Cemento armado
Columna de opinión por José Francisco Roldán
Conocemos el cemento y no es preciso ser un experto para reconocer que se trata de una argamasa, mortero, amasijo o cascajo de donde podemos conseguir el hormigón. Cuando se le mezclan ciertas armaduras de acero se convierte en hormigón armado, muy resistente.
El caradura no es más que un desvergonzado, que se manifiesta con desfachatez. Es lo contrario al comedimiento, que requiere prudencia y sensatez. El descarado tiene un morro que se lo pisa y no es persona recomendable. En los labios del prudente está la sabiduría, como se lee en las sagradas escrituras.
Decía Jonathan Swift que el poder arbitrario constituye una tentación natural para un príncipe. Como el vino y las mujeres para un hombre joven, o el soborno para un juez, o la avaricia para un viejo, o la vanidad para la mujer. Según Lucio Anneo Séneca, la religión es algo verdadero para pobres, falso para sabios, y útil para dirigentes. Bien se puede asimilar a las ideologías.
Para defendernos de un caradura es imprescindible reconocer su comportamiento manipulador. Es fundamental no dejarse llevar por sus falsas promesas. Un caradura es el oportunista que carece de lealtad y compromiso manteniendo el objetivo de obtener beneficios personales a expensas de otros. Puede ser amigable o cruel, según las artimañas que precise. Mezclamos un desvergonzado con capacidad camaleónica. Añadimos desprecio para sacar provecho ajeno y obtendremos una persona que tiene la cara más dura que el cemento armado.
Si buscáramos un especialista en hormigones, no tendría dificultad en identificar a quienes desde el gobierno de España se dedican a enviarnos matracas envueltas con trampa. En el caso de recurrir a un experto en el comportamiento social podría enumerar políticos con la cara más dura que el cemento. También, porque hay niveles de resistencia, relacionaría a los que tienen la cara más dura que el hormigón armado.
Lo más despreciable de esta nueva estrategia gubernamental, como la de sus adláteres mediáticos, es la desvergüenza con la que se trata a los ciudadanos. Estos son ninguneados como si fueran incapaces de entender lo que se pretende solapar. No hacen más que oponerse a la oposición, en vez de gestionar y explicar qué se hace y con que finalidad. Todos es simbolismo camuflando la verdad, a la que parecen tener una aprensión enfermiza.
Los grandes timadores se caracterizan por tener una jeta impresionante. Logran estafar con gran habilidad, como tratan de hacer algunos de nuestros referentes sociales. Los trileros de siempre no son más que aprendices ante la camaleónica forma de actuar de algunos gobernantes patrios. Como cualquier falsificador profesional, con una cara dura de libro, camuflan textos entre farragosas páginas con el fin de conseguir sus objetivos driblando el control legislativo.
Su arma más peligrosa es el mismo Boletín Oficial del Estado. Y de ese modo transforman el mapa de operaciones alterando las reglas del juego con un desparpajo delirante. Preparan el cuento que debe difundir ese selecto grupo de elegidos para lanzarlo a la opinión pública como un mantra, que ha sido pergeñado por los expertos del chisme.
Cualquier caradura aparece para confundir a los ciudadanos dirigiendo su atención hacia cotilleos sin el menor respeto. Impasible, sin mover un músculo de su careto petrificado, el gobernante de turno salpica el escenario informativo con soflamas propias de un trapacero. La indignidad se ha aposentado en los resortes privilegiados del poder para arrastrarnos a la desesperación, porque se alejan cotidianamente del sentido común. Han olvidado la lealtad exigida a quienes son designados para dirigir el destino de una sociedad desorientada.
En su afán desmedido por mandar apartan a personas cabales, profesionales de prestigio, con capacidades, respetuosas con la verdad y empeñadas en el bienestar general de los españoles. Sobran mentirosos, desvergonzados, egoístas y filibusteros amparados por el nepotismo. No se precisan ignorantes, sectarios, incapaces e irresponsables manoseando derechos de los ciudadanos. No queremos en el poder a sinvergüenzas con la cara más dura que el cemento armado.
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