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Cuatro personas adultas posan en diferentes escenarios al aire libre, dos de ellas en la playa con ropa de baño, una mujer con vestido rosa y un hombre sin camiseta frente a un cartel informativo.
INVESTIGACIÓN

Así visten los políticos en verano: Del color pastel de Díaz a los vaqueros de Ayuso

En una época visual, los políticos usan en sus vacaciones looks informales, bañadores clásicos y peinados desenfadados

Que nadie se llame a engaño: en esta época de política visual, el verano no es solo tiempo de descanso. Cada foto que un político publica en sus redes sociales en la playa, paseando o incluso en una terraza familiar, no es inocente. Son imágenes cuidadosamente medias que comunican mucho más que ocio, son micro-campañas de marketing que transmiten control emocional, liderazgo y cercanía.

Cuando el traje y la corbata desaparecen en julio, el objetivo principal del político en shorts y camisetas es ser humanizado. Pretenden hacer ver a los ciudadanos que, al igual que nosotros, descansan, ríen y se toman un vino con los amigos. Esta normalidad escenificada busca romper la distancia jerárquica entre representante y representado.

En realidad, muchos de estos posados cumplen una función inversa a la propaganda tradicional: son anticampañas en los que no hay protocolo, banderas ni atriles. Solo la escenificación de un político fuera de servicio. Pero ese “descanso” también se piensa con intención. En estos tiempos de cinismo, mostrar una estampa de la vida real puede ser más eficaz que mil eslóganes. 

Tampoco es una tarea fácil para los asesores de imagen que estas fotos parezcan espontáneas (aunque están cuidadosamente medidas). El gran reto está en el equilibrio, ya que si un político aparece demasiado feliz mientras el país atraviesa crisis económicas, la foto se puede volver contra él. Y si aparece en chanclas o excesivamente desaliñado, tres cuartas partes de lo mismo.  

Así que hay que calcular cada gesto: hay que sonreír sin mostrar euforia, hacer estampas familiares sin caer en el exhibicionismo emocional y presumir de paisajes pero no de lujo. Por ejemplo, el líder de la oposición,  Alberto Núñez Feijóo, se prodiga en sus redes compartiendo fotos usando su Galicia natal como escaparate para presumir de raíces, con una estética sobria y sin artificio. 

Mujer rubia con vestido rosa disfrutando en la playa con una imagen circular de la misma mujer sonriendo sobrepuesta en la esquina derecha
Yolanda Díaz | Montaje

Para las mujeres políticas, el verano exige un equilibrio especialmente delicado. Mantener la elegancia sin caer en la frivolidad es una línea delgada. Yolanda Díaz  ha hecho de esa tensión una oportunidad: vestidos veraniegos sobrios, colores pastel, gafas de diseño. Su look está pensado al milímetro y comunica un liderazgo moderno, profesional, feminista.

No es casual que medios europeos la hayan destacado como una de las políticas mejor vestidas del continente.  

Yolanda hace virales sus vestidos veraniegos, e incluso fomenta la lectura con las fotografías que publica; de esta forma no solo comunica descanso, sino también refuerza su perfil cultural y su estilo “a la moda”. Una operación de imagen muy calculada: conecta con lo popular, genera conversación y refuerza su estilo de “elegancia accesible”.

Por contraste,  Isabel Díaz Ayuso  opta por una imagen más instintiva, más espontánea, con menos cálculo aparente (aunque el descuido, en política, también se ensaya). Su look playero en Mallorca o sus vaqueros en actos de partido proyectan cercanía y autenticidad. Pero también resistencia al marco clásico de “cómo debe vestirse una presidenta”.

Mujer con gafas de sol y bolso de mimbre caminando al aire libre con un recuadro circular mostrando un retrato de la misma persona vestida de manera formal
Isabel Díaz Ayuso. | Montaje

Muy comentadas fueron las imágenes de  Kichi y Teresa Rodríguez en Zahara de los Atunes en plena estampa familiar, comiendo bocadillos en una mesa plegable en la arena, con su niña y ropa sencilla. Esta imagen estaba muy acorde con su discurso político, mostrando cercanía y austeridad pero sin forzar.

Hombre de barba y gafas caminando por la playa con camisa azul y pantalones cortos verdes, con un retrato suyo en traje y corbata superpuesto
Mariano Rajoy. | Montaje

Cuando Mariano Rajoy  fue fotografiado leyendo un periódico deportivo en la playa de Sanxenxo, algunos los interpretaron como símbolo de desconexión política, pero para sus fieles ese “aquí no pasa nada” transmitía eso precisamente, seguridad.

Cuando Pedro Sánchez es fotografiado en bañador o haciendo senderismo en la Sierra de Guadarrama no es el presidente del Gobierno: es Pedro. El tipo alto que cuida su cuerpo y pasa tiempo con su familia.

Hombre de cabello canoso en traje formal en un recuadro y la misma persona en la playa con bañador azul interactuando con un niño pequeño
José María Aznar. | Montaje

Y si hablamos de lucir “tipín”, no se pueden olvidar la estampa de Aznar en Marbella, en bañador y en excelente forma física. Es una de las imágenes más icónicas. Transmite disciplina, autoridad y control, pero también genera cierto impacto por cómo rompe con la idea tradicional del político jubilado.

Marketing político: Jácome en bañador

La imagen del verano la ha protagonizado el alcalde de Orense Gonzalo Pérez Jácome. El edil grabó un video al lado de su concejala de festejos Noa Rouco (no abre la boca en toda la secuencia). Ambos en bañador para denunciar el baño seguro en unas termas de su tierra. El edil llegó incluso a colocarse el micrófono en los vellos del pecho.

El vídeo, a medio camino entre el estilo teatral de Manuel Fraga en los ochenta y el surrealismo gallego, generó rápidamente debate. Y es precisamente lo que buscaba Jácome: una mezcla de provocación, comedia y política local que consiguió una amplificación mediática inmediata.  

La imagen del gallego en bañador es genuina, disruptiva y difícil de ignorar.  El detalle del micro en el pecho es irreverente y viral y refuerza su confrontación a la normativa de la Xunta, mientras revindica su Ourense natal y su arraigo gallego.

Más allá del manido gesto del político con la camisa remangada como símbolo de faena política, el alcalde bebe del manual del líder populista y el espectáculo: enfatiza lo local, lo simbólico y lo irreverente. Jamás un pecho peludo simbolizó tanto y de una manera tan directa: el alcalde decide él mismo qué y cómo se comunica. Aunque se tenga que apoyar en la concejala florero. 
 

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