
Pocas luces
Columna de opinión por José Francisco Roldán
Y se apagó la luz. Algo conocido, pero sorprendente al prolongarse tanto tiempo. A mediodía, en principio, puede parecer menos alarmante, si estamos en condiciones favorables. Para algunas zonas de España la electricidad regresó antes de que llegaran las sombras, cuando todo cambia para peor. Nadie puede valorar las penurias que causa un apagón, si no ha sido elegido por la mala fortuna, lo que sucedió en muchísimos casos, algunos dramáticos.
Es entonces cuando se constata la indefensión ante una imprevisión. Un apagón energético, enmarcado en otro vacío, el de la información, que muchos supieron solventar recurriendo a lo que conocíamos de antes, y se fue abandonando en pro de las nuevas tecnologías.
La noche suele agravar las situaciones, no sólo por la imagen siniestra de una ciudad a oscuras, sino por la deprimente sensación de inseguridad, sin entrar a detallar los desaguisados diversos, que debieron afrontar miles de ciudadanos.
Confiábamos en recibir datos y explicaciones pronto y bien, lo que hubiera significado una novedad en estos tiempos de penuria moral. Las inundaciones de Valencia, como en este caso, descubrieron el talante de una sociedad pertrechada de solidaridad capaz de afrontar cualquier circunstancia, y eso es un valor inconmensurable.
No hay duda de que un exceso de potencia en la generosidad jamás propiciaría un colapso de nuestra convivencia, como se demuestra en cada gesto, que debemos enaltecer siempre. A diferencia de Valencia, donde los políticos tomaron la iniciativa para mentirnos mucho y bien, en este caso, afortunadamente, han sido los técnicos, bastantes, por cierto, los que han tratado de explicar lo que podría parecer un problema conocido y riesgo reiterado.

Como El Barranco del Poyo, según todas las informaciones técnicas conocidas en estos días, la imprevisión, la indolencia y, como no, la incompetencia, pueden haber sido los detonantes de un estropicio tremendo, en especial, para los que han salido seriamente perjudicados. La mayoría nos limitamos a echar mano de linternas y velas esperando la luz.
Y esos asuntos técnicos nos derivan al comportamiento de nuestros líderes políticos, en absoluta descomposición ética, henchidos de soberbia y una petulancia insufrible. Tampoco faltan los voceros a sueldo, que difunden verdaderas matracas gubernamentales con una suficiencia despreciable.
La gran mayoría de los ciudadanos, además de tantas otras cosas, reclaman claridad en las mentes del poder. Para no pocos, esta falta de lucidez produce tensión y afecta al estado anímico de excitación. Atribuyen a Antonio Maura, al hablar de la publicidad parlamentaria y el diario de sesiones del Congreso, la expresión luz y taquígrafos.
Se exige a los políticos más clarividencia, discernimiento, lucidez y talento, pero menos idiotez, bobería, tontuna, despropósito y gilipollez. La lucidez se asocia a la capacidad intelectual, análisis y reflexión de las personas. Los que actúan así, por tanto, merecen nuestra admiración, porque tienen la facultad de ver los problemas con mayor claridad que el resto.
José Saramago, en su novela “Ensayo sobre la lucidez”, publicada en 2004, trataba sobre la revolución pacífica que se produce en el marco de un régimen democrático. Bastantes de nuestros líderes partidarios parecen carecer de unas luces, que se les supone, porque no perciben, o no desean hacerlo, problemas que tienen alrededor. Tampoco aceptan orientaciones técnicas de personas expertas y brillantes. Como diría un gaditano, tienen menos luces que una lancha de contrabando.
Pero a la falta de competencia se suma una prepotencia insultante buscando culpables para solapar su responsabilidad. Habría que haber escuchado advertencias sobre lo que podía suceder. Se respondía negando y etiquetando a quienes preguntaban sobre la falta evidente de previsión con la que adecuar las infraestructuras por donde se gestiona la complicada distribución de energía eléctrica.
Esperamos informes técnicos imparciales, porque las energías renovables y la nuclear, como el agua, también tienen ideología, el auténtico castigo que sufrimos en España aguantando a políticos con pocas luces.
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