
Nuestra voz
Columna de opinión por Pilar Redondo
El 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En cada lugar se celebra con diferentes actividades. En el Museo Arqueológico de Córdoba lo hemos solemnizado de una forma muy particular.
El tiempo dio cuerda a su reloj sincronizando la respiración del presente y el pasado, fructificando en un ejercicio de fantasía, de emoción, de libertad. Geometría de la imaginación.
El faro de guía de esta actividad ha sido Victoria Fernández de Molina, mujer comprometida con la cultura al máximo.
Los estímulos sensoriales se aliaron en una especie de sinestesia recreándose en el paso del tiempo para hacer acopio de hechos, acontecimientos, experiencias. Viaje muy satisfactorio entre frases, cada una de las pronunciadas por Victoria, que desterró de sí misma al "yo" dejando todo el protagonismo al ayer, imprimiendo identidad al acto. Parece que el destino siempre estuviera dispuesto a complacerla.
Desplegar la luna y el verbo que abren una puerta a nuevas dimensiones, redimiendo el presente que hace posible el encuentro entre igualdad y paridad. Liberar de ataduras al papel que enfoca el "yo" en este contexto, que no admite intervalos.
Hacer de un lema una vida ubicada en un mundo. Propiciar el encuentro de almas que suman, dispuestas a no retroceder. Especificar y acotar el perímetro del color morado que deserta del negro para habitar en el arcoíris. Esto es parte de la esencia del: 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer trabajadora.

Al llegar nos recibió Helvia, la madre de Séneca. Compartió con nosotros muchas curiosidades, nos habló de su hijo, de su marido y de ella misma. Retazos de vida, redescubrimiento que coloca al tiempo como elemento protagonista, con autonomía.
Después, junto a Victoria conocimos más en profundidad algunas de las piezas del museo: Afrodita agachada, una lápida funeraria, un magnífico sarcófago, etc.
Después nos encontramos con una mujer carismática, de la que no se conoce el nombre, la viuda de Actius. Este, fue un gladiador triunfador, que a la temprana edad de 21 años murió en el anfiteatro de Córdoba. Ella sufragó parte del monumento funerario que presidía su enterramiento. El texto de su lápida funeraria estaba escrito en latín, con caligrafía uniforme, en mármol rosado: "Lo que cualquiera de vosotros desease para mi ya difunto, eso mismo hagan los dioses con él, esté vivo o muerto".
La interpretación de Helvia y de la viuda de Actius las llevó a cabo Nuria López, con una impresionante naturalidad, como si esos personajes la hubieran poseído, en cuerpo y alma. En las comisuras de su mirada el olvido amordazado salda la factura del eco de la desmemoria.
Ella es profesora de Historia en el Instituto Luis de Góngora, y hace arte dramático.
Nosotros cedimos el paso al fecundo e inmortal latido de la piedra que es un trozo de eternidad, que rítmicamente obedece al pasado que comparte espacio con la palabra. Experimentamos una muda regeneración interior con Córdoba como telón de fondo, para erradicar cicatrices infinitas impresas en las venas. En un viaje de no retorno pudimos comprobar como en el amanecer de antaño subyace la Historia sin fecha de caducidad.
Esculpidos a medida los susurros reutilizados y la mitad invisible de la destejida luz..."Nuestra voz. Más alta. Más clara. Más fuerte".
"En muchas ocasiones históricas, <Anónimo> fue una mujer". (Virginia Woolf).
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