01 de junio de 2024
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FIN DE SEMANA

La violencia en calles ecuatorianas se ha cobrado la vida de candidatos presidenciales mientras la crisis criminal en otros países latinos se agrava

'Guerra civil' contra el narcotráfico en América Latina: El drama silencioso de Ecuador, México y Colombia

El Cierre Digital en Operativo contra el narcotráfico en Colombia
Operativo contra el narcotráfico en Colombia
La influencia de la criminalidad en la sociedad y el coste en vidas del narcotráfico en América Latina es objeto de estudio de numerosos expertos internacionales. Sin embargo, es una realidad silenciada según muchos, pues la criminalidad ligada al narcotráfico en países como Ecuador, México y Colombia ha alcanzado límites insospechados, generando una oleada de violencia sin precedentes que, por sus métodos y sus cifras, podría ser considerada como una guerra civil.

Desde el inicio de los tiempos, el ser humano se ha enfrentado a numerosas guerras, algunas más recordadas que otras. Sin embargo, está claro que existe cierta ambigüedad con el término. Por ejemplo, en la más cercana actualidad hay quienes se niegan a usarlo para referirse al conflicto entre Hamás e Israel en Gaza por connotaciones sociales. Paralelamente, hay cada vez más expertos y medios de comunicación que señalan que el conflicto entre los gobiernos y el narcotráfico en América Latina ha traspasado límites, tanto logísticos como humanos, por los que podría ser considerada una guerra con todas las letras.

En elcierredigital.com informamos recientemente sobre la violencia ligada al narcotráfico en Ecuador, país que ahora encamina un nuevo sendero con su presidente recién electo, Daniel Noboa. El camino de Noboa hacia la presidencia comenzó con unos protagonistas y finalizó con otros. Elcierredigital.com ya informó en su momento del asesinato del candidato Fernando Villavicencio, y también del caso de Pedro Briones, que perdió la vida en unas circunstancias muy parecidas.

En Ecuador, la situación de inseguridad y crisis social ya no puede esconderse mucho más tiempo. Según los datos publicados por Statista, desde el año 2017 los homicidios en el país han aumentado de 5,81 por cada 100.000 habitantes a 19,83 este año, habiendo alcanzado picos de 25 por cada 100.000 en 2022. 

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Christian Zurita, candidato presidencial ecuatoriano, asiste a las votaciones con chaleco antibalas y casco

Es importante conocer estos datos, pues si se comparan con los de países “tradicionalmente” más violentos, nos damos cuenta de la gravedad de la situación que vive la sociedad ecuatoriana en los últimos años. Para muestra un botón, frente a los 19,83 asesinatos por cada 100.000 habitantes registrados en Ecuador durante este inconcluso 2023 se encuentran los 4 por cada 100.000 de Afganistán en 2021, los 2 por cada 100.000 de Líbano y los 7 por cada 100.000 de Estados Unidos ese mismo año, sin olvidar el singular 0,68 por cada 100.000 habitantes que registró España en 2022.

La crisis que afronta Ecuador se produce tras una serie de acontecimientos que han convertido al país en un buen destino para el narcotráfico tras el debilitamiento del ejército y la policía, en parte provocados por el final de la protección estadounidense en su frontera septentrional con Colombia, lo que ayudó a que las mafias del narcotráfico expandieran sus operaciones en el país centrando sus esfuerzos en explotar estos puntos débiles, tal y como aseguraron diversos medios de comunicación internacionales con fuentes dentro del ejército ecuatoriano. 

Este clímax de inseguridad ha facilitado el apogeo de grupos criminales como los Lobos y los Choneros, de los que ya informó elcierredigital.com y cuyo poder e influencia cada vez es más latente en todos los estratos de la sociedad ecuatoriana, como señaló en su momento para este medio la abogada María Fernanda Poveda.

México registra más asesinatos que Ecuador en una ‘guerra urbana’

En paralelo al caso de Ecuador encontramos México, que el pasado 2022 registró 25,9 asesinatos por cada 100.000 habitantes, lo que equivale a más de 30.000 asesinatos al año, una triste media al alcance de muy pocos países. El caso de México guarda ciertas similitudes con el de Ecuador, sin embargo, se puede decir que México le lleva mucha ventaja en lo que a operaciones de narcotráfico se refiere, más aún compartiendo frontera con Estados Unidos, principal destino de las exportaciones de estupefacientes procedentes de América Latina.

La guerra a campo abierto entre los propios cárteles y en especial contra la policía y cuerpos de seguridad, sumada a la delicada situación económica del país, con un 36% de la población en situación de pobreza, crean un cóctel insostenible para muchos.

México es un país diverso en multitud de aspectos, también en el narcotráfico. Popularmente se ha conocido como uno de los eslabones finales en la cadena de distribución de cocaína procedente de países como Perú y Colombia con destino a tierras estadounidenses.

Pero también ha sido y es un productor de marihuana a gran escala. Sin embargo, en los últimos años la producción de otras drogas sintéticas ha disparado la influencia de las bandas criminales que luchan por el control del territorio, especialmente las dedicadas al cultivo de amapolas, materia prima de la que se obtiene el opio.

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Operativo policial contra el narcotráfico en México / Fotografía de Pedro Pardo

Y es que México es el tercer productor de amapola a nivel mundial. Aunque se pueden encontrar numerosas plantaciones de este tipo repartidas por la geografía del país, el mayor número de estas se concentra en el denominado ‘Triángulo Dorado’, una sierra que conecta las comunidades de Sinaloa, Durango, Michoacán, Chihuahua, Guerrero y Oaxaca.

A pesar de los prejuicios, estas plantaciones son, en su mayoría, regidas y vigiladas por comunidades indígenas que desde años sufren la violencia de las bandas criminales que buscan sacar provecho de las plantaciones e introducirlas en la denominada “economía criminal”, tal y como señalan numerosos medios de comunicación locales. La defensa de estos cultivos por parte de los comuneros ha provocado decenas de muertos en ambos bandos, generando un elevado número de bajas entre las poblaciones comunales del Triángulo Dorado.

A pesar de ser un ‘peso pesado’ de la producción de amapola, las mafias del narcotráfico mexicano han centrado sus esfuerzos en expandir la producción y distribución de fentanilo, tal y como señalan las autoridades estadounidenses en multitud de comunicados referentes a las operaciones compartidas entre ambos países contra el tráfico de drogas.

Este auge del fentanilo llevó al Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos a anunciar nuevos planes en suelo mexicano. Así lo anunciaron a finales del pasado mes de septiembre a través de un documento, en el que vaticinan una guerra contra los opioides sintéticos en suelo mexicano prevista para el año 2025. Esta revelación se produjo apenas unos días después de producirse la extradición de Ovidio Guzmán, hijo del conocido Joaquín ‘Chapo’ Guzmán.

Los pactos con las FARC no frenan los asesinatos en Colombia

En Colombia la situación puede llegar a ser incluso más insostenible que en México pues en 2022 se registraron 26 asesinatos por cada 100.000 habitantes en el país. Sin embargo, el presidente colombiano, Gustavo Petro, llegó a alardear de que el país bajó la tasa de homicidios respecto al año 2021, algo que es cierto, pero con matices, teniendo en cuenta la elevadísima tasa que registra y los 12.221 muertos del pasado año.

El historial delictivo del narcotráfico en Colombia es más que conocido, incluso banalizado o idealizado por el cine en algunas ocasiones. La cruda realidad colombiana dista mucho de los lujos que ostentan los líderes de los cárteles. Aunque no todo son malas noticias para Colombia, pues la situación podría ser aún más insostenible de no haberse alcanzado los famosos acuerdos con las FARC, que depusieron las armas en su mayoría, aunque aún quedan vestigios de estos guerrilleros haciendo su propia guerra por el control de los puntos estratégicos para el narcotráfico.

Paralelamente, los cárteles colombianos continúan ejerciendo su tiranía en los territorios que controlan, haciendo imposible la vida de muchos civiles que pierden la vida como consecuencia de la elevadísima criminalidad registrada en algunas regiones. A menudo, los métodos que utilizan los criminales para sus ejecuciones son más que impactantes e inhumanos. 

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Operativo contra el narcotráfico en Colombia

Por otra parte, Colombia es el principal productor de hoja de coca del mundo. Así, el pasado año 2022 se registraron 230.000 hectáreas de cultivo de esta planta, superando los registros de años anteriores y marcando un nuevo récord histórico. Por las hectáreas de producción, la cantidad de cocaína obtenida podría rondar las 1.738 toneladas.

De hecho, muchas de estas bandas poseen armamento de guerra como fusiles de asalto, lanzacohetes e incluso, según fuentes consultadas por el canal Armapedia, algunos grupos criminales colombianos cuentan con drones bomba como los utilizados en el frente de Ucrania, con la diferencia de que estos grupos los utilizan para interceptar vehículos policiales o neutralizar a miembros de cárteles rivales.

Ante este desolador panorama el presidente colombiano puso en el punto de mira las plantaciones de hoja de coca, pero con un objetivo diferente al de sus predecesores, que pretendían criminalizar a los campesinos cultivadores que, en muchos casos, eran extorsionados y amenazados por cárteles del narcotráfico. El plan de Petro pasa por una reestructuración del sistema que regula estas plantaciones, haciendo que sean destinadas a familias que puedan acometer su producción sin que sea destinada al narcotráfico, sin embargo, el plan no termina de implantarse y por tanto, no da grandes resultados.

Ya son varios los ‘piques’ que ha habido entre el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, y Gustavo Petro, con la criminalidad de las bandas en el centro del debate. Aunque a Petro no le gusta reconocerlo, Bukele sí consiguió reducir la criminalidad de El Salvador con sus polémicos pero efectivos métodos de represión sobre los pandilleros de las maras. Como consecuencia de estas prácticas, el país descendió su tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes hasta los 2,3 que registra este año.

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