Tensión en el BBVA: Su presidente Carlos Torres declara en la Audiencia Nacional
El juez García Castellón ha decidido interrogarle a petición de la fiscalía anticorrupción por el caso Villarejo.
Hoy, lunes 16 de octubre, Carlos Torres tendrá que enfrentarse a una situación que, a priori, no debe parecerle muy agradable. Y es que el presidente del BBVA ha sido llamado como testigo en el 'caso Villarejo', el mismo que le costó la prejubilicación a su antecesor, Francisco González.
El juez Manuel García Castellón ha exigido verle a petición de la fiscalía anticorrupción, que dice que su testimonio es "especialmente relevante a la hora de conocer si funcionaron los mecanismos de control corporativo" y "a efectos de determinar la existencia de una efectiva cultura de cumplimiento normativo, en aras a esclarecer su responsabilidad penal".
Cabe recordar que el BBVA fue la compañía del Ibex35 que más tiempo contrató y más dinero pagó a Villarejo, quien en los últimos tiempos se ha dedicado a arremeter contra Joan Laporta o Florentino Pérez.
"Con total normalidad"
Aunque Carlos Torres acudirá "con total normalidad", según sus palabras, se respira tensión en el ambiente y algunas voces de la entidad de crédito española creen que Torres podría ser relevado a medio plazo por su número dos, el turco Onur Genç.
Torres se estrenará judicialmente en el 'caso Villarejo', pese a que ejerció de consejero delegado del BBVA cuando se produjeron los hechos investigados y ejerció de presidente del 'corporate assurance' (órgano interno dedicado a investigar los delitos cuando estos parecieron aflorar).
El banquero acudirá a la citación judicial sin abogado, al ser llamado como testigo, y previsiblemente intentará utilizar un calculado perfil bajo con la intención de evitar verse socarrado por este caso tan mediático.
Torres, entre Villarejo y la pasión turca
La salida de la presidencia del BBVA a cuenta del caso Villarejo de Francisco González (FG), que fue juzgado por administración desleal, provocó una inestabilidad interna que Carlos Torres no parece encauzar. Y es que el directivo español temía que Manuel García-Castellón lo imputase por las cloacas villarejiles, hecho que le apartaría de la presidencia de uno de los principales bancos europeos, o que fuese desalojado por su número dos, Onur Genç.
Cabe recordar que Genç se convirtió en CEO del BBVA tras la salida de FG. La intención del banco con su nombramiento era lanzar un guiño a Turquía, que libraba varias batallas políticas y económicas de la mano de su controvertido presidente Recep Tayyip Erdongan. Y es que el BBVA tiene intereses en el país otomano desde que en 2011 entró en el accionario de su segundo banco, el Garanti, del que se convirtió en principal accionista en 2017. Genç, que había vicepresidido durante cinco años esta entidad, ascendía a número dos del banco español.
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Al cargo accedió respaldado por una campaña mediática favorable en la que se destacaba su fama de 'cerebrito' (fue número uno de su promoción al licenciarse en Ingeniería) y su trabajo en la poderosísima consultora estadounidense (y por lo tanto Occidental) McKinsey & Company.
Luces y sombras de Turquía
El BBVA intenta eliminar los fantasmas que sobrevuelan Turquía y repite de forma machacona que el país tiene buenas perspectivas macroeconómicas en términos de tamaño, crecimiento, población joven y tejido industrial.
La entidad española estima que el PIB de Turquía tiene un crecimiento potencial de un 3,5 por ciento por año. Es un socio comercial relevante para Europa, no hay que olvidar que un 56 por ciento de las exportaciones turcas en 2020 tuvieron como destino el viejo continente.
Y aseguran que la inversión es a largo plazo porque el margen para crecer en el negocio bancario en el país otomano es muy elevado: el endeudamiento de las familias supone un 17 por ciento del PIB, frente a un 69 por ciento de la media de la Unión Europea.
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Eso sí, el Banco de España (espantado por la operación porque prefería el rescate del Sabadell por parte del BBVA) recordó el pasado año en un informe que "Turquía se enfrenta a una serie de retos, entre los que destacan la elevada inflación, las bajas reservas de divisas, la creciente dolarización de los depósitos, las elevadas necesidades de financiación exterior y el significativo endeudamiento en divisas de las empresas no financieras con los bancos turcos".
Lo que querían decir es que Turquía está en manos de Erdogan, que ha cesado a tres gobernadores del Banco Central en la última década, está depreciando la lira (que ha perdido el 80 por ciento del valor en los últimos diez años) y está conduciendo la cosa en sentido contrario al bajar tipos (receta para tiempos estables) en plena ola inflacionaria, cuando lo que dice la lógica es que hay que subir tipos para reducir el crédito, promoviendo así una política monetaria restrictiva en vez de expansiva.
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