
Currículos desvergonzados
Columna de opinión por José Francisco Roldán
Cada vez hay más gente convencida de que ser honrado y prudente suele colocar en desventaja a buena parte de la sociedad española. No es complicado comprobar cómo una caterva de descarados y sinvergüenzas suele acaparar el protagonismo para sacar provecho injusto.
Ni en la cola del supermercado somos ajenos a esos caraduras empeñados en adelantar o engañar a quienes, en silencio, les otorgan prioridad. En las carreteras no es raro ver a conductores temerarios compitiendo y avasallando a los demás, que no tienen más remedio que ceder en sus justas pretensiones. Desgraciadamente, ese descerebrado modo de comportarse con un volante suele causar desgracias.
En nuestras relaciones sociales, aún más, en las laborales, hemos tenido que lidiar con impresentables tratando de imponer sus ocurrencias, sin mostrar el mínimo respeto a los demás. No regatean petulancia alguna para fardar de lo que no son ni saben para sus logros a costa de compañeros, poco egoístas, que regalan su prelación moral o legal. Y de eso nos toca hablar, de la desvergüenza de quienes simulan méritos o cualidades para mostrar una preparación profesional inexistente.
No son pocas las ocasiones en las que debemos relacionar nuestros estudios y habilidades en documentos para ser seleccionados. Esa lista de capacidades técnicas o intelectuales debe estar respaldada por titulaciones oficiales y homologadas que garanticen la verdad.
El currículum vitae se ha convertido en un instrumento imprescindible para optar a determinados puestos de trabajo. Los encargados de recursos humanos tratarán de hacer coincidir la preparación descrita con unas tareas específicas. En muchas ocasiones, esas titulaciones tienen poco que ver con el empleo, pero determinan la calidad previa de los candidatos y su probable buena adaptación.
En otros casos, la capacitación no es homologable para acceder a una actividad profesional; por tanto, los títulos académicos no garantizan más ventajas a la hora de optar a puestos donde la exigencia puede ser menor. Esas resumidas biografías son descripciones sistemáticas de estudios, oficios, talento y logros profesionales para que el seleccionador acceda a una información lo más ajustada posible de las aptitudes. No actitudes o valores, que son más complicados de conocer en un papel.
Esos currículos deben reunir atractivo visual, asertividad, rapidez, homogeneidad, originalidad, brevedad, exhaustividad, humildad y, sobre todo, veracidad. La petulancia debería obviarse para no afectar negativamente al interlocutor, tampoco la farragosa descripción de datos sin interés. Estas condiciones se convierten en requisitos imprescindibles cuando se opta a un puesto donde se exige titulación oficial, más si se pretende acceder a las administraciones públicas.
Lógicamente, los encargados de seleccionar deben contrastar la idoneidad y legalidad documental previa. Una mala comprobación podría facilitar el acceso a quien no está legitimado, en detrimento de otros candidatos. En España es un clamor la gran abundancia de descarados aprovechándose sin pudor de trolas variadas para asumir tareas profesionales, algunas generosamente recompensadas.
Mención aparte merece esa casta social que ha invadido nuestras vidas, los políticos profesionales, muchos de los cuales no han desempeñado jamás tareas en el mundo laboral. Hay puestos y cargos para los que se exige una titulación oficial. Pero la mayoría no requiere nada más que adscripción partidaria y adhesión inquebrantable al líder. O a quien forma parte de su selecto entorno de paniaguados.
Una legión de caraduras, sin necesitarlo, se ha dedicado a relacionar méritos académicos en sus currículos para fardar. Aparentan cualificación formativa sin bagaje ético y moral, que soslayan para representar a los ciudadanos. Más grave es presentar un documento imprescindible para ocupar una poltrona oficial, donde sí aparece el delito de falsificación.
Buen ejemplo de insolvencia moral nos regala esa patulea de caraduras políticos, bien remunerados. Dan lecciones de honorabilidad y publican sus despreciables currículos desvergonzados.
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