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Persona sosteniendo un teléfono móvil con la pantalla mostrando una aplicación de música y unos audífonos desenrollados sobre una superficie blanca
CULTURA

La música en el siglo XXI: ¿La escuchamos o solo la dejamos sonar?

Las plataformas digitales han cambiado el modo de consumir música, afectando muchas veces a los ingresos de los artistas

En el mundo existen dos clases de personas: las que no pueden vivir sin música y la que no pueden vivir con música. Nos acompaña en el supermercado, en el gimnasio, en el coche, mientras estudiamos, trabajamos o incluso, cuando descansamos. Así lo analiza la profesora Paloma Bravo-Fuentes en The Conversation.

La música, durante mucho tiempo, ha pertenecido a aquellas cosas que eran un rito poner en marcha. En los primeros años del siglo pasado, se usaban reproductores de discos de pizarra de 75 r.p.m. Funcionaban con una manivela que, como los relojes, acumulaba la energía por las vueltas que imprimías al mecanismo.

Brazo de tocadiscos reproduciendo un vinilo en primer plano en blanco y negro
Tocadiscos. | Europa Press

Pasados 30 años, llegó el Pick up o tocadiscos y con él los discos de 45 rpm de vinilo, con dos canciones por cara. La música de público joven estaba inserta en estos pequeños y circulares discos. Mientras, los más mayores seguían aferrados a esos pesados discos de pizarra, principalmente de música clásica, vocal e instrumental.

Más tarde, llegó la conjunción de ambas generaciones en unión de escucha de la música, por medio de los discos de grafito de 33 rpm. En ellos daban cabida a más o menos 7/8 canciones por cara, lo que permitía oír la música, sin estar cambiando o manipulando el tocadiscos.

La música en el siglo XXI

Y llegamos al siglo XXI con sus transformaciones. La música permite elegirse, oírla al momento y no pagar por ella. Aunque nos hemos comido en el proceso el periodo de los Cds. Un momento cumbre para los artistas, que vendían millones de copias en pequeñas cajas y se introducían en los denominados casete. Estaban adaptados a la radio del coche, o autónomamente a un aparato que teníamos en casa con altavoces.

Pasa el tiempo y el siglo XXI aprieta con fuerza y llega un nuevo sistema de oír música: las plataformas de escucha en “streaming” y redes sociales. Nunca antes había sido tan fácil tener acceso a cualquier canción en cualquier momento.

Persona sosteniendo un teléfono móvil que muestra el logo de YouTube en la pantalla
YouTube. | Europa Press

Sin embargo, ¿estamos realmente escuchando? ¿O simplemente en el mundo dejamos que la música suene como un fondo más en nuestra vida saturada de estímulos?

Algunas investigaciones apuntan a que plataformas gratuitas como “Spotify” destruyen los ingresos de los cantantes, bandas o músicos al convertirse su trabajo en un formato gratuito para fomentan una forma de escucha predominantemente pasiva. El usuario tiene a su disposición toda la música de todo el mundo de todos los músicos. En lugar de elegir qué oír, muchos usuarios se limitan a escuchar listas de reproducción generadas algorítmicamente o diseñadas para ambientes específicos. Como “música para estudiar”, lo que convierte a la música en un mero fondo sonoro.

Al cambiar la forma de ingresos de los artistas, se modifica su comportamiento. Y al resultar gratis poder oir su musica, se pasan a los conciertos en directo, donde tienes que pagar por verlos y oírlos en estadios de grandes capacidades.

Esta práctica despoja a la música de su papel como objeto de atención, relegándola a un acompañamiento funcional que apenas requiere implicación emocional o cognitiva por parte del oyente.

La era del streaming

Varios estudios demuestran que la era del “streaming”, ha transformado nuestra relación con la música, instaurando un modelo de consumo fragmentado y efímero. La accesibilidad inmediata a millones de canciones no se ha traducido en una mayor profundidad de escucha, sino en una sobrecarga de disponibilidad que banaliza la experiencia auditiva. La música está más presente que nunca en nuestras vidas, pero es posible que la estemos escuchando menos atenta o reflexivamente.

Este fenómeno se acentúa en redes sociales como “TikTok”, donde la música se convierte en un recurso visual y emocional al servicio de contenidos breves. Su objetivo es captar la atención en unos segundos. Los fragmentos musicales más virales suelen ser de 15 o 30. Su función no es ser escuchados, sino generar impacto inmediato, facilitar un reto viral o acompañar una coreografía.

Así, la música deja de ser un fin en sí mismo y se convierte en un medio para otros fines.

Persona sosteniendo un teléfono móvil que muestra el logo de TikTok en la pantalla
TikTok. | Europa Press

Escuchar críticamente no significa convertirnos en expertos. Pero sí prestar atención a lo que oímos, analizar las letras y el contexto cultural de cada canción. Así se hacía antes.

Hoy más que nunca, es necesario cultivar esa escucha atenta. La mayoría de las canciones que se cuelan en listas de éxitos tienen letras que reproducen estereotipos de género. También mensajes de violencia o modelos de relaciones hoy consideradas tóxicas. Sin embargo, consiguen virilizarse en las redes.

Esta toma de conciencia no busca censurar sino empoderar al oyente. Así podrá decidir qué música quiere incorporar en su día a día. Aprender a escuchar música, en este mundo saturado de ella, es una habilidad valiosa. Nos deja disfrutar de lo que oímos y desarrollar un pensamiento crítico en un entorno donde muchas veces “oímos, pero no escuchamos”.

Idea original de Paloma Bravo-Fuentes, Profesora sustituta interina del área de Didáctica de la Expresión Musical, Universidad de Jaén. Publicado en (The Conversation).

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