Tomás Navarro Oliver, coronel retirado de la Guardia Civil en Euskadi (I)
"En los 70 se vivieron momentos de gran confusión"
Nadie conoce los sentimientos de una víctima del terrorismo si no lo es o si no está cerca de ella. Las víctimas de ETA y del terrorismo en general no solo se limitan a los muertos y heridos por su causa, se amplía a su entorno y a los colectivos que han sufrido de una manera directa sus actuaciones, bien por haber caído bajo su “plomo”, bien por haber padecido las consecuencias de haber luchado contra ellos.
Me estoy refiriendo a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, evidentemente. Muchos de sus miembros cayeron bajo su “plomo” pero otros muchos más vivieron y aún viven bajo su terror.
En esta ocasión les voy a mostrar el testimonio de alguien que vivió esos terribles años siendo un joven teniente de la Guardia Civil que tuvo ver y vivir la muerte de cerca y que también tuvo que sufrir la amenaza y el miedo constante sobre él y sus familiares.
Se trata de mi buen y querido amigo el Coronel Tomás Navarro Oliver, hoy retirado y convertido en agricultor ecológico, como se denomina a sí mismo, mientras cultiva una maravilla de aceite de acebuche bajo la marca Oleum Deus que le ha hecho olvidar o, mejor dicho, superar aquella etapa de su vida.....¿o no?
- Coronel, cuéntenos. ¿Con qué se encuentra en aquellos primeros días de enero de 1976 ese joven teniente de 23 años al acudir a la Comandancia de San Sebastián a recibir el que sería su destino durante tres años?
- Recuerdo perfectamente esa mañana en la Comandancia cuando se nos notifican los destinos a los que iremos cada uno de los seis tenientes presentes. A mi compañero Alfonso Escues le dicen: “Vas a Mondragón, donde está la plana mayor de ETA; a Pepe Quilez le destinan a Elgoibar, “eso es algo más tranquilo, tienes un cuartel en Eibar que es una población industrial y socialista, aunque también por ahí pululan 'ellos'...” y a mí me toca la que seria mi unidad, Villarreal de Urrechua.
- ¿Con qué se encuentra cuando llega a su destino?
- Me toca ser el jefe de tres cuarteles. Villarreal de Urrechua, Legazpia y Vergara (Guipúzcoa) y cuando llego a mi cuartel veo las condiciones en las que se encuentra. Entre otras cosas, se caen las escaleras por donde las familias, y sobre todo los niños, tienen que bajar con mucho cuidado para no sufrir algún percance… Para comenzar mi andadura, ese mismo día 17 de enero de 1976, muere asesinado el guardia Manuel Vergara cuando acude a retirar una ikurriña[bandera oficial de País Vasco]en Villafranca de Ordicia —a nuestro lado—, y la onda expansiva provocada por la explosión lanzó su cuerpo a casi veinte metros de distancia provocando su muerte en el acto.
- Ese acontecimiento le puso de una manera brutal en contacto con la realidad.
- Ciertamente, ahí me di cuenta de la falta de material, de la falta de flexibilidad y rapidez nuestra, de la falta de entrenamiento de nuestra gente... En resumen, de la falta de preparación para luchar contra un terrorismo que puede elegir el momento y el espacio para actuar. Me doy perfecta cuenta de nuestra impotencia frente a un terrorista que tiene todas las libertades para poder elegir cómo, dónde y cuándo va a llevar a cabo su atentado.
- Visto esto, si tuviera que definir las sensaciones que sintió entonces, ¿cómo lo haría?
- Inicialmente, como un choque de trenes entre la superpreparación a la que nos habían sometido en la Academia de Zaragoza y la posterior especialización en la Academia Especial de la Guardia Civil para enfrentarnos a situaciones criticas, y la realidad. Lo que me quedó claro es que en Guipúzcoa una cosa era la teoría y otra la realidad.
- ¿Cuándo comienza a tener esa percepción?
- Cuando se me ordena reunirme con las autoridades administrativas de mis demarcaciones. Recibo una frialdad absoluta por parte del alcalde de Zumárraga; el de Villarreal de Urrechua me recibe con gesto distante y me avisa de que él es un nacionalista y de que no nos concede un papel importante allí; al de Anzuola no llego a saber por dónde va; el de Legazpia está entre lo español y lo vasco, pero no rechaza nada; y, por ultimo, el de Vergara se me aparece como un hombre misterioso al que no consigo sacar una radiografía de sus intenciones a pesar de mis estudios de psicología, de subversión. Este hombre había sido designado a dedo por el Gobierno central y se llamaba José Luis Elkoro, posteriormente miembro de la mesa nacional de Herri Batasuna. Buen ojo el del gobierno de Arias Navarro.
- ¿Cómo eran las relaciones con los sacerdotes vascos?
- Las posibilidades de montar redes de colaboración con los sacerdotes vascos eran nulas. Existía un rechazo porque ellos tenían muy clara la idea de asumir nuestro papel como “fuerzas de ocupación”, por lo cual no podíamos esperar ni solidaridad ni comprensión, es más, ni siquiera un gesto de piedad por su parte.
- ¿Cómo era el día a día para las familias que vivían en las casas cuartel?
- Los niños del cuartel estudiaban con una discriminación clara. De hecho, yo a algunos chicos les daba clases particulares para tener una idea de si estaban siendo objeto de discriminación y poder tener así un conocimiento real de la situación ante lo que podía considerarse una actitud racista contra ellos.
- ¿Cuál era el contexto socioeconómico de la sociedad vasca en 1976?
- Lo mismo que en la sociedad española en general percibía una situación de “stand by”, de quietud, la sociedad vasca estaba en un momento de confusión total. Había una gran conflictividad laboral, como aquella huelga del metal que duró cinco meses, en la que lo que predominaba era la confusión de las administraciones. Había veces que tenía que autorizar bajo mi responsabilidad manifestaciones, mítines o concentraciones. Se produjeron multitud de ocupaciones de empresas, que nos tocaba “disolver” previo acuerdo o conciliación con las empresas, con los enlaces de los sindicatos verticales y con otros nuevos que empezaban a aparecer y que se denominaban Comisiones Obreras (CCOO), a los que mi buen amigo Esteban Orbegozo, muy amenazado por ETA, llamaba ELA o el sindicato de los asesinos.
- Coronel, ¿me esta diciendo que en aquella época no existía una conciencia de lo que significaba ETA y sus organizaciones afines?
- Claramente no había una planificación de lucha contra lo que se nos venía encima. El gobierno no tenia ni la menor idea de la fotografía real que se estaba produciendo en el País Vasco. El sindicato LAB, que era ETA, estaba emergiendo y ya infundía pavor, las Comisiones Obreras que al principio estaban a favor de LAB o de ELA, al final se fueron dando cuenta de que aquello era matonismo puro. El ambiente ya empezaba a ser irrespirable y o se estaba con ellos o contra ellos, la libertad había desaparecido.
- ¿Cómo vivía la sociedad vasca los asesinatos etarras?
- Para que te hagas una idea de la visión de los asesinatos de ETA, el 8 de abril de 1976 Ángel Berazadi, un industrial vasco, aparece muerto con un tiro en la cabeza después de veinte días secuestrado. Este hombre era vasco, “uno de su sangre”, y por ello, su asesinato creó una gran revolución en la sociedad vasca. Por el contrario, se podía ametrallar al cabo Argimiro García y al guardia civil Luis Santos en Mondragón al salir de tomar café una tarde-noche y dejar sin recoger sus cuerpos durante horas, mientras se reían con el “chiste” de que Mondragón era la población mas rica de la zona porque allí los “verdes” estaban por el suelo y nadie los recogía. Nosotros no éramos de allí, por tanto el asesinato de Berazadi si les dolió muchísimo, pero para ellos nosotros, los guardias civiles, solo éramos “txacurras”[perros].
- ¿Iba preparado para vivir lo que le tocó vivir allí o superó lo previsto?
- Sí, en la Academia se nos preparó física y psicológicamente para enfrentarnos al escenario de casi guerra que nos íbamos a encontrar. Luego, la dureza del sufrimiento superó la situación; nadie con veintitrés años está preparado para que le maten a un guardia civil delante de él, como fue el caso de mi cabo Antonio Frutos. Nadie esta preparado para llegar al cuartel y tener que decir a una de las mujeres que están esperando con cara de angustia que su marido ha sido el asesinado y que sus tres hijas han quedado huérfanas. Para eso nadie estaba preparado.
Elcierredigital.com ofrecerá en los próximos días la última entrega de la entrevista el coronel de la Guardia Civil Tomás Navarro Oliver.
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