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Justicia
Columna de opinión por José Francisco Roldán
Pocos dudan de la necesidad de articular las sociedades desde la perspectiva de lo más justo. Lo demandamos como algo imprescindible para entendernos, porque garantiza la convivencia. Es la salvaguarda frente a los poderosos que podrían dañar al bien común. Hay determinadas premisas imprescindibles para reflexionar, por eso recurrimos a los sabios, que nos orientan hacia lo mejor. Lo justo puede no ser legal y la legalidad no garantiza la justicia.
Las democracias modernas han desarrollado el consabido Estado de Derecho. Conocemos refranes como “El que la hace, la paga”. “La justicia sobre la fuerza es la impotencia, la fuerza sin justicia es tiranía”. “Ningún vencido tiene justicia, si lo ha de juzgar su vencedor”. “La justicia es reina y señora de todas las virtudes”. “La injusticia en cualquier parte es una amenaza en la justicia en todas las partes”. “La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo”. “Ganamos justicia más rápidamente, si hacemos justicia a la parte contraria”.
Y otros sabios, como Lucano, recordaba: “Aléjese de los palacios el que quiera ser justo. La virtud y el poder no se hermanan bien”. Santiago Rusiñol decía: “Cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón”. Jean de la Bruyere advertía: “Una cualidad de la justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla esperar es injusticia”.
Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino y Kant coinciden en considerar que la justicia es fundamental para la convivencia humana y para la construcción de una sociedad más justa y equitativa”. Nuestra realidad actual no tiene nada que ver con lo que la filosofía y las mentes preclaras han considerado correcto.
Y en el acervo popular encontramos infinidad de comentarios sobre la justicia, generalmente mal parada por culpa de quienes deben administrarla: “Buena es la justicia, si no la doblara la malicia”. La justicia y la razón, las más recias armas son”. “La justicia tolerante es cómplice del maleante”. “La mejor defensa es un buen ataque”. “Al final todo se sabe”. “A cada cerdo le llega su San Martín”.
Vivimos unos tiempos que no tienen nada que ver con lo que debería ser legal y justo, en el mejor de los sentidos. Son nuestros gobernantes, manejando con descaro los resortes del poder, quienes mancillan sin pudor todo lo que consideramos justo, secuestrándolo en el zulo pernicioso de lo legal. Desde el poder ejecutivo, manoseando la iniciativa legislativa, amordazan mezquindad, se entorpece la actividad jurisdiccional. De ese modo se está protegiendo al delito y a los delincuentes avasallando cualquier atisbo de honradez.
Por vía de la extorsión, perfectamente orquestada para que los sicarios sociales hagan su papel más despreciable, se maltrata la verdad y la justicia en su más alta acepción. Hay escandalosos ejemplos del torticero ejercicio de la imposición gubernamental articulada sobre deleznables argumentarios. Hemos exigido aclaraciones y responsabilidades, que deberían llegar más pronto que tarde, relacionadas con las inundaciones de Valencia, también en Castilla La Mancha.
En estos días hemos conocido una información, reproducida hasta la saciedad, que nacía en una reunión técnica en la Confederación Hidrográfica del Júcar, celebrada el diecinueve de diciembre pasado, que nos ha regalado datos esenciales, que el gobierno de España se encargó de solapar miserablemente. Había que hacer mucho ruido contra las autoridades de la Comunidad Valenciana y su líder, oponente político, entre otras razones, porque comió dónde y cuándo, según los chismosos, no debía.
El presidente de la Confederación, admitiendo al apagón informativo desde su institución oficial, reconoció que no se transmitió información sobre la evolución del Barranco del Poyo. No se alertó sobre la impresionante crecida de su caudal. Un email a las 18:43 horas comunicó tal hecho a la comunidad autónoma; sin embargo, a las 16:13 horas, había indicado que su caudal descendía. A las 15:50 horas insistía sobre la tendencia descendente. A las 18:40 horas la crecida era muy rápida. Habían dado más relevancia al río Magro y se ignoró el gravísimo peligro del Barranco del Poyo, que ocasionó una terrible tragedia colectiva. Bien, ahora, acogiéndonos a todo lo que se espera de quienes deben hacerlo, reclamamos JUSTICIA.
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