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Vista del interior de un parlamento con asientos de cuero y detalles ornamentales en madera.
COLUMNAS

La devaluación

Columna de opinión por José Francisco Roldán

Las sensaciones podrían estar vinculadas a una realidad contrastable. Y es por eso que solemos contar la historia desde una visión subjetiva, demasiadas veces alejada de la verdad. Nos dejamos llevar por sentimientos abandonando lo que el conocimiento nos explica. La cantinela económica desde el poder solapa lo que muchos ciudadanos suelen comprobar cada mañana. Pero nuestros líderes se emplean a fondo para adornar lo que no es más que una desgracia colectiva.

En España las cosas no van bien, porque estamos empeñados en crear parados implorando una ayuda oficial, sin prestar atención a la verdadera creación de la riqueza, perseguida y extorsionada hasta límites inaguantables. Incentivar al empleador, según los expertos, es más eficaz que dar limosnas para no buscar empleo.

Las ubres de los que pagan impuestos van perdiendo grosor, entre otras razones, porque el empeño recaudador es insaciable. Y se olvida de proporcionar mejores servicios a los ciudadanos, que contemplan con desesperación el evidente abandono de nuestras autoridades. Las mismas que están entretenidas en las mordidas y acaparar dinero injusta e ilegalmente.

Viene al caso una canción de Adriano Celentano, cantante italiano que parecía tomarse a broma muchas cosas transcendentales. En realidad, usaba del sarcasmo para acordarse de las madres de tanto sinvergüenza gestionando recursos públicos. Eran los años setenta, trágicos e injustos en buena parte de la Europa mediterránea.

Devaluación es una crítica desgarrada contra la clase política, que alargaba la crisis económica y social devaluando la lira. Esto conseguía un aumento exagerado del coste de la vida y demostraba la ineficacia de los gobiernos procesionando por despachos oficiales.

Se quejaba amargamente de la corrupción y la mala gestión de los responsables políticos. Esto propiciaba la fuga del dinero por los agujeros de la traición, y remarcaba el desencanto del pueblo. Los salarios se quedaban muy cortos y las promesas de los gobernantes superaban el rango de un timo.

No olvidaba la violencia, como la inseguridad, donde la vida va perdiendo su valor. Sin embargo, dejaba un resquicio para la esperanza, si la gente dejaba de ser egoísta y practicaba la solidaridad. Algunas de las estrofas dicen así:

“Gasolina cada día cuesta más y más y la lira cede y se precipita hacia abajo. Devaluación. Cambiar gobiernos nada cambia allá arriba hay un agujero en el estado donde el dinero va abajo. No entiendo por qué  buscar vacaciones un lugar junto al mar. Con el salario de un mes usted compra sólo un café. Estadios están llenos, pero la gente donde está. Bueno, estamos en crisis, pero sin entrar allí.  Con el nuevo banco de incautación. Dime el valor de la vida. Que nos enseñen a no matar. Vives más de armas que de pan. Quieres saber cuándo el sistema piensa en ti. Piensa un poco para mí, también.”

Estas reflexiones musicadas sirven para acercarnos sin rubor a lo que se vive actualmente en España. Hay muchos precios subiendo sin descanso y los sueldos se van quedando muy cortos. La presión fiscal es insostenible, porque las arcas del Estado siguen arrebatando con impuestos la capacidad para gastar.

El gobierno está amasando cantidades ingentes de dinero, que se pierden por las cloacas de la corrupción. No hay más que viajar por carreteras olvidadas, líneas de ferrocarril obsoletas y otras infraestructuras oxidadas, que reclaman inversión. Los dispendios partidarios superan lo razonable ignorando lo que debería ser prioritario para dotar correctamente a los servicios públicos, que arrastran deficiencias clamorosa.

La incompetencia se ha apropiado de sectores esenciales de una sociedad, que exige eficacia. Nepotismo y clientelismo infectan las instituciones, que soportan la ineficiencia. Se premia al colega embadurnado de militancia y obediencia para solapar la imprescindible aportación de los especialistas en cualquier materia, sobre todo en aquellos ámbitos donde la vida y seguridad son esenciales.

Es lamentable comprobar la beligerancia absurda de quienes deberían estar atendiendo sus obligaciones con empeño y dedicación. Los responsables políticos, apoyados por los llamados sicarios de la palabra, pierden el tiempo peleando en controversias propagandísticas, cuando está en juego el bienestar colectivo. Una patulea de seres egoístas e indolentes culpables están abandonando a su suerte a los ciudadanos, que reclaman atención y rigor en la gestión pública.

Ya está bien de chascarrillos y cotilleos delirantes, que centran su atención política con un desparpajo insolente. Deberían atender sus obligaciones y no estar afiliando más pobres para asegurarse su futuro personal. Falta promoción profesional, que está expulsando de España a expertos reclamando retribuciones justas.

Menos globalización y más dedicación a los problemas importantes. La tergiversación ha fagocitado a la verdad y una enorme nómina de políticos, y sus machacas con sueldo, debería sufrir una seria, rigurosa y eficaz devaluación.

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