
Una realidad paralizada
Columna de opinión por José Francisco Roldán
Escuchar a los líderes socialistas de la Transición Española derramar melancolía no hace más que irradiar decepción. Por supuesto, los forofos del régimen político actual cuestionan hasta la capacidad y conocimiento de quienes supieron respaldar y protagonizar un milagro social sin precedentes. Los más jóvenes, que han ido recogiendo las ventajas de esa transformación, deben estar perplejos escuchando a sectarios fundamentalistas con importante déficit formativo.
Muchos intransigentes se empecinan desacreditando a personas capaces, que apostaron con valentía por el progreso, aunque no faltaron errores. No es preciso entrar en la confrontación tradicional entre izquierda y derecha, términos obsoletos, usados por quienes no saben cómo explicar la problemática actual.
Hay que escuchar a los socialistas veteranos, que no ofrecen dudas sobre su capacidad y competencia para opinar. Para ellos ese debate ha dejado paso al de libertad frente a totalitarismo. Y suelen decir que un partido democrático y representativo se ha transformado en paradigma del nuevo caudillismo, donde ha desaparecido la democracia interna, aunque exista votación y elección de líderes.
No se debe olvidar nunca que haya pactado con fuerzas contrarias a los valores constitucionales y opuestas a la ideología propia de la socialdemocracia. La estrategia se ciñe a un proyecto de poder obviando la Constitución, la unidad de España y la división de poderes. Se ha maquinado para garantizar la impunidad de los enemigos. Las Leyes de Memoria Histórica y Democrática son un ataque a la reconciliación nacional manipulando la verdad.
El compromiso de la sociedad española es defender la Constitución y los valores que representó la Transición, ahora en juego. No es aceptable la imposición de un líder autocrático que genera división entre los españoles, además de perjudicar gravemente a un partido político, que puede estar cavándose su propia tumba. A pesar de ello, hay que tener confianza en la capacidad de los españoles para superar estos desafíos.
Ningún país democrático, voluntariamente, puede introducir un elemento de autodestrucción y disgregación de la integridad territorial. Defender al líder carismático a toda costa no tiene más justificación que sucumbir a la extorsión y permanencia en el poder a toda costa.
Estas consideraciones tan congruentes, que emanan de personalidades legendarias del socialismo hispano, se denostan para solapar una deriva peligrosísima para el bienestar colectivo. Y una de las cabezas más preclaras, desafortunadamente desaparecida, Antonio Escohotado, filósofo, jurista español y analista absolutamente libre, no regateó reproches a los dos últimos líderes socialistas, presidentes del gobierno español, por su conducta contraria a la cordura.
Los llamaba maldición y fosfeno, empeñados en inventarse la historia para generar enfrentamiento entre españoles. Mirar por el retrovisor de la vida puede ser gratificante y justo, pero nunca debería significar la coartada impostada para sembrar cizaña desde los poderes públicos. No es justo hurgar en los sentimientos para extraer de las tumbas y el odio una rentabilidad electoral. Parece una torpe maniobra con la que ralentizar esa búsqueda de un futuro provechoso para la colectividad, que sufre una gravísima paralización social.
La prestación de servicios generales, especialmente energía y transporte, como una larga lista de incompetente gestión de lo público, está frenando el progreso. La pertinaz aplicación de una ideología intransigente no hace más que empobrecer a la población y abandonarla a su suerte. Un destello de lucidez corre como meme por las redes sociales.
El logotipo de Renfe aparece como Ten fe. Y no es ninguna tontería, porque nunca como ahora se está padeciendo la incertidumbre sobre lo que sucederá después para impedir o limitarnos el desarrollo de la vida con normalidad. No es posible asimilar en estos tiempos la necesidad de asegurar elementos básicos para la supervivencia. Es escandalosa la falta de competencia y capacidad de quienes tienen en sus manos nuestros derechos, auténtica lacra subyugando la libertad con una realidad paralizada.
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