Zara firmó un convenio de colaboración con la Fundación. Se comprometía a aportar una cantidad de 300.000 euros anuales, por un período inicial de cinco años.
Fue a partir de 2001 cuando la Fundación de Rosalía cambió de nombre. Pasó a denominarse Padeia Galiza, no dependiendo ya para nada de Inditex. Este hecho coincidió también en el tiempo con que Amancio Ortega creaba su propia fundación que lleva su nombre. Se situó finalmente en Arteixo, donde está el corazón de su grupo textil.
La otra hija del matrimonio, Sandra Ortega Mera, estudió en un instituto público, aunque en su infancia pasará por el colegio de monjas Las Esclavas de A Coruña. Estaba muy vinculada a su madre y no trabajaba con su padre en la empresa textil.

Rosalía Mera recibió a raíz de la salida a bolsa de Inditex 92.709 millones de pesetas por la venta de una parte de su paquete accionarial de Inditex (37.904.348 acciones). Aunque conservó ese 6,99 % que le permitía ser todavía la segunda máxima accionista del grupo.
Al margen de Rosalía, la vida personal de su ex marido, Amancio Ortega, un hombre hecho a sí mismo, también merece un punto y aparte. Ese trabajador leonés reconvertido en empresario se encuentra entre los diez hombres más ricos del mundo. Su fortuna está estimada en 124.000 millones de dólares (110.188 millones de euros). Un patrimonio formado a pesar de ser un hombre que no fue a ninguna universidad renombrada. Ni nunca en su juventud se codeo con los herederos de las grandes fortunas empresariales españolas. Hoy el dueño de Inditex ocupa el noveno puesto en el ranking por la cuantía de su riqueza.
El papel de Flora Pérez en Inditex
Mucho antes de su divorcio con Rosalía, Amancio Ortega inició una relación sentimental con Flora Pérez Marcote (A Coruña, 1952), en sus inicios trabajadora de Inditex. Tras 19 años de convivencia juntos, se casaron por lo civil en el año 2002 en el Pazo de Anceis. Fue una vez que el grupo textil salió a bolsa (mayo 2001).
Parece claro que la clarificación patrimonial y organizativa del imperio Inditex, en los días anteriores a la OPV, era necesaria tanto para que Ortega pudiera sacar su empresa al parqué como para separarse de su primera esposa. Ortega conoció a su actual mujer cuando trabajaba como dependienta en el Zara de la calle coruñesa de Torrerio. Flora era la encargada de esta tienda, la predilecta de Amancio.

Su relación con Flora fue paralela con el inicio del declive de su matrimonio. En un último intento por salvarlo, 'Flori', como es conocida, fue trasladada a la tienda de Zara en Vigo. Allí también ejerció como encargada. Dicen que toda esta operación de “destierro” fue ideada por la hermana mayor de Amancio, Josefa, amiga de Rosalía. Pero ni por esas la situación se arregló. Amancio Ortega abandonó finalmente el domicilio familiar. Se instaló en solitario en un edificio situado en la céntrica plaza coruñesa de Ourense, en los números 7-8. Incluso, a veces, llegó a dormir en una habitación que se había preparado en la fábrica.
Tuvieron que pasar unos años, aún casado oficialmente Ortega con Rosalía Mera, para que el empresario comenzara a convivir ya con Flora. Dicen de ella sus conocidos que es una chica sencilla, no muy dada a la ostentación. Que es alegre, viva y que no se le escapa detalle alguno que pueda perjudicarle. Que tras su matrimonio, Flora no tuvo duda alguna en entrar en el consejo de Inditex.
Amancio y Flora tuvieron en 1983 una hija, Marta. La vida de la joven tampoco ha sido siempre un camino de rosas. Cuando ella nació, su padre estaba todavía legalmente casado con Rosalía Mera. Flora y la niña vivieron solas en Vigo durante varios años, a la espera de que Amancio arreglase la situación con su esposa legítima.

Aquel divorcio se llevó a cabo con una discreción exquisita: nada se supo de los términos del acuerdo y los protagonistas nunca dieron que hablar. Una vez que fue posible, Amancio se unió a la madre de su tercera hija. Los tres se instalaron en A Coruña, en un piso amplio y céntrico, pero en absoluto parecido a un palacio.
La hija menor de Amancio Ortega es el ojito derecho del fundador de Zara. La ahora presidenta del grupo textil tuvo una educación exquisita y una pasión: los caballos. Su disciplina, su constancia y concentración le llevaron a convertirse en una de las principales promesas de la hípica en España. Su pasión por los caballos se la ha transmitido su padre. Era capaz de coger su avión Falcon 900 y desplazarse hasta el Reino Unido para comprar los mejores caballos para su hija. De hecho, por y para su niña, Amancio Ortega construyó el espectacular Centro Hípico Casas Novas.
Como es habitual en la familia Ortega, Flora Pérez también ha trabajado en la compañía que preside su marido, en concreto en la firma Bershka, en su departamento de Diseño. Pero además Ortega cedió en el año 2003 a su segunda mujer un 1,98% del capital de su grupo textil.

El fundador de Zara y su segunda mujer han ido creando un imperio paralelo con los fondos que genera Inditex. Sin embargo, Amancio Ortega ha intentado siempre pasar lo más inadvertido posible. Tardó años en dar a conocer su fotografía. Una copia de la fotografía de su documento nacional de identidad publicada por El Mundo en 1995 fue su primera imagen pública. No concede entrevistas, no da ruedas de prensa, no acude a las juntas de accionistas.
Tras la salida del grupo textil de José María Castellano, la mano derecha de la familia Ortega en sus negocios pasó a ser el abogado del Estado Pablo Isla Álvarez de Tejera. Fue presidente de la tabaquera Altadis.
Durante años Ortega confió en su sobrino político y director general, Juan Carlos Rodríguez Cebrián, pero ya no lo veía en el puesto de mando del grupo. Rodríguez Cebrián, casado la única hija de Antonio Ortega Gaona, María Dolores “Loli”, se reveló pronto como el segundo patrón de Inditex. De toda la familia, era la persona con más ascendiente sobre Ortega.
Pero con la llegada de Pablo Isla y una vez que su tío le comunicó la nueva estructura, Cebrián se sintió traicionado y presentó de inmediato su dimisión. Que Amancio le aceptó.

Pero si hay una gran beneficiada de la llegada de Pablo Isla a la empresa, esa ha sido Flora Pérez. Desde ese momento vio incrementada su capacidad de influencia y poder. Precisamente, dos de sus hermanos ascendieron posiciones y figuraron en los órganos de gobierno de la empresa: uno en el Comité de Dirección; y otro, en el Comité de Negocio.
El holding agrupa a un centenar de sociedades relacionadas con la confección que garantizan la integración vertical completa. Pero el imperio Ortega no sólo cubre los flecos textiles, sino también la logística, comercialización, construcción, inmobiliaria, finanzas, comercialización. Además de la generación energética, concesionarios de automóviles, navieras o gestión de fondos de inversión.
Siempre en estos casos surgen varios interrogantes: ¿Por qué motivo alguien que es inmensamente rico sigue trabajando? ¿Es por vanidad o porque busca el prestigio social? ¿Será que en el fondo lo que quiere es ganar más dinero?

A esta pregunta, Rosalía de Mera le contestaba al periodista Carlos Sánchez: “No hay una respuesta única. Hay un poco de todo. Un poco de vanidad tampoco está mal, siempre que esté legitimada. Construirse una identidad a través del hacer, además de ser una responsabilidad social y cívica, ayuda a sentirse bien íntimamente. Lo que hace que un empresario continúe con su trabajo son los compromisos adquiridos y el propio concepto de creación; el empresario ama su creación y, al igual que ocurre en las familias, uno nunca deja de tutelar a los hijos”.
En nuestra sociedad casi todos los textos se escriben centrándose en una sola persona, quizá influenciados por la mitología del héroe. Pero no es así. Zara, sin Rosalía, no sería Zara. Amancio Ortega sin Flora Pérez, no sería él. Y Flora sin su hija Marta, no sería Flori. Mujeres con carácter y personalidad. Si Amancio Ortega fue valiente, sus mujeres no lo fueron menos. Probablemente lo han sido más.
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