
La lista de rivales a los ayatollah: Estas son las amenazas internas y externas a Irán
El príncipe Reza Pahlaví lidera la oposición al régimen iraní desde Estados Unidos, país enfrentado con Irán desde 1979
El reciente repunte de hostilidades entre Irán, Israel y Estados Unidos ha intensificado las tensiones en Oriente Medio. También ha reabierto el debate sobre el amplio abanico de actores que se oponen al régimen iraní, tanto en el plano internacional como dentro de sus propias fronteras.
Todo comenzó con la operación conjunta entre fuerzas estadounidenses e israelíes dirigida contra infraestructuras nucleares iraníes y Teherán. Esta fue respondida por Irán con ataques balísticos sobre territorio israelí y con misiles dirigidos a bases estadounidenses en Catar e Irak.
Poco después del intercambio de fuego, ambas partes anunciaron un alto el fuego mediado por actores internacionales. El acuerdo de cese de hostilidades, aunque frágil, ha detenido por ahora la escalada militar directa.
Las condiciones del pacto no han sido reveladas en su totalidad, pero fuentes diplomáticas indican que incluye compromisos mutuos para evitar nuevos ataques sobre instalaciones estratégicas y limitar operaciones encubiertas.
La ofensiva inicial, según confirmaron fuentes de defensa de EE. UU., tuvo como objetivo las instalaciones de enriquecimiento de uranio en Natanz, Fordow e Isfahán. Washington y Tel Aviv calificaron la operación de 'éxito técnico'. No obstante, persisten dudas sobre el impacto real en las capacidades nucleares de Irán, cuyas instalaciones están reforzadas a gran profundidad.

Observadores internacionales y agencias de inspección nuclear han reiterado que, hasta la fecha, no existen pruebas concluyentes de que Irán haya desarrollado armamento nuclear. Lo que ha suscitado críticas sobre la legitimidad de los ataques preventivos.
La respuesta iraní no se ha hecho esperar. Lanzaron misiles contra la periferia de Ashdod (Israel) y otros fueron lanzados contra la base estadounidense de Al Udeid (Catar), aunque sin causar graves daños. Hace ya días, el ayatolá Ruhollah Jomeini avisó de que un ataque sobre Irán por parte de EE. UU. traería consecuencias.
A nivel diplomático, Irán ha amenazado con bloquear el tránsito de crudo por el estrecho de Ormuz, lo que podría desencadenar consecuencias económicas globales. El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araqchi, ha iniciado contactos con Rusia y China en busca de apoyo internacional.
La comunidad internacional ha reaccionado de forma dispar. Moscú y Pekín condenaron los ataques como "una escalada injustificada" y abogaron por una salida diplomática. Mientras que las potencias occidentales, como el Reino Unido, se mostraron más cautelosas, advirtiendo del peligro de una guerra regional a gran escala. La falta de una posición unificada en la comunidad internacional refleja la polarización del tablero geopolítico actual.

Desde el interior de Irán, más de 500 activistas y disidentes encarcelados han expresado su rechazo a la intervención extranjera.
Estas declaraciones reflejan la complejidad de una situación en la que la oposición interna al Gobierno iraní no coincide necesariamente con las estrategias internacionales.
Estados Unidos
Desde 1979, Estados Unidos ha sido el principal adversario geopolítico de Irán. Las relaciones diplomáticas están rotas, y la política estadounidense ha oscilado entre el aislamiento diplomático, la imposición de severas sanciones económicas y, en los últimos años, operaciones militares directas.
Washington considera a Irán una amenaza para la estabilidad regional, especialmente para su aliado Israel. Su estrategia ha estado centrada en frenar su influencia en Oriente Medio y evitar el desarrollo de capacidades nucleares.

Sin embargo, sectores diplomáticos y analistas internacionales cuestionan la eficacia de esta línea de confrontación directa. Señalando que ha fortalecido a los sectores más duros del régimen iraní, sin generar avances en derechos humanos o apertura política.
Israel
Israel considera a Irán una amenaza existencial y ha encabezado acciones encubiertas y bombardeos selectivos contra posiciones iraníes y de sus aliados regionales. La inteligencia israelí (Mossad) ha estado implicada en actos de sabotaje en Irán, así como en el asesinato de varios científicos vinculados al programa nuclear.

La paradoja, según advierten diversos observadores internacionales, es que Israel posee un arsenal nuclear no declarado. Y no está suscrito al Tratado de No Proliferación Nuclear. Esta situación plantea interrogantes sobre la legitimidad de su posición de liderazgo en los ataques preventivos contra Irán. Un país que, hasta la fecha, no ha demostrado tener armas nucleares.
Arabia Saudí y aliados del Golfo
Riad y Teherán mantienen una rivalidad estructural por el liderazgo regional y la representación del islam (suní frente a chií). Si bien se han producido intentos recientes de deshielo, como el auspiciado por China en 2023, la desconfianza persiste. Especialmente en lo que respecta al apoyo iraní a milicias chiíes en Yemen, Irak y Líbano.
Emiratos Árabes Unidos y Bahréin también ven con suspicacia el activismo iraní en la región. Han apoyado medidas de presión económica y militar lideradas por EE. UU. A pesar de no participar directamente en las recientes operaciones, su papel diplomático y logístico es clave en el cerco regional a Teherán.
Europa y las potencias intermedias
La Unión Europea ha mantenido una posición ambigua. Por un lado, promueve el cumplimiento del acuerdo nuclear (JCPOA) y defiende una salida diplomática; por otro, ha respaldado sanciones cuando Irán ha incumplido los términos del pacto. Francia, Alemania y Reino Unido han ejercido presión política, pero evitando una confrontación directa.

Turquía, si bien mantiene relaciones formales con Irán, compite por influencia regional y ha manifestado rechazo a cualquier escalada militar, aunque sus acciones concretas se orientan según su interés estratégico puntual.
Oposición en el exilio: Reza Pahlaví y otros grupos
La oposición exiliada, encabezada simbólicamente por Reza Pahlaví, hijo del sha depuesto, promueve una transición hacia un sistema laico y democrático. Aunque con escaso eco dentro de Irán, ha ganado apoyo en ciertos sectores de la diáspora iraní y en lobbies políticos de Estados Unidos.

Otros grupos como los Muyahidines del Pueblo (MEK) también actúan desde el exilio, con bases en Albania y respaldo de algunos sectores conservadores en Washington. Sin embargo, su legitimidad es cuestionada dentro del país, y han sido acusados de colaborar con servicios de inteligencia extranjeros.
Opositores internos y disidencia social
Dentro de Irán, el régimen enfrenta una oposición social creciente. Las protestas tras la muerte de Mahsa Amini en 2022, la represión a movimientos estudiantiles y feministas, y el deterioro de las condiciones de vida han generado un clima de tensión interna permanente.

La Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) ha reforzado su papel como eje del poder. Lo ha hecho controlando no solo el aparato militar, sino también sectores estratégicos de la economía. Su creciente autonomía respecto al gobierno civil representa una amenaza latente para cualquier posible apertura política.
Minorías étnicas y religiosas
Grupos kurdos, baluches y otras minorías han protagonizado episodios de resistencia armada y protestas sociales. Sus demandas, centradas en autonomía y derechos culturales, han sido sistemáticamente reprimidas por el aparato de seguridad del Estado.
Aunque fragmentados y sin coordinación nacional, estos actores representan un foco de tensión persistente, especialmente en regiones fronterizas donde confluyen intereses de países vecinos.
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