
Jesús Gil Marín inicia una cruzada contra el Gobierno: El nuevo 'azote' inmobiliario
El copropietario de Gilmar ha salido de su habitual retiro mediático para atacar a Sánchez por las políticas de vivienda
El casi siempre alérgico a los medios de comunicación Jesús Gil Marín (Madrid, 1961) ha salido de la 'cueva' para cargar contra el Gobierno. Y también para alabar a su padre.
El primogénito del polémico Jesús Gil y Gil quiere dejar claro que está en desacuerdo con las políticas de vivienda del PSOE y Sumar.
El empresario lo hecho saber en recientes declaraciones a periódicos digitales como El Español o The Objective.Además, ha sido entrevistado en el podcast de José Ramón de la Morena. Ante el de Brunete elogió a su progenitor.
Pero también, pasó de puntillas sobre las muertes por negligencia en Los Ángeles de San Rafael, las condenas por corrupción de Gil y Gil o el discutido proceso de conversión del Atlético de Madrid en sociedad anónima deportiva, que muchos consideran un robo a los socios históricos del club.
Políticas de vivienda
El acceso a la vivienda se ha convertido en los últimos tiempos en un quebradero de cabeza para la ciudadanía española. Pero el exalcalde de Estepona parece más preocupado por el presunto discurso del Gobierno sobre la vivienda de lujo.
El copropietario de la inmobiliaria de lujo Gilmar, que gestiona junto a su socio Manuel Marrón desde hace más de cuatro décadas, ha lanzado en los últimos tiempos una ofensiva mediática y discursiva contra lo que él considera una criminalización injusta del promotor inmobiliario por parte del Gobierno. Con un control directo sobre cerca de 8.000 inmuebles, su voz resuena en el sector inmobiliario.

Gil Marín no ha escatimado en críticas hacia la política habitacional actual. En entrevistas recientes ha declarado abiertamente que "al promotor creo que hay que hacerle un monumento, ayudarle, incentivarle fiscalmente. Y se está haciendo lo contrario, poco menos que criminalizarle como si fuese el culpable de todos los males".
Para el empresario, el discurso gubernamental que coloca al promotor como responsable directo de la crisis de acceso a la vivienda es injusto y erróneo.
Desde su punto de vista, el problema habitacional, especialmente entre los jóvenes, no se resuelve atacando al sector privado, sino facilitando su labor. "O le pones las cosas fáciles, que pueda tener su mínimo margen para mantener a sus empleados. O si no, no va a construir", asegura.
Frente a esta situación, plantea una alternativa clara: "si el Estado desea imponer precios por debajo de lo rentable, entonces debe ser el propio Estado quien asuma el papel de constructor. Si no se hace esto, la solución es que construya ‘papá Estado’ desde cualquier administración, que se ha hecho en otras ocasiones. Son las únicas maneras de resolver el problema habitacional de los jóvenes, no hay otras".
Además de sus opiniones económicas, Gil Marín ha cuestionado la falta de claridad y el exceso de ideología que, según él, enturbian el debate sobre la vivienda en España. En declaraciones al periódico El Español, sostiene que "hay bastante desinformación en este tema".
Y dice que muchos ciudadanos "no saben distinguir" entre los distintos roles del sector: promotor, constructor, inmobiliaria. Esta confusión, dice, "favorece la percepción negativa del empresario inmobiliario".
También se muestra crítico con la creciente mentalidad asistencialista que, según su opinión, lleva a algunos ciudadanos a creer que “por el hecho de nacer le tienen que dar una vivienda". Frente a esto, defiende una visión alejada del intervencionismo del Estado.

En esta línea, insiste en que "nadie puede obligar" a un promotor, agricultor o diseñador de moda a vender por debajo de coste. "Eso solamente lo puede perder el Estado. Y si realmente tiene interés en poner los precios muy bajos, pues que genere suelo para construir él, si lo quiere regalar", afirma.
Aunque Gil Marín ha intentado mantenerse, en los últimos años, alejado de la agitación mediática que caracterizó a su padre, su discurso actual no escapa de la controversia.
Para algunos, sus declaraciones son un intento legítimo de defender a "un sector maltratado". Para otros, son "una muestra de desconexión con la realidad social y un eco de los privilegios empresariales".
La figura de Jesús Gil Marín también genera interés más allá de lo económico. No ayuda a su imagen el recuerdo persistente de los escándalos vinculados a su padre, que marcaron la historia reciente del Atlético de Madrid y del Ayuntamiento de Marbella.
Aunque él mismo ha preferido no entrar en valoraciones autocríticas profundas sobre estos hechos, algunas figuras periodísticas recuerdan su propia etapa en Estepona y la millonaria deuda que dejó.
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