
El mundo lo sabe
Columna de opinión de José Francisco Roldán
No es difícil entender el enrevesado lenguaje de la mentira, sobre todo si se ha convertido en el lenguaje oficial, donde los que detentan el poder manosean las palabras para esquivar críticas o soterrar las realidades más palmarias. Cada día se van sumando españoles a las filas del reproche, porque no están dispuestos a consentir tanta manipulación.
Viene al caso lo que Leonard Cohen recitaba con una melodía, sombría y monótona, incidiendo en el sentimiento derrotista de quienes desean cambios para mejorar, si fuera posible.
La letra de esta canción, Todo el mundo sabe, resume en algunas estrofas las inquietudes de un ser incómodo: “Todo el mundo sabe que los dados están. Todo el mundo rueda con los dedos. Los chicos buenos pierden. La pelea está arreglada. Los pobres permanecen pobres, los ricos se hacen ricos. El barco está goteando. El capitán mintió. Tiene esta sensación rota, como si su padre o su perro acabaran de morir. Todo el mundo habla con sus bolsillos. Todo el mundo quiere una caja de chocolates y una rosa de tallo largo. Me amas. Has sido fiel. Dar o tomar una noche o dos".
"Has sido discreto, pero había tanta gente que solo tenías que conocer. Es ahora o nunca. Es tu o yo. Cuando has hecho una línea o dos. El trato es podrido. La plaga está viniendo. Se está moviendo rápido. La escena está muerta. Pero va a haber un metro en tu cama. Estás en problemas. Por lo que has pasado. Desde la sangrienta cruz en la cima del Calvario hasta la playa de Malibú. Todo el mundo sabe que se está desmoronando. Echa un último vistazo a este Sagrado Corazón”.

El pesimismo determina el modo de entender la vida de mucha gente, que no se muestra conforme con la deriva de una sociedad persistentemente traicionada. Habrá quien lo considere de otro modo, porque arrastramos tiempos de absurda polarización social, buscada con ahínco por quienes pretenden sin rubor el enfrentamiento para sacar buena ventaja.
El descontaminador ideológico ha quedado en desuso para permitir que la reflexión meditada se esconda en el rincón de los más obtusos. Y en esta tangana política constatamos cómo los derechos y libertades se tambalean facilitando el deterioro en solidaridad y equidad, moneda de cambio para seguir gobernando. Las instituciones europeas denuncian la descomposición ética de un gobierno intercambiando a su antojo la desigualdad, que no supera los mínimos controles previstos para impedir la corrupción.
Es la hemofilia política causante de la hemorragia ética y moral de quienes detentan el poder excediéndose en sus funciones y vulnerando con habitualidad derechos fundamentales. Ahí están los casos sobre propiedad privada o la igualdad ante la ley, que lesiona al Estado Derecho. Todo el mundo sabe que este gobierno está regateando e incumpliendo mandatos constitucionales.

No presenta anualmente a las Cortes los Presupuestos Generales del Estado, ni celebra debates sobre el Estado de la Nación, además de aprobar la amnistía. Y para ello no duda en demandar la perversa ayuda del Tribunal Constitucional. La tergiversación legal no hace más que ratificar lo que todo el mundo sabe. Algunos medios de comunicación, como obedientes sicarios de la palabra, respaldan un manoseo de la realidad para disfrazarla, aunque todo el mundo lo sabe, hasta los más prestigiosos periódicos de ámbito internacional.
La impenitente utilización del abuso de autoridad pretende amordazar a quienes discrepan o critican conductas abyectas protagonizadas por líderes nacionales. La élite del poder está apoltronada en puestos legislativos, ejecutivos y judiciales aguantando la crítica, sin rubor. Todo el mundo sabe que sufrimos la propaganda creada para contragolpear cualquier noticia negativa. La difusión de estadísticas maquilladas solapa la verdad para ofrecer una idílica acción política, que está perjudicando a la seguridad ciudadana, atacada por una criminalidad en aumento.
La descomposición social es una evidencia en manos de incompetentes, habilitados por el maldito enchufe partidario y muy bien remunerado sin requerimientos de competencia técnica para atender servicios esenciales. El nepotismo está dañando derechos y matando ciudadanos, que deberían estar amparados por esa tropa de paniaguados. Los servicios públicos se ven afectados gravemente para desgracia de quienes deben acudir a su encuentro en situaciones más o menos imperiosas. Y como Leonard Cohen canta machaconamente: Todo el mundo sabe. José Fco. Roldán Pastor.
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