
Poncio, el restaurante que conquista Madrid con acento andaluz y alma internacional
El chef Willy Moya elabora una propuesta informal, pero muy sabrosa y reconocida por la Guía Michelin
Madrid está lleno de sorpresas, pero pocas tan únicas como Poncio, el local donde el chef Willy Moya ha volcado su esencia culinaria con una mezcla irresistible de tapas creativas, platos honestos y un agradable ambiente que garantiza siempre el disfrute y los buenos momentos. Situado a escasos pasos del emblemático parque de El Retiro, Poncio es uno de esos restaurantes que descubrimos por recomendación y al que volvemos por gusto.
Moya, sevillano de adopción y madrileño de nacimiento, nos trae a la capital todo lo que ha aprendido durante sus viajes por Londres, Estambul y Sevilla. Unas vivencias que toman forma en una apetecible carta, que combina el carácter andaluz con un enfoque internacional y actual, que logra sorprendernos y conquistarnos en cada visita.
En la carta de Poncio, nos aguardan tapas con identidad propia que buscan la emoción del buen producto bien tratado, a precios más que razonables, para un restaurante que ya ha sido reconocido por la Guía Michelin por tercer año consecutivo. Y es que, el impecable menú de Poncio es una sucesión de pequeñas joyas culinarias compuesta por tapas de autor que logran conquistar a los paladares más exigentes.

El local nos recibe con un ambiente coqueto y acogedor, con una cocina a la vista en la entrada, un bonito salón principal y una agradable terraza cubierta, en los soportales de la Plaza del Niño Jesús, en la que dan ganas de quedarse para siempre.
Nuestra velada en Poncio comenzó con unos irresistibles aperitivos que nos reciben cariñosamente mientras Kike, el encantador jefe de sala, nos explicó detalladamente cada uno de ellos. Primero, una exquisita mantequilla virgen salada hecha a base de leche de oveja sin carotenos, que luce una llamativa tonalidad blanca, que comparte protagonismo con su famoso paté de cerdo ibérico, que elaboran con reducción de oloroso de aceite de sésamo y que untamos sin reparo en los riquísimos panes de masa madre que nunca faltan en las mesas de Poncio.
Además, ahora en verano y para combatir el calor, nos obsequian con un original y refrescante salmorejo de remolacha, que disfrutamos plenamente antes de adentrarnos en su apetecible carta.

La vieira con avellana y sal, con camarón enharinado y frito, acompañada de un aguachile con cebolla morada encurtida y brotes de cilantro, fue muy posiblemente, uno de nuestros platos preferidos de la velada. Un rotundo comienzo, que nos enamoró desde el primer bocado y que nos condujo a unas llamativas ostras a baja temperatura, que acompañan con pilpil de wakame, flakes de nori y camarones en enharinados y fritos. Una elaboración arriesgada y acertada, que logra respetar la salinidad de la ostra, acompañándola con un divertido juego de texturas y sabores que potencian esta joya del mar y la elevan a otro nivel.
Continuamos con una divertida coca de steak tartar sobre base de hojaldre invertido, que preparan con carne de vaca rubia gallega y en lugar de yema de huevo, le añaden grasa de la propia vaca rubia, que aporta untuosidad y potencia el sabor de la carne. Rematan la receta con un toque de arroz inflado con polvo de jamón serrano y piparra encurtida, logrando un resultado sumamente equilibrado y delicioso.

No podíamos dejar de probar uno de sus platos estrella que permanece en carta todo el año por petición popular. Nos referimos al sabrosísimo pimiento del piquillo relleno de berenjena ahumada con queso de cabra y aperitivo mexicano que resulta absolutamente adictivo, tanto por su cremosidad como por su acertada mezcla de sabores, que nos hizo rebañar el plato a conciencia, al igual que el sorrentino que probamos a continuación. Un curioso ravioli que va relleno de calçot y acompañado de salsa romesco casera y avellana rallada. Ligero, rotundo y con mucha personalidad, logró sorprendernos muy gratamente desde el primer bocado.
Antes de pasar al dulce momento final, no pudimos resistir la tentación de catar la gamba cristal que sirven sobre una tortilla de maíz frita untada con guacamole, bearnesa de pimiento, mayonesa de huevo frito y coronada con gamba cristal enharinada y frita. Una elaboración repleta de exotismo y con divertidos guiños castizos, que se disfruta comiéndola con las manos a mordiscos y sin miramientos.
El postre se convirtió en otro de los momentos estelares de Poncio y es que sus natillas de mango, fruta de la pasión, coulis de frutos rojos, bizcochito de orujo, helado de caramelo salado y pétalos de pensamiento, es, sin duda, uno de los mejores dulces que hemos probado últimamente. Un final perfecto, ligero, refrescante y nada empalagoso, que nos obligó a rebañar hasta la última cucharada y que nos hará volver antes de lo que teníamos pensado.
Poncio no es un restaurante de etiquetas ni de rigideces, porque aquí se viene a disfrutar. Un inevitable punto de encuentro para los amantes de la buena mesa en la capital donde el tiempo se disfruta siempre entre bocados felices.
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