
Fenómeno kinki (y VIII): El Jero, la voz de Los Chichos que 'glorificó' a estos mitos
Juan Antonio Jiménez murio de sobredosis en 1995 y fue el ídolo de las gasolineras con canciones como 'Yo, el Vaquilla'
Jero (1951, Valladolid), el emblemático líder de Los Chichos, es una figura clave en el movimiento kinki de los años 80. Se convirtió en la voz de una generación marginada y desafiante.
A través de sus letras, reflejó las realidades de la juventud desilusionada, la delincuencia y la marginalidad. Transformó el estigma social en una representación humana y cercana.

Su música, cargada de autenticidad, no solo marcó el rumbo del pop-rock español. También conectó profundamente con aquellos que vivían en las periferias de la sociedad.
De Valladolid a la Formación del "Ajero"
Juan Antonio Jiménez Muñoz, conocido como Jero, nació el 29 de marzo de 1951 en Valladolid, en el barrio de La Victoria. Durante su infancia y adolescencia, vivió junto a sus hermanos y abuelos en un entorno familiar marcado por la figura de su padre, Aquilino Jiménez, "El Tío Puntas". Este falleció a finales de los años 50. Este trágico suceso llevó a la familia a mudarse a Madrid en busca de nuevas oportunidades.
En la capital, Jero se dedicó a la venta ambulante. Su primer apodo fue "el ajero", ya que provenía de una familia que se dedicaba a los ajos. Con el tiempo, el apodo se transformó en "Jero".
A pesar de haber asistido poco a la escuela, Jero se enseñó a leer y escribir de forma autodidacta. Desarrolló una gran pasión por la poesía, lo que más tarde influiría en su carrera como compositor. A los 17 años, se casó con Araceli Borja, de 14, con quien tuvo dos hijos: Adelina y Julio.
El alma de Los Chichos
En 1973, Jero fundó el trío Los Chichos junto a los hermanos Julio y Emilio GonzálezGabarre. Desde el inicio, se destacó como compositor y vocalista principal. Su primer sencillo, "Quiero ser libre", fue un éxito rotundo y marcó el comienzo de su carrera en el pop-rock español.
Jero fue responsable de la totalidad de las composiciones en los tres primeros discos de Los Chichos: Ni más ni menos(1974), Esto sí que tiene guasa (1975) y No sé por qué (1976).

La producción de Ricardo Miralles y los arreglos de José Torregrosa fueron clave para el sonido vanguardista del grupo.
En 1977, Jero comenzó a recibir cuatro de las canciones por álbum en un acuerdo de reparto de derechos de autor. Los otros miembros contribuían con tres. En 1980, Julio también comenzó a componer, y el grupo continuó su evolución, incorporando sintetizadores en su música.
Los Chichos lograron gran éxito en la década de 1980, vendiendo más de 15 millones de discos. En 1990, Jero dejó el grupo para seguir su carrera en solitario, marcando su último trabajo con un álbum doble en vivo.
El Jero y la voz del kinki
Los Chichos, con Jero a la cabeza, no solo alcanzaron el éxito musical, sino que se posicionaron como "testigos y protagonistas de una época" de una época donde las drogas asolaban las calles. Sus canciones se convirtieron en las "páginas sonoras del pueblo", conectando con una gran parte de la sociedad.
Su música trascendió barreras, tocando las fibras más profundas de los oyentes, quienes se identificaban profundamente con el realismo y la trama de sus letras.

Los seguidores de Los Chichos sentían que sus canciones reflejaban su propia realidad. Llegaban incluso a gastar lo que tenían para poder comprar sus discos. Este vínculo genuino con su público se cimentó aún más en la figura de Jero. Su autenticidad como compositor y cantante permitió que la banda fuera percibida como una voz real de la calle.
Un ejemplo claro de esta autenticidad es la canción "Quiero ser libre", uno de los mayores éxitos del grupo, compuesta por Jero mientras cumplía una breve condena en prisión. Este contexto otorga a su música una capa de veracidad única, donde las vivencias personales de Jero se integran en sus letras, humanizando la representación del fenómeno kinki.
Las composiciones de Jero para Los Chichos abordaron de forma directa y visceral las realidades de la marginalidad y la delincuencia juvenil. Ofrecían una perspectiva que humanizaba a sus protagonistas, más allá del estigma social. Ejemplos de esto incluyen:
"El Vaquilla" (1986): Dedicada a Juan José Moreno Cuenca, alias 'El Vaquilla', una figura emblemática de la delincuencia juvenil. La canción lo presenta como un "delincuente de buen corazón", buscando humanizar su figura en lugar de reducirla a la criminalidad.
"Sea Como Sea": Una poderosa justificación de los actos delictivos en entornos marginales. El protagonista expresa su determinación de seguir robando para mantener a su familia, reflejando la necesidad de supervivencia más que la simple ilegalidad.
"Eres como un fugitivo": Una canción que refleja la constante amenaza y persecución policial que enfrentan aquellos que viven al margen de la ley. Muestra la carga psicológica de una vida clandestina.
"Campo de la Bota": Inspirada en un barrio real de chabolas, aborda la vida en asentamientos marginales. La desconfianza y la violencia son parte del día a día, mostrando un mundo cerrado con sus propias normas.
"Amor de Compra y Venta": Aunque se centra en el amor, la letra refleja la transacción emocional y económica en relaciones donde la desesperación influye en los lazos personales.
"Son Ilusiones": Con una letra cargada de fatalismo y desilusión, captura la sensación de desesperanza de una generación que veía pocas perspectivas de futuro.
La capacidad de Jero para componer a partir de sus propias experiencias permitió que sus letras fueran una voz para aquellos que no la tenían. Transformó la figura del "quinqui" de un simple estereotipo criminal a un individuo con emociones, motivaciones y circunstancias comprensibles.
La muerte de El Jero por sobredosis
El 22 de octubre de 1995, la vida de Juan Antonio Jiménez Muñoz, conocido como El Jero, llegó a su fin en Madrid. Tenía 44 años. La causa de su muerte fue una sobredosis, un desenlace trágico que marcó un doloroso punto de inflexión en la historia de la rumba flamenca y el legado de Los Chichos.
La muerte de El Jero fue un golpe devastador para su esposa Araceli y sus dos hijos, Adelina y Julio. Más allá del dolor familiar, su desaparición significó la pérdida de uno de los pilares de la música popular española.

El legado de El Jero es ampliamente reconocido y respetado, no solo por su talento musical, sino también por su humanidad. Aquellos que lo conocieron destacan su extraordinaria capacidad para componer y su carisma personal.
Fue descrito como "un compositor de los buenos buenos buenos que ha tenido este país". Sus compañeros de Los Chichos lo consideran el "alma del grupo", un "genio" tocado por la "varita de Dios", cuya creatividad fluía de manera natural.
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