Manuel Romasanta, el famoso hombre lobo gallego: La vida obsesiva del conocido modisto
La propia reina Isabel II intervino para rebajar la pena capital por cadena perpetua a este licántropo asesino en serie
El gallego Manuel Blanco Romasanta fue uno de los cinco hijos de Miguel Blanco y Maria Romasanta, de aspecto físico delgado y bajo. Hay quienes apuntan a que no superaba los 137 centímetros de altura.
Aunque para la época se podía considerar que Manuel era una persona instruida y preparada, la suerte no le sonrío. Se casó con 22 años y su esposa falleció poco después.
Después de enviudar, cambió su trabajo sedentario por uno ambulante. La primera acusación por asesinato llegó en el año 1844 por la muerte de Vicente Fernández, cerca de Ponferrada.
Al parecer, Manuel le debía dinero a Fernández. Fue condenado a 10 años de prisión, pero logró escapar y vivir junto criando ganado cerca de la frontera con Portugal y nunca cumplió la pena de cárcel.
Años después cambió su nombre a Antonio Gómez, y aprendió el oficio de tejedor. Además, se convirtió en el acompañante de las mujeres que intentaban cruzar los bosques solas.
Los años cuarenta estuvieron marcados por varios asesinatos en los bosques de Redondela y Argostios. Todos los asesinados fueron niños y mujeres, que enviaban cartas a la familia diciendo que se establecerían en otra localidad.
Progresivamente, el tejedor comenzó a vender ungüentos elaborados con grasa, muy populares por toda la región. No obstante, los lugareños esparcieron las primeras sospechas sobre Romasanta y la procedencia de la grasa. Además, varias pertenencias de los desaparecidos se encontraron en caminos solitarios de los bosques gallegos.
De ahí se le traslado a Allaríz, Orense donde fue juzgado por asesinar a personas y extraerles la grasa. De ahí el apodo, “el sacamantecas”. La cúspide de la historia llegó con la defensa del asesino y su propio testimonio. “La primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo”.
Según el abogado defensor, Romasanta era víctima de un sortilegio de una bruja que lo hacía convertirse en lobo con la luna llena. Por lo tanto, los asesinatos realmente eran por necesidad alimenticia. Además, el acusado aseguró que otros dos hombres lobos: Antonio y Genaro, ambos valencianos, participaban con él en las matanzas.
Su defensa aseguró que sufría una enfermedad mental
La historia del juicio circuló por toda Galicia, pero finalmente, la defensa cambió la estrategia y aseguró que Romasanta sufría una enfermedad mental.
Después de un año de juicio “contra el Hombre lobo”, la sentencia llegó 6 de abril de 1853 y los jueces concluyeron que no estaba loco y le condenaron a morir por garrote vil y a pagar 1000 reales por víctima.
Aunque el hombre lobo tenía sus días contados, la historia dio un giro con la intrusión de un hipnólogo francés que había seguido el caso. Escribió al Ministerio de Gracia y Justicia pidiéndole intervenir porque tenía sospechas de que Romasanta podía realmente sufrir licantropía.
En la misiva enviada desde Francia, se indicaba que otras personas “habían sido curadas de esta enfermedad”. También se solicitó a la Reina Isabel II que interviniese, finalmente, ésta pidió al Supremo revisar la causa y retiró la pena capital.
Las historias sobre el “Hombre Lobo” han dado pie a novelas, historias y poemas. Toda la documentación del juicio original se conserva en el Archivo del Reino de Galicia en La Coruña, son dos mil folios de escritos repartidos en siete tomos y que actualmente constituyen la joya de los documentos de los que dispone la Xunta.
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