
Blaise Metreweli, la jefa del MI6 y nieta de ‘el Carnicero nazi’: Su legado oscuro
La primera mujer al mando del servicio de inteligencia británico se enfrenta al escándalo tras salir su pasado familiar
En junio de 2025, la comunidad internacional se sorprendió con un nombramiento histórico. Blaise Metreweli fue anunciada como la nueva jefa del MI6, la primera mujer en liderar la agencia en 116 años. Sin embargo, la atención pronto se desvió hacia una revelación perturbadora.

Su abuelo paterno, Konstantin Dobrowolski, fue un colaborador nazi apodado 'el Carnicero' y conocido como el 'Agente 30' en los archivos militares alemanes.
Pero ¿quién era realmente Konstantin Dobrowolski y cómo llegó a ser uno de los agentes más temidos del régimen nazi?
La Geheime Feldpolizei: El brazo brutal de la Wehrmacht
Dobrowolski tuvo un rol clave en la Geheime Feldpolizei (GFP), la policía secreta de la Wehrmacht. Esta fuerza fue creada el 21 de julio de 1939, poco antes del inicio de la guerra con la invasión de Polonia. La GFP fue concebida como una fuerza de seguridad militar, pero en la práctica se convirtió en un brazo ejecutor de la represión nazi, especialmente en los territorios del Este.

Su misión no solo consistía en tareas de contraespionaje y contrainsurgencia, sino también en ejecutar las llamadas 'operaciones de limpieza', un término que escondía campañas sistemáticas de exterminio y terror. Estas operaciones se intensificaron tras la invasión de la Unión Soviética en junio de 1941 durante la Operación Barbarroja.
En 1942, la GFP fue absorbida por la Oficina Principal de Seguridad del Reich (RSHA). Esto la integró plenamente en la maquinaria criminal nazi, junto a las SS, el SD y los Einsatzgruppen, responsables de más de 1,3 millones de asesinatos en Europa del Este.

La GFP operaba con total impunidad: sus agentes podían vestir de civil, requisar recursos militares, atravesar fronteras sin control y actuar fuera de las leyes convencionales de guerra. Sus acciones se concentraron especialmente en Ucrania, Bielorrusia y Polonia, donde se desplegaron para 'pacificar' zonas ocupadas, un eufemismo para describir arrestos masivos, torturas y ejecuciones.
De desertor soviético a espía nazi
Dobrowolski fue soldado del Ejército Rojo, pero desertó tras el inicio de la invasión nazi a la URSS en 1941. Se cree que abandonó las filas en los primeros meses del conflicto en Ucrania. Su conocimiento del terreno y las estructuras militares soviéticas lo convirtieron en una pieza valiosa para los nazis, que no tardaron en reclutarlo como colaborador.

Tras desertar, fue infiltrado de nuevo en el Ejército Rojo como espía. Más tarde se convirtió en el principal informante de la inteligencia nazi en Chernihiv, una región estratégica del norte de Ucrania. Fue aquí donde ganó sus apodos: 'Agente 30', su código en la Wehrmacht, y 'el Carnicero'. Este último reflejaba la brutalidad con la que cumplía sus funciones.
Según registros históricos desclasificados en Friburgo, Dobrowolski se jactaba de participar personalmente en el asesinato de judíos. En sus cartas dirigidas a sus superiores, afirmaba explícitamente que había intervenido "en el exterminio de los judíos" de la región. Sus actividades no solo incluían recopilar información. También se le atribuyen actos como el saqueo de cadáveres de víctimas del Holocausto y la burla ante agresiones sexuales a prisioneras.
La Unión Soviética puso precio a su cabeza: 50.000 rublos, una suma muy alta para la época. Además, lo identificó como el "peor enemigo del pueblo ucraniano".
La brutalidad en Ucrania: Un escenario de exterminio
Las actividades de Dobrowolski se desarrollaron en uno de los epicentros del Holocausto: la Ucrania ocupada entre 1941 y 1944. Durante esos años, se estima que 1,5 millones de judíos ucranianos fueron asesinados. Muchos murieron en fusilamientos masivos junto a fosas comunes, como en Babi Yar en 1941, donde ejecutaron a 33.771 personas en solo dos días.

Las unidades de la GFP, como la Unidad 721, participaron activamente en estas matanzas. Entre octubre de 1941 y enero de 1942, la Unidad 721 ejecutó a 10.000 personas en las localidades de Khmil’nyk, Lityn y Brailov. Aunque estos crímenes no se atribuyen directamente a Dobrowolski, su participación en el mismo entramado operativo y en la misma región apunta a su profunda implicación en estas acciones sistemáticas.
En su área de operaciones, Chernihiv y Snovsk, Dobrowolski desempeñó un papel decisivo en la delación de partisanos, prisioneros soviéticos y miembros de la resistencia. Además, facilitó el trabajo de la GFP en la identificación de comunidades judías para su posterior exterminio.
En 1943, la GFP envió informes a William Krichbaum, jefe de las SS y la policía. Estos revelaban al menos 21.000 muertes en el Frente Oriental. Algunas ocurrieron en combate, pero muchas fueron ejecuciones tras un interrogatorio.

La brutalidad era extrema: personas encontradas 'vagando' por zonas rurales, incluyendo ancianos, mujeres y niños, eran detenidas y a menudo ejecutadas sumariamente. Además, la GFP, con la colaboración de agentes locales como Dobrowolski, quemó aldeas enteras como parte de las represalias masivas.
Un legado familiar inesperado
En 1943, en plena ocupación nazi de Ucrania, nació el hijo de Konstantin Dobrowolski en la ciudad de Snovsk, dentro del óblast de Chernigov. Tras la guerra, la madre del niño emigró al Reino Unido y se casó con David Metreweli en Yorkshire en 1947, momento en el que el niño adoptó el apellido Metreweli. Años después, se convertiría en un prestigioso radiólogo y académico, alejado de la herencia ideológica de su progenitor.

Su hija, Blaise Metreweli, ha desarrollado una brillante carrera en el ámbito de la inteligencia británica. Desde junio de 2025 ocupa la dirección del MI6.
El Ministerio de Asuntos Exteriores británico afirmó que Blaise Metreweli "nunca conoció ni tuvo contacto con su abuelo paterno". Además, destacó que su "compleja herencia de Europa del Este" ha reforzado su compromiso con la defensa del Reino Unido.
La impunidad de los miembros de la GFP
Una gran paradoja de la posguerra es que la Geheime Feldpolizei no fue declarada organización criminal en los Juicios de Núremberg. Solo se consideraba criminal a sus miembros vinculados directamente a la Gestapo u otras agencias condenadas.
Esta omisión permitió que muchos exagentes de la GFP regresaran a la vida civil sin ser perseguidos. Dobrowolski parece haber sido uno de ellos. No existen registros de su captura ni de su muerte.

Algunos colaboradores de la GFP fueron juzgados por tribunales soviéticos décadas después. En 1966, en Vitebsk, cuatro exprisioneros de guerra soviéticos asignados a la GFP fueron condenados por ejecutar ciudadanos soviéticos. En 1967, en Gomel, diez antiguos agentes de la GFP fueron juzgados por crímenes similares. Sin embargo, el nombre de Dobrowolski no aparece en ninguno de estos procesos.
Este vacío en la rendición de cuentas revela las limitaciones de la justicia internacional de entonces. Además, evidencia la dificultad para capturar criminales de nivel medio que usaron múltiples identidades o se integraron en sociedades occidentales.
La memoria que resurge
El pasado de Konstantin Dobrowolski ha permanecido oculto durante más de 80 años hasta que la designación de su nieta como jefa del MI6 propició nuevas investigaciones periodísticas. Fue entonces cuando documentos desclasificados en los archivos de Friburgo y registros históricos del Bundesarchiv sacaron a la luz su papel como 'Agente 30' y sus confesiones escritas.

Medios como el Daily Mail, NDTV y el Times of Israel recuperaron la historia a partir de registros originales de la época, incluyendo informes operativos y correspondencia personal.
Este caso demuestra que la verdad histórica siempre encuentra caminos para emerger, incluso décadas después de los hechos y en contextos inesperados.
Konstantin Dobrowolski no fue un simple colaborador. Fue un ejecutor activo de las políticas genocidas del Tercer Reich, un hombre que no solo cumplió órdenes, sino que parece haber abrazado con convicción la brutalidad que se le encomendó.
Su legado familiar, ligado ahora al liderazgo de un servicio de inteligencia prestigioso, reabre debates sobre la memoria y la responsabilidad intergeneracional. También plantea preguntas sobre la rendición de cuentas.
El hecho de que esta historia haya resurgido en 2025, cuando la Segunda Guerra Mundial parece cada vez más lejana, subraya una verdad esencial: los crímenes del pasado nunca desaparecen completamente. Pueden permanecer silenciados, pero las generaciones futuras seguirán enfrentándose a sus sombras.
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