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Retrato de una mujer con vestido elegante y peinado del siglo XVIII.
COLUMNAS

Maria Antonieta de Francia, su muerte en la guillotina hace 231 años

Columna por Julio Merino sobre el fallecimiento de la soberana gala

Entra María Antonieta custodiada por dos guardias, que la llevan hasta el sillón donde había estado sentada Madame Isabel. Se sienta María Antonieta y los guardias quedan a su lado de pie.

EL PRESIDENTE. Ciudadano fiscal podéis continuar con el interrogatorio.

HEBERT. Ciudadana, ¿queréis decir a este tribunal cómo os llamáis?

MARÍA ANTONIETA. (Con cierto orgullo) Me llamo María Antonieta de Austria-Lorena.

HEBERT. ¿Cuál es vuestro estado?

MARÍA ANTONIETA. (Segura de sí misma) Viuda de Luis, exRey de los franceses.

El pueblo asistente, en su mayoría mujeres, hacen ruido y le gritan cuando oyen la palabra Rey.

HEBERT. ¿Qué edad tenéis?

MARÍA ANTONIETA. 37 años.

HEBERT. ¿Conocéis el Acta de Acusación? ¿Queréis que se os lea?

MARÍA ANTONIETA. No. La conozco

HEBERT. Ciudadana María Antonieta, ¿es cierto que enviasteis oro a los Reyes extranjeros para que le hicieran la guerra a Francia?

MARÍA ANTONIETA. No, no es cierto.

HEBERT. ¿Es cierto que fuisteis vos la que organizasteis la huida a Varennes?

MARÍA ANTONIETA. No. Fue el Rey quien lo decidió.

HEBERT. ¿Y no es más cierto que huíais para luchar contra Francia desde fuera?

MARÍA ANTONIETA. No es cierto. El Rey, mi marido, jamás habría levantado las armas contra Francia.

HEBERT. Ciudadana María Antonieta, ¿puede decirle a este tribunal si es cierto que también quisisteis huir con el Conde Fersen?

MARÍA ANTONIETA. No es cierto. Yo nunca habría abandonado a mi marido y a mis hijos.

HEBERT. ¿Y no es cierto que el Rey no aceptaba la República?

MARÍA ANTONIETA. El Rey defendía la Corona y al pueblo de Francia.

HEBERT. ¿Queréis decirnos qué hicisteis por evitar la matanza del 10 de agosto?

MARÍA ANTONIETA. Rezar. Rezar por la ola de venganza con la que asaltaron las Tullerías.

HEBERT. ¿Queréis explicarnos qué hicisteis con el collar de diamantes que os comprasteis con los fondos del Estado?

MARÍA ANTONIETA. Todo aquello fue una calumnia, una inmensa calumnia.

HEBERT. ¿Es cierto que convertisteis el Palacio del Trianón en un burdel?

MARÍA ANTONIETA. No es cierto. En el Trianón yo me reunía con mis amigos.

HEBERT. Pues, alguno de vuestros amigos dijeron que el Trianón era como Sodoma y Gomorra. ¿Qué hay de cierto en ello?

MARÍA ANTONIETA. Ya se lo he dicho, en el Trianón la Reina se reunía con sus amigos.

HEBERT. ¿Y no es más cierto que mientras que al pueblo parisino le faltaba hasta el pan en el Trianón sobraban la comida y los pasteles?

MARÍA ANTONIETA. No es cierto… y lo de los pasteles fue otra calumnia. Yo nunca dije que si el pueblo no tenía pan comiese pasteles… ¡Eso fue una vil calumnia de los enemigos de la Monarquía!

HEBERT. Ciudadana María Antonieta, decid a este tribunal si sois monárquica o republicana.

MARÍA ANTONIETA. Señor, a un Rey o a una Reina no se le puede hacer esa pregunta.

HEBERT. ¿Y no es más cierto que la “Austriaca”, como os llama el pueblo, quería más a su Austria que a Francia?

MARÍA ANTONIETA. No es cierto… es verdad que yo nací Archiduquesa de Austria y que amaba a Austria, pero más cierto es que cuando me casé con el Delfín y fui Reina amé a Francia más que a mi propia vida.

Ilustración histórica de una ejecución en la guillotina durante la Revolución Francesa con una multitud observando el evento.
Maria Antonieta en la guillotina. | Archivo

HEBERT. ¿Qué interés sentí vos por las armas de la República?

MARÍA ANTONIETA. La felicidad de Francia es lo que deseo por encima de todo.

HEBERT. ¿Creéis vos que los Reyes son necesarios para la dicha del pueblo?

MARÍA ANTONIETA. Un individuo no puede decidirlo

HEBERT. Bien, ciudadana María Antonieta, cambiemos de tercio. A vos se os acusa de haber iniciado a vuestro hijo en los pecados de la carne. ¿Es cierto que vos le enseñasteis a masturbarse?

­ MARÍA ANTONIETA (No responde y apoya su cabeza y sus codos sobre las rodillas).

HEBERT. Ciudadana María Antonieta, ¿y no es cierto que vos y la Infanta Madame Isabel metíais a vuestro hijo en la cama entre las dos y le enseñabais cómo hacer el amor?

MARÍA ANTONIETA. (No responde y sigue con la cabeza acachada)

HEBERT. ¿Es cierto que el padre de vuestro hijo no era Luis, el que hacía pasarse por Rey?

MARÍA ANTONIETA. (No responde y sigue con la cabeza acachada)

VOCAL. Ciudadano Presidente, debéis obligar a la acusada que responda las preguntas del ciudadano fiscal.

EL PRESIDENTE. Ciudadana María Antonieta de Austria-Lorena, le recuerdo que debe responder a las preguntas que le haga el ciudadano fiscal y si no lo hace vuestro silencio irá contra vos misma. (Y dirigiéndose al fiscal)

Ciudadano fiscal, repítale las preguntas que la acusada no ha contestado.

HEBERT. (Acercándose a la acusada repite las preguntas que antes le ha hecho sobre su vida íntima).

¿Es cierto que vos le enseñasteis a masturbarse?

¿Y no es cierto que vos y la Infanta Madame Isabel metíais a vuestro hijo en la cama entre las dos y le enseñabais cómo hacer el amor?

¿Es cierto que el padre de vuestro hijo no era Luis, el que hacía pasarse por Rey?

MARÍA ANTONIETA. (No responde y sigue con la cabeza acachada)

EL PRESIDENTE. (Casi grita) Ciudadana María Antonieta, ¿queréis explicar a este tribunal y al pueblo francés por qué os negáis a contestar a los graves cargos de que se os acusa?

MARÍA ANTONIETA. (Levanta la cabeza y mirando fijamente al Presidente dice) Ciudadano Presidente, no he respondido ni respondo a esas acusaciones porque la Naturaleza rehúsa contestar… (Y entonces se pone de pie, se vuelve y se dirige al público que ocupa la sala).

Retrato de una mujer con vestido azul y peinado alto adornado con plumas sosteniendo una rosa en un entorno natural.
Maria Antonieta. | National Geographic

(Grita fuerte)

¡Mujeres de Francia!

¡Madres francesas!

(Bajando el tono y como avergonzada)

Síiiiii…, yo fui una mala Reina…

Síiiiii…, yo fui una Reina corrupta…

Síiiiii…, yo fui una Reina infiel…

Síiiiii…, yo fui una mujer pecadora.

Síiiiii…, yo fui una mujer lasciva y frívola.

Síiiiii…, yo malgasté el dinero del pueblo

en joyas y vestidos .

Síiiiii…, yo quise escapar de la Justicia del pueblo…

Sí, síiii…, ¡YO ME OPUSE A LA REVOLUCIÓN!... (Muy fuerte)

y pedí ayuda a los Reyes extranjeros…

Síiiiii…, yo no me opuse a la condena

de muchos ciudadanos justos.

Síiiiii…, yo detestaba la libertad del Pueblo.

Sí, síiii…, ¡YO ME MEREZCO LA GUILLOTINA!

Pero…

(y aquí cambia el tono y gime y hasta llora)

¡Mujeres de Francia!

¡Madres francesas!

Condenadme por estos pecados,

Llevadme a la guillotina por estos pecados…

Pero…

¡Mujeres de Francia!

¡Madres francesas!

No me condenéis por pervertir a mi hijo

¡No me condenéis por haberlo acostado en mi cama!

¡¡¡Porque eso es una monstruosidad!!!

(Llorando)

¿Cómo? ¿Cómo puede acusarse a una

madre de haber metido en su cama

a su hijo…? ¡Un niño de ocho años!

(Grita fuerte)

¡¡¡Mentira!!!

(Y otra vez baja el tono)

¡Eso es mentira!... Y vosotras, madres

de Francia, lo sabéis. Vosotras sabéis

lo que es un hijo para una madre.

¡Vosotras sabéis que eso sería una

monstruosidad!

Por eso, y yo os lo suplico, yo os lo imploro,

condenadme por los pecados que cometí

siendo Reina, pero no rompáis mi corazón

de madre…

(Grita)

¡Mujeres de Francia!

¡Os lo suplico!

Yo, yoooo, ¡NO SOY UN MONSTRUO!

(Y cae desmayada. Mientras, las mujeres presentes se acercan a levantarla gritando: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

Al mismo tiempo suenan los compases del estribillo de la “Marsellesa”)

Entonces el público (mientras suenan los compases de la Marsellesa intensamente) en su mayoría mujeres, saltan como tigres de sus puestos y arrinconan a Hébert, que tiembla ante el furor de aquellas. Antes de que la guardia pueda intervenir Hébert cae aplastado a golpes. El tribunal es arroyado y las mesas volcadas. Luego, van saliendo todos de escena, corriendo, hasta que solo quedan María Antonieta, todavía en el suelo, y el verdugo, que sigue subiendo y bajando la gran cuchilla de la guillotina.

En medio de este silencio va cayendo el telón.

FIN

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