El 'asesino de la katana': José Rabadán, reinsertado: se cumplen 23 años del crimen
En abril de 2000 el joven murciano quitó la vida a su madre, su padre y su hermana de once años
Hace 23 años José Rabadán cometió un crimen que impactó al país por la edad del asesino, 17 años, su vinculación con las víctimas, que eran sus padres y su hermana pequeña con síndrome de Down, y la sangre fría que demostró al acabar con su vida usando una katana. Tras confesar su autoría y una breve estancia en prisión, José Rabadán fue condenado por un juez a pasar seis años en un centro de menores y otros dos en régimen de libertad vigilada. Un cuarto de siglo después ha rehecho su vida.
El pasado sábado 1 de abril se cumplía el 23 aniversario de uno de los crímenes más aterradores y espeluznantes de la historia de España. El 1 de abril del 2000 José Rabadán, con 17 años, decidió acabar con la vida de su padre con una katana que le había regalado, así como con la de su madre y de su hermana de 11 años que padecía síndrome de Down. Ese día José Rabadán Pardo entraría en la crónica de la España más siniestra. Tres días después del triple asesinato, fue detenido.
Un crimen similar ha llenado muchas portadas durante esta semana en España. Se trata del caso del futbolista del Chipiona, Cádiz, Francisco J. Naval Pérez, que fue asesinado el 1 de abril tras ser apuñalado por un joven de 20 años al que no conocía y cuyo móvil se desconoce.
Tras confesar su autoría y una breve estancia en prisión, José Rabadán fue condenado por un juez a pasar seis años en un centro de menores y otros dos en régimen de libertad vigilada. Una sentencia que estuvo rodeada de polémica al dictarse en un juicio de treinta minutos de duración en el que fue clave un único informe psiquiátrico, que le diagnosticaba psicosis epiléptica idiopática, lo que sirvió como atenuante de la pena.
Con esta condena la sensación de la sociedad era que al joven le había salido barato matar a su familia. La Fiscal Mercedes Soler nunca estuvo de acuerdo con la condena y llegó a decir que Rabadán “se le escapó vivo”.
Durante sus primeros meses en el Centro de Menores de Las Moreras, en Murcia, recibió un montón de cartas de jóvenes que se declaraban sus fans, sus seguidores. Entre ellos estaban las dos que mataron a una compañera de clase en San Fernando (Cádiz) en 2002. Con una de sus fans, Verónica Jiménez, llegó a tener encuentros vis a vis y hasta planeó casarse con ella. También envió varias cartas a medios de comunicación quejándose de que no estaba recibiendo el tratamiento adecuado a su psicopatía.
Entre todas estas cartas al ‘asesino de la katana’ le llegó una carta que cambiaría su vida. Se trataba de un preso de la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) que le recomendaba que se pusiera en contacto con una iglesia evangélica que se dedicaba a la rehabilitación de presos, la Asociación Evangélica Nueva Vida. El 1 de enero de 2008, a los 24 años, Rabadán quedó en libertad.
Su nueva vida fuera de prisión
Al salir de prisión quedó bajo libertad vigilada y fue cuando conoció a su actual mujer, Tania, hija de un pastor evangélico, con quien se casó y tuvo una hija. Ambos viven dentro de la comunidad evangélica en Cantabria, a 718 kilómetros de Murcia e intentando escapar de un crimen que le perseguirá toda su vida. Actualmente Rabadán tiene 40 años y el crimen está grabado en el fondo de su retina.
En Cantabria, a excepción de los responsables de la casa de acogida, nadie conocía el pasado de aquel joven amable, que solía saludar a los vecinos con una sonrisa cuando se los cruzaba en la calle, habían pasado muchos años y nadie se acordaba del crimen. Todo cambió años después, cuando Rabadán decidió conceder una entrevista para el documental de DMAX ‘Yo fui un asesino’. Sus vecinos comenzaron a reconocerle y a sentir miedo de él.
En esta entrevista Rabadán declaro que “soy consciente de que muchos seguirán pensando que soy un monstruo. No fui yo, fue mi cuerpo, pero no yo. Me sorprendió mi propio acto. Sólo quería volver a mi cama para que no me viera, pero mi espada bajó, bajó sola”.
Con voz en off Tania también participó en esa entrevista, manifestando que “era su pasado y como tal teníamos que cargar con él, pero no tenía desconfianza, ni en ningún momento tuve temor ni miedo. Es bastante cariñoso, es respetuoso… me respeta siempre”.
La verdad es que es un crimen que consternó y consternará a España durante mucho tiempo.
La historia de uno de los crímenes más crueles
Hasta el día del crimen todo parecía normal, aunque destacaba su afición por las artes marciales y los libros relacionados con el satanismo. Repartía su día a día entre el Instituto de FP y su casa en el barrio murciano de Santiago el Mayor que compartía junto a sus padres, Rafael y Mercedes, y su hermana María de 11 años y con síndrome de Down.
En las últimas semanas Rabadán estaba contrariado. No conseguía pasar de cinturón blanco en sus clases de kárate. Se mostraba más retraído de lo normal. Comentó a los amigos que estaba pensando en matar a su familia porque creía que estaría mejor solo. Por otro lado, había conocido por internet a Sonia, una joven catalana y su padre le había regalado una katana.
La madrugada del 1 de abril se acostó con la firme intención de acabar con la vida de toda su familia. Todo ocurrió alrededor de las siete y media. Rabadán se dirigió con su katana a la habitación donde dormía su padre. Lo golpeó tres veces con fuerza en la cabeza y luego le clavó la katana hasta cinco veces en el pecho. De ahí, se dirigió a la habitación en la que dormía su madre junto a su hermana María. Mercedes estaba sentada en el borde de la cama espantada. Gritó llamando a su marido sin saber que ya estaba muerto. José la golpeó con la katana tan fuerte que incluso le rompió la espada. Su siguiente objetivo fue su hermana María, que estaba muerta de pánico ante la escena. No le tembló el pulso y también acabó con ella.
Para evitar que el hedor de los cadáveres alertase a los vecinos, llenó la bañera con agua y metió el cuerpo de su hermana. Arrastró el del padre hasta el cuarto de baño, pero como pesaba demasiado lo dejó al lado de la tina. El de la madre apareció mutilado sobre la cama.
La escena que dejó tras de sí era dantesca. Su ropa completamente ensangrentada era la prueba de aquella masacre, así que decidió cambiarse de vestimenta, pero dejándose la camiseta y la ropa interior.
Quería salir de allí lo antes posible. Lo único en lo que pensaba era en quedarse solo en el mundo, empezar una nueva vida y disfrutar de libertad para hacer lo que le viniese en gana. Su objetivo: irse a Barcelona. Allí vivía la chica, Sonia, con la que chateaba hasta altas horas de la madrugada a través de Internet.
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