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Un sacerdote hablando por teléfono con un fondo de la Basílica de San Pedro y un hombre vestido de blanco.
INVESTIGACIÓN

El español Lucio Vallejo, 'El pájaro Espino' que traicionó a Francisco y fue a prisión

El prelado de Astorga que aupó Rouco Varela al Vaticano de Benedicto XVI fue perdonado por Francisco tras el 'Vatileaks'

El fallecimiento del Papa Francisco ha desatado una oleada de homenajes, reflexiones y balances sobre su pontificado. Una etapa marcada por las reformas, la misericordia y los intentos por sanear una Curia vaticana plagada de secretos y traiciones. Sin embargo, también ha traído de vuelta algunas de sus heridas más profundas, entre ellas, el escándalo conocido como 'Vatileaks II'. 

En el centro de aquel episodio de corrupción estuvo un nombre hoy casi olvidado, que en su momento sacudió los cimientos del Vaticano. Se trata del sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda  (Villamediana de Iregua, La Rioja, 1961).

Fue en 2011 cuando el papa Benedicto XVI lo llevó al Vaticano como número dos en la Prefectura para los Asuntos Económicos. Monseñor Vallejo Balda fue trasladado desde la diócesis de Astorga a Roma, aupado por el entonces todopoderoso expresidente de la Conferencia Episcopal Española, el arzobispo y cardenal conservador Antonio María Rouco Varela.

Tras el caso de corrupción en las entrañas del Vaticano, que fue destapado posteriormente durante el mandato del papa Francisco I, este sacerdote español, ligado al Opus Dei, fue acusado, condenado y encarcelado por filtrar documentos confidenciales sobre las finanzas de la Santa Sede.

Se convertió en el único sacerdote en ser señalado por traicionar la confianza del papa Francisco. Su historia existencial resume a la perfección los desafíos del jesuita Jorge Mario Bergoglio, que se enfrentó en su papado al inmovilismo, la deslealtad y las resistencias de una Iglesia milenaria.

La vida del sacerdote Vallejo Balda

Desde su liberación judicial en 2016, Lucio Ángel Vallejo Balda vive apartado del foco mediático y eclesial en su antigua diócesis de Astorga, en León. Allí ejerce funciones pastorales menores en parroquias rurales, sin cargos de responsabilidad y en completo silencio público.

En esta diócesis muchos conocen a Vallejo Balda como “El pájaro espino”, apodo inspirado en la célebre novela de Colleen McCullough. El libro narra los avatares de un sacerdote dividido entre la vocación y la ambición. La novela fue adaptada posteriormente a la televisión e interpretada por el actor Richard Chamberlain. 

El apodo no es gratuito, su obsesión por los asuntos económicos lo avalaba. Concretamente, su participación en una sociedad de inversión (la Sicav Vayomer), su introducción en el escándalo Gercartera y la construcción de un lujoso chalet en Celada de la Vega (León). 

En su diócesis, era percibido como un clérigo más preocupado por el poder y el dinero que por el servicio pastoral. Para muchos vecinos, Vallejo era un cura brillante, pero también un personaje envuelto en un aura de contradicciónes.

Un hombre con sotana negra y alzacuello blanco, con cabello canoso, sonríe ligeramente frente a un fondo oscuro; hay un recuadro circular que muestra otra imagen del mismo hombre con un fondo arquitectónico.
Lucio Ángel Vallejo Balda. | Montaje propio

Vallejo Balda nació en 1961 en Villamediana de Iregua (La Rioja). Su temprana vocación lo llevó al Seminario Menor de Logroño a los ocho años. Más tarde se integró a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, vinculada al Opus Dei, marcando un perfil ideológico conservador y meticuloso. Académicamente brillante, se doctoró en Teología y se licenció en Derecho.  Luego  desarrolló una fuerte inclinación hacia la administración de empresas.

Fue ordenado sacerdote y se integró en la diócesis de Astorga, donde se encargó de la gestión económica. Llegó a coordinar la emisora COPE y supervisó varias parroquias rurales de la zona. Su eficacia y austeridad llamaron la atención de los grandes despachos de la Iglesia española, controlada con mano de hierro por el arzobispo Rouco Varela. Su gran mentor.

Fue este arzobispo y cardenal gallego quien lo recomendó en 2011 para llegar al Vaticano, liderado entonces por Benedicto XVI. Y dos años después, tras la llegada del papa Francisco, Vallejo fue ascendido a la Comisión COSEA, un órgano creado para reformar el caos financiero vaticano creciente.

Desde su alta posición, tenía acceso a los secretos mejor guardados de las finanzas de la Santa Sede: propiedades, inversiones, gastos reservados y canales opacos. Francisco confiaba en él. Lo consideraba un aliado para la limpieza profunda que quería implementar en el Vaticano. Pero su intuición le falló. Y, finalmente, le traicionó.

La caída: Vatileaks II y la traición al papa Francisco

La bomba estalló en noviembre de 2015 con la publicación de dos libros: Avaricia y Mercaderes en el Templo.  Ambos revelaban cómo altos cargos del Vaticano vivían en apartamentos de lujo, cómo se gastaban millones en canonizaciones y cómo se malvendían inmuebles. Los documentos filtrados procedían precisamente de COSEA, el órgano controlado por el prelado español.

El Vaticano calificó la filtración como “una grave traición a la confianza del Papa Francisco”. El 2 de noviembre de 2015, el sacerdote Vallejo Balda fue arrestado por la Gendarmería vaticana. Compartía responsabilidad con Francesca Immacolata Chaouqui, consultora y experta en relaciones públicas, también miembro de la comisión vaticana. Con la que se llegó a publicar que mantenía una relación sentimental, al igual que ocurrió con "El pájaro Espino" en la serie televisiva.

La investigación del caso 'Vatileaks II' sí vinculó a ambos con filtraciones a los periodistas italianos Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi. En la instrucción llevada a cabo, el sacerdote Vallejo Balda admitió haber entregado contraseñas y documentos sensibles; alegando haber actuado bajo coacción psicológica y miedo a represalias.

Un sacerdote con alzacuellos aparece en primer plano mientras que en un recuadro se observa a dos clérigos saludándose en un entorno religioso.
Lucio Ángel Vallejo Balda. | Montaje propio

El juicio duró ocho meses y se conocieron detalles que parecían extraídos de un thriller. Había intimidaciones, acusaciones cruzadas, relaciones ambiguas y móviles personales y políticos.

Vallejo fue condenado a 18 meses de prisión; la asesora Chaouqui a 10 meses, con pena suspendida tras colaborar en la investigación. Pero desde entonces, el Vaticano se convirtió en escenario de una crisis institucional sin precedentes. Y hasta el propio Papa reconoció públicamente su error al confiar en ellos.

Clemencia y exilio pastoral

En diciembre de 2016, durante el Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco concedió al sacerdote Vallejo Balda la libertad condicional como acto de clemencia.

Destituido de sus funciones vaticanas, Lucio Vallejo regresó a la diócesis de Astorga. Y desde entonces ha vivido una existencia casi monástica, apartado del foco mediático y sin roles relevantes en la estructura eclesial  en el papado del jesuita argentino.

Este sacerdote español, que tuvo acceso a los secretos financieros más profundos del Vaticano, oficia hoy en pequeñas parroquias de León. Según fuentes locales, "sus tareas se limitan a la atención espiritual ordinaria, sin exposición pública ni presencia significativa en los foros religiosos". Y ha guardado siempre silencio desde su regreso a España sobre el caso 'Vatileaks II'.

Astorga: una diócesis bajo sospecha

Sin embargo, la vuelta de Lucio Vallejo Balda a su 'cuna' coincidió con nuevas turbulencias en la diócesis de Astorga. En 2018 se destapó uno de los casos de pederastia más conocidos en la región: el del sacerdote José Manuel Ramos Gordón. Acusado de abusar de menores en los años 80, fue suspendido durante diez años.

Las víctimas denunciaron la actitud pasiva del entonces obispo Juan Antonio Menéndez, quien llegó a presidir la Comisión Antipederastia de la Conferencia Episcopal. Su muerte repentina en 2019 cerró un capítulo sin resolver del todo.

Pero estos escándalos deterioraron la imagen de una diócesis, ya tocada por las contradicciones del caso Vallejo Balda, algo que el papa Francisco siempre mantuvo en su retina.

Una institución que Bergoglio aspiraba a su completa regeneración, pero en la que se vio atrapado entre las sombras de su pasado y las dificultades de reformar desde dentro.

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