El primer paso consiste en admitir que tenemos un problema. Las necesidades financieras son tan cuantiosas, que poner la letra a esta música va a llevar tiempo y reformas. La reacción emocional y social de los destinatarios ante un previsible, pero no deseable, recorte de las pensiones y de los salarios determinará la maestría de la obra. Los recortes levantarán ampollas, sino pasiones.

La reconstrucción va a exigir esfuerzos y no pocas renuncias. La tripulación de economistas, sociólogos y politólogos, con herramientas sofisticadas, afinarán el relato de esta tragedia. Indicadores, encuestas, estadísticas y tendencias inundarán a una opinión pública conmocionada por la pandemia. Mientras la batuta pertenezca al solista, el eco y el aplauso vespertino quedan para las masas. El que paga al músico selecciona la melodía.

El simbolismo griego, romano e hispano están presente en esta crisis financiera. Atenas, Jerusalén y Roma- la Acrópolis, el Gólgota y el Capitolio-conforman el alma europea. Sócrates, Platón y Aristóteles, mencionarlos produce un respeto mágico y reverencial. Europa debe medir sus pasos. La ortodoxia financiera debe exigir y supervisar, pero también preservar las raíces del continente. La Unión Europea no es paja, pero tampoco es ladrillo. La atención no debe centrarse exclusivamente en los ganadores, sino en evitar los errores de los perdedores.  

Las secuelas económicas son imprevisibles. El Fondo Monetario Internacional pronostica un incremento sustancial de los coeficientes de endeudamiento público. España es una de las  más afectadas. Grecia, Italia, Letonia y Lituania nos superarán en la infortunada disminución de la riqueza. La caída de la recaudación tributaria junto al crecimiento del gasto público, generarán un déficit público desconocido anteriormente.

La estadística, a medio camino entre la autoridad del Estado y la de la ciencia, nació tanto para mandar como para servir al pueblo. La estadística clasifica, ordena y abruma, con una retórica fría e inconmovible. Es la retórica de las cifras. La necesitamos igual que la cuestionamos. La veracidad no es siempre su cometido. El carácter distante de la estadística sacraliza su contenido.

Los dirigentes de las comunidades palidecen los recortes de sus gestiones. En el paisaje después de la batalla, la responsabilidad recaerá sobre la diligencia o negligencia de los expertos. Conviven con jugadores de ajedrez, diseñando la estrategia de sus cabezas. Los medios de comunicación son los alfiles y la administración territorial la reina madre. Los luteranos llegados del Norte, exigirán el bisturí ante una administración irracionalmente dimensionada.

El relato musical incrementará la sintonía, pero la realidad de los hechos se abriráen el camino. Disertar de economía en un club reconforta y en un seminario o en un coloquio, no lastima absolutamente a nadie. Sin embargo, la realidad no acepta sofismas sin recorrido. Las crisis generan ajustes y restricciones. Necesitamos ajustar costes, rentas y precios. Tenemos que pasar de la pirotecnia a la realidad de la existencia. La mayor tristeza será constatar la destrucción de la riqueza.

Los relatos prefabricados parecen gigantes molinos de viento. El verbo del empresario conjuga la tiranía de lo inmediato. Gastos, ingresos, garantías y gestión del riesgo, son la realidad de su existencia. Los empresarios no pueden ser crédulos, tienen que abonar nóminas e impuestos. El botafumeiro pertenece a otras latitudes. Las masas deben callarse, cuando el relato oficial demanda su conveniencia.  

Pólvora gastada en belleza y arquitectura centelleante camufla la realidad de los hechos. El oficialismo transmite trampas de valor envueltas en espejismos de crecimiento. Las valoraciones subían de forma exponencial en función de expectativas, no de beneficios realmente obtenidos. Había nacido una mentalidad de ruleta. Los métodos tradicionales, como los flujos de caja o los ratios PER - relación entre el precio de una acción y los beneficios obtenidos – parecían patrimonio de glorias ya fenecidas.

La realidad en España es preocupante.  Existen novecientas mil empresas con necesidades de liquidez inmediata, escasez de circulante y tasas de paro galopantes. Un sector exportador ralentizado, completa el paisaje de esta batalla. El protestantismo europeo de seria laboriosidad y sobria acumulación económica, nos espera ya en la próxima compuerta.

La Organización Internacional del Trabajo prevé a nivel global la destrucción de 230 millones de empleos. Una nueva política económica debe afrontar esta batalla. Los países van a intervenir masivamente, con un capitalismo apoyado por el gobierno, que no intervenido por el Estado.  La crisis demanda un cambio de coordenadas, no es la defunción del libre mercado sino un matrimonio de conveniencia entre lo público y privado.

Los balances de las empresas transmiten vulnerabilidad ante una disminución de las ventas y la turbulencia en el precio de las acciones. Una expansión cuantitativa de gran calado, con un activismo relevante del Banco Central Europeo, supone la entrada en latitudes carentes de certidumbre. El supervisor europeo inyectará nuevo dinero en la economía. La estabilidad financiera es la finalidad del objetivo. 

No se debe confundir la necesidad con la demanda. La verdadera demanda económica requiere no sólo necesidad, sino también poder de compra. El equilibrio industrial y la estructura de la industria deberán modificarse. La inviolabilidad de la propiedad privada debe sacralizarse. Las intervenciones no deberán ser ideologizadas. En caso contrario “todo el mundo hará caso al barómetro menos el tiempo”.