
Así se forjó el mito de 'La Faraona': Se cumplen 30 años sin la icónica Lola Flores
La cantaora jerezana fue un mito de la España en blanco y negro y pasó a la historia como icono LGTBI
El 16 de mayo de 1995, Lola Flores falleció a los 72 años a causa del cáncer. Con su muerte, la saga de los Flores perdía a su matriarca, la figura que unía a toda la familia. Su cuerpo fue velado en el Teatro Fernán Gómez, con el féretro abierto, para que el público pudiera despedirse de ella.
Vestida con una mantilla blanca, ‘la Faraona’ recibió el homenaje de sus seguidores entre aplausos, flores y lágrimas. Amigas como Carmen Sevilla, Encarnita Polo y Rocío Jurado acudieron a llorarla.
Lola era querida y admirada por todos. Su carisma trascendía cualquier etiqueta. El diario The New York Times resumió su magnetismo con una frase legendaria: “Ni canta ni baila, pero no se la pierdan”. Tres décadas después de su muerte, su figura sigue siendo un mito indiscutible.
La historia de Lola Flores
Lola Flores nació el 21 de enero de 1923 en Jerez de la Frontera. Era la mayor de los hijos de Rosario, costurera, y Pedro, conocido como 'el Cominio', que regentaba una taberna. En ese local comenzó a destacar desde niña, cantando canciones de sus ídolos: Estrellita Castro y Concha Piquer. En los años treinta ya se hacía llamar “Lolita Flores Imperio de Jerez”.
Debutó profesionalmente con el espectáculo Luces de España en el teatro Villamarta de Jerez. En 1943 actuó en Zambra y allí conoció a Manolo Caracol. Juntos formaron pareja artística y sentimental durante ocho años.
Tras la ruptura en 1951, el productor Cesáreo González, de Suevia Films, le ofreció un contrato de seis millones de pesetas, una cifra astronómica en aquella época. De esa etapa quedan películas como Pena, penita, pena (1953), María de la O (1958) o El balcón de la luna (1962).

Su primera aparición en el cine fue gracias al director Fernando Mignoni, que, a principios de los años cuarenta, la pagó 8.000 pesetas por su papel en Martingala. Con la llegada del destape, Lola se alejó de la gran pantalla.
Antes de eso, también triunfó en México, donde se convirtió en una leyenda. Allí nació su amistad con María Félix, Lola Beltrán o Cantinflas. El escritor José Aguilar la definió así: “Lo que emanaba de la pantalla no se puede describir. Era fuego, pasión, ternura, garra”.
“Como artista fue genial, la mejor que hemos tenido. Bailaba como nadie y movía la bata de cola con un arte único. Tenía una personalidad arrolladora, fue una gran amiga y una madre generosa”, añadía el propio Aguilar.
Lola Flores Pena, penita pena
La bailaora 'la Chunga' también la recuerda con cariño: “Lola y Carmen Amaya —su prima— han sido las mejores del espectáculo. Era divertidísima. Es una bendición que todavía se la recuerde”.
Lola se casó en 1957 con Antonio González ‘el Pescaílla’. Juntos tuvieron tres hijos: Lolita, Antonio y Rosario, los tres convertidos en grandes artistas. Inolvidables son las actuaciones que ofrecieron juntos, como aquel homenaje a Julio Iglesias.
Aunque solo pasó una vez por el altar, su vida amorosa fue intensa. Se dice que vendió su virginidad al anticuario Adolfo Arenaza por 50.000 pesetas para ayudar a sus padres.
Con el guitarrista Niño Ricardo abortó de forma clandestina. Estuvo a punto de casarse con el futbolista Gerardo Coque, de quien se enamoró profundamente. Ya casada, mantuvo una relación larga y secreta con el artista Antonio Carrasco, ‘el Junco’.
La musa de Francisco Umbral
Lola Flores fue una de las grandes obsesiones de Francisco Umbral. El escritor la convirtió en personaje recurrente de sus columnas, novelas y ensayos. Aparece en libros como Las españolas, Mis mujeres o Museo nacional del mal gusto. La trataba como un símbolo cultural, más que como una simple artista.
En 1971 Umbral escribió por encargo una biografía singular: Lola Flores. Sociología de la petenera. El libro no se centra en datos concretos, sino en una interpretación sociológica y estética de su figura.

El retrato que traza es poderoso. Según él, Lola encarnaba el mito de 'la Petenera', la mujer imposible que el español sueña “por los siglos de los siglos”. Su relación fue larga, con momentos de complicidad y otros de tensión.
En 1974 Umbral la entrevistó para Blanco y Negro y publicó la transcripción tal como ella hablaba. Ceceo, giros populares, tacos... La entrevista causó impacto. A Lola no le gustó nada. Se lo reprochó con una frase que el propio Umbral inmortalizó en una columna: “Umbrá, constipaíllo, cómprate un magnetofón nuevo, que yo hablo asín”.
Lola Flores entrevista a Paco Umbral
A pesar del enfado, siguió escribiendo sobre ella. Hasta el final fue una figura clave en su imaginario. En 1993, protagonizaron juntos una escena insólita: Lola lo entrevistó en Sabor a Lolas,el programa que presentaba con su hija Lolita en Antena 3. Fue una conversación entre dos mitos, dirigida por Raúl del Pozo, amigo de ambos.
Para Umbral, Lola no fue solo una cantante. Fue una figura literaria, un personaje eterno, una mujer hecha lenguaje.
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