
MasOrange se desangra en 2025, mientras Digi gana terreno y Telefónica frena su caída
El grupo de la fusión entre MásMóvil y Orange ha perdido ya 299.000 líneas en el primer semestre de 2025 en España
MasOrange no logra levantar cabeza. Según los últimos datos publicados por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), la teleco surgida de la fusión entre Orange España y MásMóvil ha perdido nada menos que 299.000 líneas en el primer semestre de 2025. La cifra deja en evidencia la incapacidad de la nueva entidad para frenar la sangría de clientes.
El contraste no puede ser más hiriente: mientras MasOrange pierde casi 300.000 líneas, su gran rival emergente, Digi, gana 428.000 en el mismo periodo. La teleco rumana no solo crece, sino que se consolida como el verdadero disruptor del sector. Lo hace a través de ofertas competitivas y una agresiva política de expansión basada en precios bajos y cobertura nacional propia.
Peor aún, la situación de MasOrange no es un caso aislado, sino un síntoma del temblor que atraviesa el sector. Vodafone España, bajo el mando de Zegona, ha perdido más de 100.000 líneas. Telefónica, en cambio, consigue un leve respiro con 46.000 altas netas.
Orange planea la conquista total
Ante este contexto preocupante, la multinacional francesa Orange ya prepara su siguiente movimiento estratégico. Hacerse con el 100% del capital de MasOrange, controlado actualmente al 50% por el 'holding' Lorca Midco (integrado por fondos como Providence, KKR y Cinven, además del CEO Meinrad Spenger).
Según ha adelantado el diario Expansión, Orange ya ha iniciado contactos con bancos de inversión para lanzar una oferta de compra por la participación que aún no controla. Se estima que la operación podría cerrarse por unos 5.000 millones de euros. Pero las restricciones del pacto de accionistas no permitirían formalizarla hasta, como pronto, septiembre de 2025.

No es casual que la francesa quiera acelerar este movimiento. La OPV (oferta pública de venta) prevista como vía de salida para los fondos de inversión ya no convence. Orange prefiere un acuerdo privado que le permita tomar el mando absoluto de su filial en España. Lo haría sin las servidumbres de estar cotizando en Bolsa.
Una fusión fallida
Los malos resultados comerciales de MasOrange en 2025 no son más que la consecuencia lógica de una fusión mal diseñada, mal ejecutada y peor comunicada. Prometieron sin rubor que la unión de Orange y MásMóvil no implicaría despidos, ni recortes, ni impacto sobre el empleo. Hoy, la realidad es otra: más de 600 trabajadores han sido despedidos en el marco de un ERE que afectó a más del 8% de la plantilla total.
El conflicto ha dividido a los sindicatos. UGT y Fetico apoyaron el acuerdo con la empresa, mientras que CC. OO. lo impugnó sin éxito ante la Audiencia Nacional. Aunque los tribunales dieron la razón a la teleco, el daño reputacional ya estaba hecho. Los trabajadores no solo han perdido su puesto, sino también la confianza en una dirección que ha incumplido abiertamente sus compromisos.
MasOrange justificó el ajuste laboral por la necesidad de ganar eficiencia tras la integración, pero los números no acompañan. Lejos de mejorar su competitividad, la empresa pierde mercado a ritmo acelerado mientras sus rivales ganan músculo.
Digi le arrebata clientes en todos los segmentos, desde el prepago hasta la fibra. Telefónica, por su parte, reorganiza sus activos para posibles fusiones europeas. Y hasta Avatel, el pequeño operador local, gana oxígeno al desvincularse de la red de Telefónica y empezar a recibir fibra de MasOrange, una de las pocas noticias positivas del semestre.
El campeón fallido
Lo que en su día se presentó como un movimiento estratégico para crear un "campeón nacional" de telecomunicaciones ha acabado siendo un caso de libro de lo que no debe hacerse. La fusión no ha generado sinergias tangibles, no ha consolidado la base de clientes, y ha terminado con una plantilla desmotivada y un mercado receloso.

Mientras tanto, Digi se convierte en el verdadero protagonista del mercado español. Su éxito no solo se basa en precios bajos, sino en una estrategia clara, centrada en el crecimiento orgánico, la proximidad al cliente y la inversión continua en infraestructuras propias. Frente a este modelo ágil y eficaz, MasOrange parece un mastodonte atado a promesas rotas, deudas pendientes y una identidad corporativa confusa.
La operación de compra por parte de Orange puede suponer un nuevo comienzo, pero también podría representar la última fase de una travesía fallida. Si no se producen cambios profundos en la estructura, la estrategia y el enfoque al cliente, difícilmente Orange va a poder revertir la tendencia con una simple adquisición. El problema de fondo es que MasOrange no ha sabido ni ser MásMóvil ni ser Orange. Y ahora, según voces del sector, corre el riesgo de no ser nada.
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