“Son niños matando a niños”, me decía Nines apesadumbrada el día que la conocí. Su hijo Isaac, con apenas dieciocho años, había muerto apuñalado seis días atrás en el barrio de Pacifico, Madrid, por negarse sistemáticamente a formar parte de ninguna banda latina, por resistirse a que su música fuese prostituida como reclamo y bandera para otros jóvenes por ninguna de estas organizaciones. Cuatro meses después, el pasado noviembre, los agentes del Grupo de VI de Homicidios de la Policía Nacional procedían a la detención de los presuntos culpables, tres menores de edad y un chico de 18 años, David Bárcena, autor confeso de los hechos, todos ellos integrantes de la banda latina Domenican Don´t Play. Nines no se había equivocado… eran niños matando a niños.

Afirmar que Madrid vuelve a tener años después un serio problema con las denominadas bandas latinas no es crear ninguna alarma, lo contrario supone cerrar los ojos ante la realidad. Son varios los jóvenes asesinados por integrantes de estas organizaciones criminales en la capital en el último año, ello sin contar los numerosos heridos por arma blanca, algunos de ellos de gravedad, en diferentes reyertas ocurridas en distintos puntos de la comunidad.

Y lo que aún resulta más preocupante es comprobar cómo la mayoría de esos hechos delictivos están íntimamente relacionados. Alejandro Pérez Carmona, “El Pérez”, el último joven asesinado en Madrid supuestamente a manos de los Trinitarios, era un destacado miembro de la banda rival, los Domenican Don´t Play. Su imagen aparece claramente reconocible en algunos de los videos clips que los presuntos asesinos del rapero Isaac habían grabado y publicado en la red poco después de cometerse el asesinato. De igual manera, los investigadores consideran que estuvo presente en la reyerta ocurrida el pasado mes de febrero en la calle Atocha y que ocasionó el fallecimiento de “Pepe El Guerrero”, un menor de edad perteneciente a los Trinitarios. Ese fue el motivo de que el pasado miércoles, en el barrio de Villaverde, fuera interceptado y asesinado por un grupo de unos diez jóvenes supuestamente miembros de la banda rival.

Quien todavía a día de hoy pretenda minimizar el problema de las bandas latinas, intentando compararlo con las pretéritas reyertas entre miembros de tribus urbanas, quien pretenda convencer de que se trata de hechos aislados e inconexos, argumentando jurídicamente que no pueden considerarse organizaciones criminales, tal y como recientemente hiciera don Santiago Pedraz, titular del Juzgado Central de Instrucción nº 5 la Audiencia Nacional, con todos mis respetos, considero que está haciendo un flaco favor a la sociedad, permitiendo por inacción que lo que ya es a día de hoy un serio problema se convierta en poco tiempo en un peligroso monstruo difícil de combatir.

Parece que irremediablemente estamos condenado a olvidar prematuramente todo aquello que nos incomoda. Hace ya quince años la Policía Nacional combatía activamente a los antecesores de las actuales bandas latinas. Numerosas fueron las operaciones policiales contra aquellos grupos delincuenciales en todo el territorio nacional, consiguiendo el práctico desmantelamiento de los Latín King, los Ñetas, los Bloods, los Forty Two, los DDP y los Trinitarios. Aquellos grupos criminales, como ya se demostró en su momento con la ayuda de los jueces y los fiscales, no eran simples delincuentes juveniles que operaban de forma autónoma e inconexa unidos por una estética o una simbología determinada.

Menores en un videoclip de una banda latina.

Se trataba de auténticas organizaciones criminales, completamente jerarquizadas, estructuradas y cuyo única razón de ser era la comisión de actos delictivos de distinta índole, desde delitos de tráfico de drogas y armas, extorsiones, explotación sexual de mujeres, robos con violencia y, por supuesto, la comisión de homicidios y lesiones graves especialmente contra los miembros de las organizaciones considerada rivales, o de cualquiera que osara interponerse en su camino…no debemos permitir que el monstruo vuelva a crecer.

No hace demasiado tiempo, nos remontamos al año 2014, el Tribunal Supremo ya consideró organización ilícita a los Domenican Don´t Play. Ello implicaba, pura y llanamente, la comisión de un delito por el mero hecho de pertenecer a dicho grupo. Dicha sentencia se vería refrendada por numerosas resoluciones posteriores dictadas tanto por las distintas Audiencias Provinciales como por el propio Tribunal Supremo.

Parece claro que contamos con los mecanismos suficientes por parte de los distintos cuerpos policiales y de la Administración de Justicia para poner freno al problema de las bandas latinas. Debate distinto seria si desde las administraciones públicas se está haciendo lo suficiente desde la prevención y la educación para evitar que cientos de jóvenes caigan en ese abismo de violencia. Pero dichos mecanismos hay que hacerlos valer. Me resulta decepcionante que muchos miembros de la Fiscalía, al igual que algunos jueces, “se la cojan con papel de fumar”, permítaseme la expresión, a la hora de dictaminar la pertenencia a organización criminal de algunos de estos jóvenes.

Evidentemente no existe un carnet de miembro de banda latina, ni un registro de afiliados, pero cuando un investigado por un delito relacionado con este tipo de grupos, por ejemplo, aparece en multitud de videos compartidos en redes junto a otros probados miembros de determinadas organizaciones, realiza exhibición pública de todo tipo de simbología y lenguaje endogámico perteneciente a ese tipo de bandas, su nombre aparece reseñado junto el de otros acreditados miembros de dichas organizaciones en multitud de atestados policiales, y en el registro que se practica en su vivienda se encuentran numerosas armas blancas, desde navajas a bolo machetes, no es una locura afirmar su pertenencia a una banda latina, a una organización criminal.

Y ello no es una cuestión baladí, pues acreditada la pertenecía a lo que se considera una organización criminal, las penas a las que estos individuos se enfrentarían se verían notablemente aumentadas, no sólo por el delito en sí de pertenencia a dicha organización,  sino también por el agravante que ello puede suponer respecto los delitos de asesinato, pudiendo conllevar la prisión permanente revisable. Presión policial, sentencias y condenas ejemplarizantes, educación y reinserción. Esto no es un juego de niños.