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Un hombre mayor con vestimenta clerical hablando frente a un micrófono en un estudio con un lazo negro en la esquina superior izquierda.
SUCESOS

Muere el padre Rizo, el cura de Vallecas que puso de moda la misa flamenca en España

ElCierreDigital hizo la última entrevista al Padre Rizo antes de fallecer a los 97 años, a un luchador nato del flamenco


Bartolomé Rizo Pastor, conocido como el padre Rizo, el sacerdote que puso en marcha la misa flamenca ha fallecido a sus 97 años. Lo hizo hace unos días en una residencia del distrito de Chamberí, donde últimamente vivía. Y lo ha hecho en el silencio que él siempre busco.

Tuvo que ser un amigo suyo el que descubriera la muerte del padre Rizo al ver que no respondía a sus llamadas y que desde el centro religioso no se lo ponían al teléfono. Al presentarse allí para saber cuál era su estado le contaron que había fallecido. Y lo hecho en el silencio ‘de Díos’. 

Su última entrevista en vida se la concedió a elcierredigital.com. Por su interés histórico la reproducimos en este reportaje. Pero lo más significativo, a día de hoy que sabemos de su muerte, es lo que él me decía: “Yo no estoy preparado para esto[...]Ya le he dicho a San Pedro que me lleve pronto junto a él”.

La vida luchadora del padre Rizo

El padre Rizo nació en Vallecas, en el año 1928, se crió en ese barrio obrero de Madrid y formó parte de esos movimientos obreros desde la Iglesia española, él como franciscano.

Permaneció junto al mediático padre Llanos (el jesuita José María de Llanos Pastor), aunque con distancia perimétrica dentro de lo que era Vallecas. Pero siempre luchando por ese movimiento obrero en el tardofranquismo.

Dos hombres sentados frente a micrófonos en un estudio con el logo de
El padre Rizos junto a Juan Luis Galiacho | El Cierre Digital

El padre Rizo fue el primer sacerdote español que ofreció una misa en flamenco. Fue el 6 de enero de 1970. Desde entonces, el padre Rizo se convirtió en una de las estrellas del flamenco dentro de la Iglesia española, por no decir el principal. 

Cantaba por Soleá, por Seguidilla, por Granadina, tocaba todos los palos. Junto a él han cantado en las iglesias de Madrid los grandes de flamenco como el Merenguito o el guitarrista José Manuel Montoya.

Sus últimos años los pasó viviendo en una residencia de curas muy cerca de La Filoxera, en el barrio madrileño de Chamberí. Una residencia donde llevaba ya 10 años. El padre Rizo se ha ido a sus 97 años con el silencio que tanto buscaba.

Entrevista al padre Rizos de El Cierre Digital

Nuestra cultura necesita recordar a los grandes, a los que han formado esa unidad de España, sea del partido que sea, como dice el padre Rizo: "Sin política alguna, sino simplemente estando con todos, con el pueblo, con el prójimo".

Y eso es lo que ha hecho el padre Rizo desde el punto de vista eclesial y, fundamentalmente, uniendo el flamenco con la iglesia. Esta fue la última entrevista concedida por el padre Rizo.

- Padre, cuéntenos un poco, reducidamente, porque es muy larga su trayectoria, cómo entró usted de sacerdote, cómo le dio por el flamenco, su barrio de Vallecas, aquellos años 70.

- Es sencillo y al mismo tiempo un poco complicado. Mi familia tenía un ventorro al final de la calle de Méndez Álvaro, en una huerta a la que iba mucha gente.

Mi padre era un gran aficionado a la guitarra. ¿Esta guitarra, no?... Más o menos. Y cuando daba de mano los sábados nos reuníamos los cinco hermanos alrededor de él y tocaba soleares y granaínas y nos hacía escuchar y cantar. Así once años. Y así llegamos a aprender.

- Precisamente, muchos se preguntan que ¿cómo es que usted ha aprendido el flamenco siendo cura?

- Yo no he ido a ninguna taberna ni a ningún colmado raro ni nada. Mi padre es el Dios que me ha enseñado todo. Y cuando más tarde me fui al seminario yo seguía con mi afición. Tenía 18 años y era analfabeto, no tenía estudios. Y una familia me pagó mis estudios.

Entrevista al padre Padre Bartolomé Rizo por Juan Luis Galiacho

Bueno, a partir de ahí, empecé a cantar en seminario, ¿entienden?... La verdad es que para mí fue una sorpresa muy grande estar dentro del seminario, en la iglesia, y a los diez o doce años ya ordenarme sacerdote. Y siempre me he rodeado de gente y de feligreses que poco a poco me han animado. Incluso más que yo.

Porque claro, muchas veces a uno le gusta una cosa, pero al que escucha no le gusta y hay que ir con cuidado. Por lo demás, pues aquí estoy, a veces con cierto disgusto.

En televisión solo escucho cantar más que alegría, vientos y... ¿dónde está el cantejondo?

- Por qué usted es un gran aficionado del cantejondo, ¿no?

- Hombre, es que yo creo que no todo es flamenco. El hecho de que no se cante ni una soleá ni una seguidilla antigua, no lo comprendo. Porque la soleá es meditación, la seguidilla es meditación, no es nada de juerga. Pero eso no es comercial y no interesa.

Lo que es comercial es la bulería, el zapateado, el pum, pum, pum, pum... Y eso no es solamente el flamenco, el flamenco es mucho más, son las soleás, los cantes de Murcia, de la mina, de la unión. Todo esto son cantes que no se oyen y que tenían que oírse.

- Padre, ¿por qué llevó usted el flamenco a la iglesia? Porque, recuerde, en el año 1970 fue la primera vez que usted hizo una misa flamenca. Fíjese, si ya ha pasado tiempo. ¿Por qué fue? ¿Aprovechó usted el Concilio Vaticano II, que se lo permitía?

- Bueno, el Vaticano abrió la puerta. Y el arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo, me lo autorizó. Siempre he ido de la mano de la jerarquía y la educación, nada de hacer tonterías. Fui a preguntárselo, a decirle, y me dijo que sí, que podía perfectamente hacerlo.

Es sí, que tuviese cuidado con el público y no hacer cosas disparatadas. Y entonces, de acuerdo con él, yo hice la misa con flamenco, puse la granaína y media granaína en el Padre Nuestro. Metí, los fandangos de Lucena, una soleá de Triana y cosas así.

Estos palos del flamenco si los ponemos en una misa resulta igual de gregoriano. Lo antiguo del flamenco es igual que el gregoriano, porque es serio. La gente está equivocada. El flamenco, flamenco puro es meditación.

- Padre, el caso es que usted se hizo popular en su barrio de Vallecas. La gente acudía a la iglesia, precisamente a sus misas, se acuerda usted, ¿no?

- Sí, sí, sí. Yo creo que era una de las formas grandes de atraer a la gente a la iglesia, porque después del Concilio Vaticano II se abrió la puerta un poco y los sacerdotes empezamos a hacer cosas.

Por eso, quizá el flamenco fue una cosa que la esencia propia de ese Madrid no la ha valorado. No hay cultura.

- Pero quizá a lo mejor porque usted estaba en Vallecas, eran unos tiempos, los años 70, finales del franquismo, movimiento obrero, quizá se le marginó, quizá por eso, ¿no? Se vio más marginal, como si el flamenco fuera obrero y no fuera de las clases altas, ¿no?

- El flamenco es puro pueblo. No hay políticos, ni hay nada. Y bueno, pues ahí cantábamos.

Dos personas están en una entrevista en un estudio de grabación, una de ellas sostiene una guitarra mientras conversan frente a micrófonos.
El padre Rizos junto a Juan Luis Galiacho | El Cierre Digital

Pero ya digo que la Iglesia diocesana si bien coge toda su multitud de músicas y de cosas, el flamenco no tanto... tiene cierta cosa. 

- ¿Tuvo usted problemas por parte del arzobispo de Madrid, no por el señor Morcillo, sino por otros arzobispos de Madrid? ¿Le pusieron pegas? ¿Le llamaron al orden? ¿Le llamó alguien de Roma o la Conferencia Episcopal? ¿O le aplaudieron?

- No, al contrario. Yo di la misa en San Jerónimo del Real, en la parroquia de San Luis, en la de Santa Cruz,  en varias parroquias de Madrid y nunca me llamaron la atención. Pero tal vez porque era demasiado seria y ellos pensaban que el cura iba a ir a bailar, yo qué sé.

- ¿Habrá visto usted también que hay sacerdotes hoy en día que hacen una misa que no sería flamenca sino un poco lolailo? Porque algunos sacerdotes que se ponen a bailar y tal, pero eso no es lo que usted pretendía. Creo entender que lo que usted quería era que el flamenco fuera la meditación, que fuera parecido a lo que es el gregoriano, ¿no?

- Si usted oye una seguidilla de las ocho, diez o quince que tengo, y las soleas, son para meditar. No hay ninguna de juerga.

- Sus palos son entonces la seguidilla, la granaína, la soleá, ¿no? 

- Es el flamenco puro. En la granaína, don Antonio Chacón es el Papa del flamenco. Pero, ¡cómo canta ese hombre, que barbaridad!.

- ¿Qué le parece esta guitarra? A usted le recuerda a su infancia ¿no? Hoy no tenemos guitarrista que nos acompañe, pero le voy a pedir que para los lectores de El Cierre Digital y para los seguidores de nuestro canal de Youtube empiece usted a cantarnos por un fandango, el que usted quiera, si es tan amable.

(El padre comienza a cantar como se ve en la reproducción del vídeo)

Llorando, al pie de un calvario, yo vi a una mujer llorando, llorando estaba en el calvario y en su lamento decía, yo sola sufro mi agravio, perdóname, madre mía...

- Muy bien, padre, muy bien. Siga con ella.

Y con tenerte a ti a la vera mía ya tengo bastante. Todo el mundo piensa nada más que en el dinero, pero a mí contigo me basta.

Yo quiero ser hasta pordiosero, pero tenerte en mi alma, porque tú eres para mí lo primero...

- Ahora que dice usted del dinero, estamos en una sociedad materialista, hemos visto lo de la DANA, el pueblo salva al pueblo... al final, el pueblo siempre es el pueblo. Usted con 96 años, ¿cómo ve a la sociedad actual?

No la conozco. Yo no estoy educado para esta sociedad. Me educaron de otra manera, para decir sí, sí, no, no, pero no sí y engañar. No me gusta lo que veo. No me siento feliz. No, no me gusta. Yo no estoy educado para esto.

- Con el paso de los años, usted ya con 96, se encuentra en una residencia, en la residencia de San Pedro Apóstol...

Sí, nos cuidan mucho, no sé por qué nos cuidan tanto. Pero ya le he dicho a San Pedro que en esta sociedad actual en la que vivo, lo mejor es que me lleve pronto junto a él.

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