Ocho meses quedan para que prescriba el crimen de Deborah Fernández cometido el 30 de abril de 2002. Ocho meses en los que tanto la familia de la joven viguesa asesinada a los 22 años como su abogado, Ramón Pérez Amonedo, quieren agotar todas las posibilidades para intentar resolver el caso.
Ahora cuentan con un nuevo informe criminológico a cargo del Despacho Criminológico y JurÃdico Balfagón y Chippirrás. El informe expone dos nuevas lÃneas de investigación que nunca fueron contempladas por la PolicÃa Nacional en su investigación. Revelaciones que esperan que den un vuelco a una investigación que estuvo marcada por "fallos generales" y otro tipo de errores que han hecho que 19 años después el asunto siga sin resolverse.
Pero, por otro lado, la investigación de Balfagón y Chippirrás puso el dedo en un aspecto importantÃsimo: en su momento no se realizó la correspondiente inspección de las uñas de las manos de la joven. Un examen de vital importancia que se realizó el pasado mes de mayo y que confirmó la aparición de pelos y fibras que podrÃan ayudar a resolver este caso. Pero este no fue el único error ya que, el ordenador de la joven, que se encontraba guardado en dependencias policiales desde el año 2006, nunca fue estudiado para buscar pruebas de lo sucedido.
El abogado Ramón Pérez Amoedo.
Ahora, con la nueva información genética de la que disponen, han solicitado al Juzgado de Instrucción número 2 de Tui un "cribado masivo" y voluntario a más de treinta personas que de alguna forma han estado relacionadas con este caso.
Esta información, junto a la del disco duro recuperado, son las claves del informe a cargo de la criminóloga Carmen Balfagón, experta en recuperar crÃmenes 'dormidos' y aportar cambios de rumbo a investigaciones que, aparentemente, entran en vÃa muerta.
Un crimen cometido en 2002
El 30 de abril de 2002 era un dÃa normal para Déborah Fernández, fue a clase de Diseño Gráfico, pero salió antes porque se sentÃa mal. Déborah, viguesa de 22 años, se fue desde clase a su casa en la avenida Atlántida de Alcabre y a mediodÃa acudió a la peluquerÃa. Después de comer, por la tarde, salió a correr por la playa de Samil, se encontró con su prima e hicieron juntas parte del recorrido, a la altura del puente de Langares se despidió de ella, le dijo que no iba a salir aquella noche, que iba a alquilar "Amelie" en el videoclub.
A las nueve menos cuarto de la noche fue vista por última vez en la zona de Alcabre, cuando un conocido, supuestamente, se cruzó con ella, a 500 metros de su casa. Diez dÃas más tarde, el 10 de mayo, una vecina, Adelaida, que paseaba a su perro por O Rosal, encontró su cuerpo, a más de 40 kilómetros de Vigo. La joven estaba a tres metros del arcén de la carretera, desnuda y medio tapada con ramas de acacia, acostada de lado, con piernas y brazos flexionados. Depositaron el cuerpo con cuidado, con mimo, porque no habÃa señales de arrastre del cadáver sobre el suelo.
La criminóloga Carmen Balfagón.
La autopsia desveló que la joven habÃa muerto entre seis y nueve dÃas antes, pudiendo incluso haber ocurrido el mismo dÃa de su desaparición. Cuando murió estaba vestida y asà estuvo al menos durante las doce horas siguientes a su muerte. Luego desnudaron su cuerpo y lo lavaron. Los informes también arrojaron que Déborah permaneció en un lugar frÃo y oscuro, quizás una cámara frigorÃfica o un sótano, hasta que fue depositada en la cuneta por su presunto asesino o un cómplice.
El cuerpo no tenÃa signos de violencia ni de agresión sexual. La hipótesis más fiable fue la muerte por sofocación con un objeto blando, que no habrÃa dejado signos violentos. Junto al cadáver se dejaron pistas falsas, como un preservativo usado, un pañuelo de papel y un cordón verde bajo el cuerpo. También se hallaron restos de semen y ADN, que parecÃan pruebas fiables para encontrar al autor. Durante años los investigadores siguieron estas pistas que luego resultaron ser falsas, se hicieron cientos de pruebas, entre ellos al principal sospechoso, un joven que habÃa sido novio de la chica. Pero no se consiguieron resultados positivos.
Los investigadores finalmente descubrieron que la escena era ficticia, un escenario montado para hacer creer en el móvil sexual. El autor incluso introdujo semen artificialmente en la vagina de la joven, ya muerta. Los forenses determinaron que esa es la única explicación a que se conservara ese fluido diez dÃas después del fallecimiento. Hasta cinco grupos policiales de trabajo pasaron por el caso sin poder llevar al asesino ante la Justicia. Diecinueve años más tarde la familia, los investigadores contratados y el Juzgado tratarán de arrojar luz sobre un crimen sin resolver.