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En la parte superior de la imagen hay tres hombres vestidos de traje sonriendo, mientras que en la parte inferior hay cinco hombres también de traje, algunos de ellos saludando con la mano levantada frente a un fondo azul.
INVESTIGACIÓN

Las fotos que marcan la historia de España: Azores con Aznar y la 'América' de Sánchez

La de Aznar con Bush en 2003 y la de Sánchez ahora con líderes izquierdistas revelan las diferentes posiciones políticas

Una imagen puede valer más que mil discursos, y en política internacional, algunas instantáneas se convierten en símbolo de una época y de un destino. España ha protagonizado dos de estas fotografías en los últimos 25 años. La que se produjo en marzo de 2003 e inmortalizó al entonces presidente del Gobierno José María Aznar junto a George W. Bush, Tony Blair y José Manuel Durão Barroso en las Azores, y la que este julio de 2025 muestra a Pedro Sánchez en Santiago de Chile junto a Gabriel Boric, Lula da Silva, Gustavo Petro y Yamandú Orsi.

Aunque separadas por más de dos décadas, ambas imágenes condensan decisiones estratégicas de política exterior, alineamientos ideológicos y consecuencias políticas internas.

La comparación entre ambas refleja cómo los líderes españoles han tratado de proyectar de manera muy diferente la influencia internacional. Y cómo estas opuestas apuestas han sido percibidas por sus ciudadanos.

Aznar y la foto de las Azores: La soledad del aliado fiel

El 16 de marzo de 2003, el entonces presidente del Gobierno de España, el líder del PP José María Aznar, participó en una cumbre de urgencia en la base aérea de Lajes, en las Azores, junto al presidente de Estados Unidos George W. Bush, el primer ministro británico Tony Blair y el jefe del Gobierno portugués José Manuel Durão Barroso.

El encuentro, que duró apenas unas horas, sirvió para escenificar el apoyo de estos líderes a la inminente invasión americana de Irak. Las fotos que salieron de aquella icónica reunión quedaron marcadas como símbolo de la entrada de España en un conflicto bélico. Aparentemente, sin una cobertura legal internacional nada clara.

Hoy en día no hay duda que  la decisión de Aznar de respaldar sin matices a la administración Bush, frente al rechazo de la mayoría de la ciudadanía española, supuso una fractura política e institucional. Más del 90% de la población se oponía a la guerra, como se evidenció en las multitudinarias manifestaciones del 15 de febrero de ese año.

Pese a ello, Aznar apoyó la tesis americana de utilización de armas de destrucción masiva. Y defendió que España debía estar junto a Estados Unidos para reforzar su papel predominante en el escenario internacional.

El coste político de aquella imagen fue inmediato, a diferencia de lo que ocurre hoy. Y solo apenas un año después se produjo el brutal atentado del 11-M en Madrid. La gestión gubernamental de la información del aquel terrible suceso provocó una ola popular de indignación que derivó en la derrota electoral del Partido Popular.

El líder socialista José Luis Rodríguez Zapatero accedió así al poder y ordenó la retirada inmediata de las tropas españolas de Irak. Desde entonces, la famosa “foto de las Azores” ha perseguido al exlíder del PP José María Aznar.

Para la izquierda, aquella foto representa la subordinación gubernamental a una agenda ajena al sentir popular y a la desconexión total de la calle. Pero para sectores de la derecha fue una decisión estratégica con valentía, aunque nunca plenamente asumida por todos los simpatizantes del PP.

Hoy, el propio Aznar sigue defendiendo con firmeza su participación: “Nunca he tenido mejor foto”, ha llegado a declarar.

Sánchez y la foto de Santiago: Una alianza progresista con muchas sombras

Ahora, dos décadas después, otra fotografía de un presidente del Gobierno español en el centro de la escena internacional ha generado una nueva carga simbólica en el ámbito político y diplomático.

Hace escasos días Pedro Sánchez acudió a la cumbre americana “Democracia Siempre”, celebrada en Santiago de Chile. Allí posó junto a los presidentes de la izquierda hispanoaméricana Gabriel Boric (Chile), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Gustavo Petro (Colombia) y Yamandú Orsi (Uruguay).

La cumbre, convocada por el líder chileno Boric, buscaba articular un frente progresista internacional. En concreto, contra 'el avance global de la ultraderecha, la desinformación digital y el debilitamiento de las instituciones democráticas'.

Y a diferencia de la reunión en las Azores, la de Santiago de Chile se centró, en teoría, en el debate ideológico y no en decisiones bélicas. Los participantes denunciaron el auge de movimientos autoritarios, especialmente tras el regreso del empresario Donald Trump a la Casa Blanca en enero de este año.

El encuentro, que reunió a la izquierda americana y a Sánchez, se centró en idealizar un ataque al nuevo giro proteccionista de Washington y a los conflictos internacionales activos, como la guerra en Ucrania o las tensiones en Oriente Medio. Casos que fueron señalados como amenazas globales y 'que exigen respuestas coordinadas'.

El presidente del Gobierno de España aprovechó este foro para proyectarse como figura internacional de referencia entre los denominados gobiernos progresistas de Hispanoamérica. Su presencia fue interpretada por parte de la prensa afín al movimiento como un gesto de compromiso democrático y liderazgo global.

“No basta con gestionar el presente: hay que defender los valores que construyen el futuro”, declaró Sánchez en su intervención. La imagen del presidente Sánchez codo con codo con los líderes de la izquierda hispanoamericana fue muy celebrada en su entorno. Pero, a su vez, ha sido vista de manera peligrosa entre numerosos sectores de la economía mundial.

Quizá por esto, la reciente fotografía de Sánchez ha sido también objeto de críticas. Sobre todo, por su ambigua relación con los regímenes hispanoamericanos señalados como autoritarios. Como son los de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y aunque el Gobierno español trata de mantener distancia, varios sectores lo acusan de complacencia ideológica con estos líderes dictatoriales como Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega.

Precisamente, uno de los episodios más polémicos señalados fue la visita oficial de Sánchez a Cuba en 2018. Al presidente Sánchez se le reprochó haber ofrecido una imagen de normalización sin exigir avances democráticos. Como también fue duramente cuestionado tras el afectuoso saludo que dirigió a Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Maduro, en la Cumbre UE-CELAC de 2023.

Un hecho ocurrido apenas años después del escándalo del “Delcygate”  en el aeropuerto madrileño de Barajas, con su entonces ministro de Transportes y todopoderoso secretario general del PSOE, el hoy investigado José Luis Ábalos.

Pero, además, el silencio que mantiene el Gobierno de Sánchez ante las represiones en Nicaragua, así como la exclusión de críticas explícitas en la declaración final de la citada cumbre “Democracia Siempre”, han reforzado la narrativa opositora. Para sus críticos, "Sánchez mantiene una doble vara moral: es tolerante con las dictaduras de izquierda y muy beligerante con las de derechas".

Dos fotos, dos alineamientos, dos legados

En una comparación entre ambas imágenes se desvela más diferencias que similitudes. Y marcan la reciente historia de España. Por un lado, que Aznar buscó alinearse con la hegemonía conservadora de EE.UU. dentro del contexto de "una guerra global contra el terrorismo”.

Así, para los expertos consultados por elcierredigital.com, "esta foto refleja una escenificación del unilateralismo, del intervencionismo militar y la ruptura con la opinión pública nacional por parte de Aznar". Pero, sin embargo, para otros encuestados, "fue una demostración del poder de España, que pisaba fuerte en el contexto internacional junto a Estados Unidos y el Reino Unido".

En cambio, la reciente foto de Sánchez junto a mandatarios de la izquierda américana refleja para ellos "una cumbre ideológica, en teoría, sin ninguna consecuencia bélica". Tanto es así que los analistas consideran que "mientras Aznar se enfrentó al rechazo ciudadano, Sánchez ha logrado que, al menos entre sus votantes, reciba un apoyo moderado a su papel internacional. Pero hay que significar que no ha llegado así el mensaje a los llamados círculos de poder económico", señalan.

Hombre de mediana edad con cabello canoso y traje azul marino sonriendo mientras lleva un micrófono de diadema
José María Aznar. | Europapress

No obstante, a pesar de sus diferencias también hay algunos puntos de contacto. Ambas imágenes representan los intentos de los líderes españoles de reposicionar a España en el mapa internacional. Aunque de diferente manera. 

"Aznar creyó que estar junto a Bush y Blair elevaba a España a la primera línea de la geopolítica mundial. Mientras Sánchez quiere liderar una corriente progresista transatlántica capaz de plantar cara a fenómenos como Trump o Bolsonaro. Pero en ambos casos la imagen busca comunicar poder, influencia y determinación", señalan los expertos consultados por elcierredigital.com.

Estas mafiestas divergencias también han hecho que la repercusión mediática haya seguido lógicas similares. Así, mientras en 2003 la izquierda usó la foto de Aznar como arma contra el PP, en 2025 la derecha ha hecho lo propio con Sánchez.

Desde el PP han criticado las “compañías” de Sánchez y lo han acusado de esconderse tras líderes de la izquierda hispanoaméricana para evitar los problemas internos que sufre en España. Y han señalado que "ni durante la cumbre, ni en la declaración final, se ha condenado abiertamente por parte de Sánchez a las dictaduras de Cuba, Venezuela o Nicaragua". Algo que ha sido interpretado como un gesto de ambigüedad ideológica, con foto incluida.

Un hombre en un podio con banderas de fondo.
Pedro Sánchez. | Europa Press

Para los expertos, "no hay duda que la política exterior, especialmente en tiempos de polarización, se traduce en gestos y símbolos". Las fotos de Aznar en las Azores y la de Sánchez en Santiago de Chile condensan dos visiones muy distintas del papel de España en el mundo. Una unida al liderazgo estadounidense dentro de un contexto de guerra; y la otra que está articulada en torno a líderes de la izquierda hoy claves en una Hispanoamérica considerada progresista, pero, en ocasiones, con clara deriva dictatorial.

Será el tiempo quien determine el poder final de ambas imágenes. Dos fotos que marcan, sin duda, el devenir muy diferente dentro la reciente historia política de España. Pero no hay duda que ambas, cada una en su momento, reflejan la tensión entre el deseo de una influencia global de nuestros mandatarios y el juicio interno que todo gesto exterior ocasiona en los votantes.

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