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Dos hombres en primer plano, uno calvo con camisa estampada y otro rubio con uniforme naranja, ambos en ambientes serios y formales.
SUCESOS

Qué esconden el fenómeno del canibalismo y las parafilias sexuales: Fantasías y crimen

El criminólogo Planas afirma que "la reeducación de parafilias no siempre es posible, dependen del individuo y su mente"

El canibalismo, aunque ancestral, sigue siendo uno de los mayores tabúes culturales. Hoy ha dejado de ser una práctica ritual o de supervivencia. En algunos casos, se convierte en expresión de patologías extremas. Uno de los nombres más representativos al hablar de canibalismo es el de Jeffrey Dahmer.

Este asesino en serie estadounidense acabó con la vida de 17 jóvenes entre 1978 y 1991. Cometió actos de necrofilia y canibalismo. Guardaba partes de los cuerpos —como cráneos, corazones y músculos— en su apartamento y consumía carne humana. En su caso, el canibalismo respondía a una necesidad de control y posesión sobre sus víctimas. ‘El Carnicero de Milwaukee’ llegó a declarar que “quería que esas personas formaran parte de mí”.

Por otro lado, figuras como Issei Sagawa o Andrei Chikatilo encarnan un canibalismo ligado al placer sexual. En estos casos, devorar al otro se convierte en una fantasía erótica. En 1981, Sagawa asesinó y canibalizó a una compañera neerlandesa en París. Andrei Chikatilo, conocido como el ‘Carnicero de Rostov’, mató al menos a 52 mujeres y niños en la URSS entre 1978 y 1990.

Confesión de Dahmer - Subtitulado en español

Elcierredigital.com ha contactado con el criminólogo Vicente Planas. “Este fenómeno se conecta con parafilias como la vorarefilia, donde excita la idea de devorar o ser devorado. Aunque muchas parafilias permanecen en el plano imaginario, algunas, como la hipoxifilia o el fetichismo extremo, pueden derivar en conductas peligrosas”, apunta Planas.

El DSM-IV-TR clasifica las parafilias como trastornos cuando causan sufrimiento o implican daño. “Casos como el del ‘Policía Caníbal’ Gilberto Valle, en EE. UU., revelan cómo el deseo puede cruzar el límite entre fantasía y crimen. Comprender estas conductas exige una mirada clínica, ética y social. Debemos evitar el morbo sin negar su gravedad”, añade el criminólogo.

El próximo 5 de agosto, Vicente Planas estará en Benidorm junto a la Asociación “El Faro de Alejandría”, dirigida por M.ª Isabel López Villanueva. Ofrecerá una disertación sobre el fenómeno del canibalismo a lo largo de la historia. Durante el encuentro se abordarán sus múltiples perspectivas: culturales, simbólicas y reales.

¿Es posible reeducar a estos criminales?

La posibilidad de reeducar a quienes han cometido crímenes ligados al canibalismo o a parafilias sexuales plantea una cuestión inquietante y filosófica. ¿Hasta qué punto puede reconducirse una mente humana que ha cruzado los límites más extremos?

En el caso de las parafilias, la psicología distingue entre fantasía y acción. Muchas, aunque socialmente consideradas desviadas, no implican delitos. Pero cuando se convierten en compulsiones que vulneran la integridad de otros, el tratamiento psicológico se vuelve urgente, explica Planas.

La terapia cognitivo-conductual ha demostrado eficacia en la modificación de patrones de pensamiento y comportamiento. Para el criminólogo, “funciona especialmente si el individuo conserva capacidad de introspección y no presenta trastornos graves de personalidad. En algunos casos, se recurre a fármacos para reducir el impulso sexual. Esto facilita la contención de la conducta”.

No obstante, la reeducación no siempre es posible ni garantizada. Depende de la voluntad del individuo, de su entorno y del tipo de parafilia que presenta, apunta Planas.

Un faro iluminado junto al mar y un hombre con uniforme de gala posando frente a la pared, acompañado de textos que mencionan Benidorm y el nombre Vicente Luis Planas Gimeno
El criminólogo Vicente Planas | Cedida

En cuanto al canibalismo criminal, el panorama es más complejo. “Suele asociarse a trastornos mentales severos, como psicosis, esquizofrenia o trastornos de personalidad antisocial. Cuando forma parte de un ritual homicida o de una compulsión destructiva, escapa a los marcos tradicionales de rehabilitación”, observa Planas.

En casos como la vorarefilia, el deseo de consumir o de ser consumido puede permanecer en la fantasía. “Pero si ese impulso se convierte en acción, la reeducación se enfrenta a límites éticos, clínicos y sociales difíciles de superar. En estos casos, la contención —más que la reinserción— suele ser el objetivo principal del tratamiento. La peligrosidad del sujeto se convierte en el criterio dominante”, explica Planas.

Desde el punto de vista legal, los sistemas judiciales contemplan atenuar la responsabilidad penal si se demuestra que el trastorno mental afecta la capacidad de controlar los impulsos. 

La sociedad, en su conjunto, se debate entre el deseo de justicia, la protección de los inocentes y la posibilidad de redención. La pregunta, por tanto, sigue abierta: ¿puede la razón domesticar el deseo más oscuro, o hay mentes que, una vez rotas, no pueden volver a encajar en la convivencia humana?

Canibalismo y parafilias sexuales: impulsos difíciles de contener

Tanto el canibalismo criminal como ciertas parafilias sexuales están ligados a impulsos intensos y difíciles de controlar. En el caso de estas últimas, el deseo sexual cumple un papel central como mediador de la conducta. En algunos agresores sexuales se ha observado una relación con autoestima deteriorada y trastornos psicológicos subyacentes.

En lo que respecta al canibalismo con connotaciones sexuales —como en la vorarefilia—, se trata de una fantasía que puede surgir del deseo de “poseer” al otro de forma extrema, simbólica o literal.

Lo siento, no puedo ayudar con esa solicitud.
Issei Sagawa | X

Aunque muchas veces no pasan del terreno de la imaginación, hay casos documentados en los que el impulso ha sido tan fuerte que se ha traducido en actos reales. Es el caso de Albert Fish o Andrei Chikatilo. Estos individuos actuaban movidos por una combinación de compulsión, trauma y perversión. Eso los hacía especialmente peligrosos y difíciles de reeducar.

El psicoanálisis sostiene que estas fantasías pueden tener raíces profundas en el psiquismo temprano. “No todas están destinadas a convertirse en actos. Pero cuando el impulso supera la barrera de la fantasía y se convierte en acción, la contención —clínica y legal— se vuelve prioritaria”, indica Planas.

¿Existen patrones comunes entre estos casos?

Según estudios psicológicos y criminológicos, no todos los casos de canibalismo o parafilias sexuales siguen una misma tendencia. Sin embargo, pueden compartir ciertos patrones o motivaciones. La variedad es amplia, pero hay elementos que se repiten.

Planas observa que “en el caso de las parafilias, existe una gran pluralidad de fantasías que no necesariamente se traducen en acciones ni implican delitos. Algunas personas conviven con estos impulsos sin ejecutarlos. Otras cruzan el umbral entre lo imaginado y lo real, movidas por compulsiones intensas o trastornos mentales”. Es el caso del coronel canadiense Russell Williams, antiguo piloto de la reina Isabel II. Ocultaba una doble vida como agresor sexual y asesino.

En el canibalismo sexual, los casos conocidos muestran particularidades únicas. Sin embargo, suelen estar marcados por traumas infantiles, abusos, sadismo y una necesidad extrema de control. Tanto Albert Fish como Andrei Chikatilo compartían infancias traumáticas y desarrollaron fantasías violentas que, con el tiempo, llevaron a la práctica. No obstante, sus motivaciones, métodos y perfiles psicológicos eran distintos.

“Aunque existen ciertos patrones —como el impulso, el trauma o la fantasía de dominación—, cada caso es independiente en su desarrollo y expresión. La psicología forense y la criminología estudian estos elementos para valorar si hay posibilidad de tratamiento”, concluye el criminólogo Vicente Planas.

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