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Varias manos de colores superpuestas en un fondo azul.
COLUMNAS

Buena voluntad

Columna de opinión de José Francisco Roldán

En ningún momento, como en estas fechas, se evoca con tanta fuerza y sentimiento las expresiones que tienen que ver con las mejores intenciones. Los cristianos nos hacemos eco de una excelsa y generosa disposición de ánimo, por eso repetimos:  “y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad”. Pero ese posicionamiento vital no es privativo de una religión o cultura, pues nace de una disposición benévola de la gran mayoría de los humanos, que Kant denominaba imperativo categórico, nacido de la racionalidad moral. Una buena voluntad relacionada con la felicidad, comprensión y amabilidad hacia los demás.

La mayor parte de los ciudadanos bien nacidos se aferra con firmeza al estímulo que supone hacer el bien, a pesar de tantos inconvenientes e imponderables. Ese espíritu de concordia se apodera del pensamiento común para orientarlo hacia lo mejor.  Los sabios, amasando ideas con profusión, insistían sobre el bien y el mal para construir o dañar expectativas. La autolisis degrada las entrañas morales de la ciudadanía y provoca una infección en los sentimientos. Las fiestas navideñas, o como queramos llamar este pedazo de tiempo en cualquier espacio, deberían producir emanaciones favorables para el clima social. Esa armonía no tiene nada que ver con el poder adquisitivo y debería servir para tender puentes desde los que tienen más.

Se trata de proyectar su generosidad hacia los menos afortunados. Hablamos de emociones, valores, solidaridad y cualquier iniciativa empeñada en el bienestar general. Esta tendencia impone racionalidad a quienes detentan el poder para irradiar armonía en la sociedad a la que sirven. Pero cuando se apaga el sonido de las arpas celestiales, una avalancha de estruendos armados nos recuerda que existe el mal y con enorme poder destructivo. No parece una casualidad que en el espacio geográfico donde nacieron civilizaciones, culturas y religiones extraordinarias se haya aposentado la intransigencia. Esos distintos modelos de vida debieron generar la armonía explicada por los cabios, pero torcieron el rumbo para confrontarse y destruirse insistentemente.

Manos levantadas con cuerdas rotas contra un cielo azul, simbolizando libertad.
Buena voluntad | redes

La tragedia, desgracia y desesperación han solapado lo que pudo haber sido un remanso de concordia impuesto por la buena voluntad. Sin embargo, la mala sangre se dedica a derramar la buena que, indefensa, soporta una hecatombe desproporcionada. Y entre tiros, bombas y odio, algunos colectivos valientes se dedican a regalar benevolencia enalteciendo un recuerdo de la historia ejemplar. En nuestra tierra, donde compartimos anhelos presentes y futuros, los odiadores se empeñan en manchar cualquier destello de sentido común y cordura.

Hay demasiados ególatras, amparados por colectivos sectarios, hurgando en emociones ajenas para imponer sus ideales por encima de cualquier atisbo de generosidad. La maldad, aliada de una influencia rencorosa, pertinazmente, asalta emociones para causar desdén, lo que mina sin escrúpulos la moral colectiva, abandonada a la suerte de los que suelen perder.  La mentira es el contrapunto de la buena voluntad y toma posesión del mensaje oficial para inventar realidades paralelas falseadas. La mala baba se impone sin compasión driblando muchas normas, mientras ataca fundamentos éticos, que deberían informar la acción política. El desprecio ha tomado posesión del discurso de un gobierno descompuesto, que disimula una buena voluntad falaz.

Los efluvios de una degeneración pervirtiendo ética y moralidad apestan el ambiente parlamentario derramando ofensas a una sociedad perpleja. Las cifras económicas, que se vomitan sin pudor, no son más que soflamas huérfanas de credibilidad, propagadas con descaro. A pesar de este perturbador modo de actuar por parte de la casta política imperante, hay ciudadanos, abducidos por la mejor intención, que persisten en acaparar sensaciones constructivas.

Esa generalizada conciencia social está empeñada en limpiar asperezas aireando los reductos podridos. Los perturbadores de la legalidad, enriquecidos y tratando de escamotear a la justicia, siguen pergeñando trampas para mantenerse en posición dominante. Y a pesar de todos ellos, contra viento y marea, debe imperar la buena voluntad. 

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