Peores asesinos en serie (IV): Así vive Joaquín Ferrándiz, el psicópata de Castellón

En esta cuarta entrega de los peores asesinos en serie abordaremos la historia de Joaquín Ferrándiz. Este criminal sembró el pánico en la Comunidad Valenciana tras acabar con la vida de cinco mujeres entre 1995 y 1996.

Los forenses y criminólogos coincidieron en que era un asesino depredador, que vigilaba y controlaba a las víctimas para acercarse a ellas. “Él quería sentir poder sobre las víctimas y sus crímenes eran muy violentos”, aseguró en su momento el criminólogo Vicente Planas.

Ingresó en la prisión de Herrera de la Mancha -donde permaneció toda su condena- de forma preventiva en 1998. En el año 2000 la Audiencia Provincial de Castellón, le condenó a 69 años de prisión. No obstante, obtuvo la libertad el 22 de julio de 2023 tras 25 años en prisión. 

Al salir de prisión dijo: “Nunca volveré a Castellón por respeto a las víctimas”. Algo que resultaba absurdo, ya que la sentencia que le condenó le prohíbe acercarse a Castellón, Benicàssim, Onda y Villarreal al menos hasta 2028. 

También señaló: “Me marcho al extranjero para no molestar a nadie y poder rehacer mi vida”. En ningún momento especificó a qué país y desde entonces no se ha vuelto a saber nada del asesino. 

Su vida en prisión

Ferrándiz estuvo interno en el recinto penitenciario de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real, desde 1998. En 2022 efectuó sus primeras salidas a la calle, en concreto tres, tras pedir los permisos correspondientes. 

Los permisos penitenciarios los pasaba tutelado en la residencia de los Padres Trinitarios. En un piso en Valdepeñas del sacerdote de Herrera de La Mancha que colabora con una asociación que favorece la reinserción de presos.

Los vecinos de la localidad de Valdepeñas aseguraron que se sentía inseguros con su presencia y su inminente puesta en libertad. De hecho, llegaron a recoger firmas para que Ferrándiz abandonase Valdepeñas.

En prisión trabajó como operario de reparto de productos de limpieza. Gran parte de su estancia permaneció en el módulo de Enfermería alejado de la población más conflictiva.

En la cárcel de Herrera la Mancha, Ferrándiz coincidió con otros asesinos como José Bretón, Miguel Carcaño, Tony King y Santiago del Valle. Con el primero forjó un gran vínculo, de hecho, Bretón se apoyó mucho en Ferrándiz después de su intento de suicidio.

En todos estos años en la cárcel, el asesino en serie no protagonizó ningún tipo de incidente con otros reclusos. Sin embargo, no aceptó someterse al programa de rehabilitación que el Ministerio de Interior dispone para asesinos en serie. 

La historia de Joaquín Ferrándiz

Joaquín Ferrándiz ya estuvo en prisión a finales de los ochenta, como autor de una agresión sexual. Durante su estancia en la cárcel, compartió celda con un sujeto que había matado a su esposa.

Este hombre se jactaba del crimen cometido y los detalles y descripción de lo sucedido le sirvió a Joaquín para construir su faceta criminal, imitando el modus operandi de su compañero.

En 1995 Ferrándiz fue liberado gracias a la presión ejercida por amigos y familiares convencidos de su inocencia. Se le otorgó la libertad condicional gracias además a su buen comportamiento y su participación en el boletín de la prisión.

Tras salir de prisión, el exconvicto decidió trasladarse a la ciudad de Castellón de la Plana. Allí vivió con su madre y empezó a trabajar en una compañía de seguros de coches. Cuando se conocieron sus crímenes, sus compañeros de trabajo lo describieron como una persona normal. Realmente, Ferrándiz ocultaba que detrás de esa apariencia se escondía un depredador sexual.

Entre los años 1995 y 1996, Joaquín Ferrándiz Ventura, siendo agente de seguros en Castellón, acabó con la vida de las jóvenes Sonia Rubio, Natalia Archelós, Mercedes Vélez, Francisca Salas y Amelia Sandra García. La aparición de los cuerpos sembró el pánico en la población y puso en jaque a las autoridades de la zona.

Sonia Rubio era una joven profesora de 25 años cuyo cadáver fue descubierto en Benicassim en noviembre de 1995. Su cadáver apareció desnudo y amordazado, además de con evidentes signos de violencia.

Al igual que su segunda víctima, Amelia Sandra, ambas fueron abordadas de madrugada, tras salir de una discoteca. Las otras tres víctimas se dedicaban a ofrecer servicios sexuales. Algunas de las víctimas fueron violadas, ya que Ferrándiz les introdujo objetos en las zonas íntimas.

En la sentencia se consideró probado que las mujeres subieron de manera voluntaria al vehículo del asesino. En todos los casos ató las manos de las víctimas cuando se encontraban confiadas para evitar que se resistieran mientras las estrangulaba.