El Teatro de la Zarzuela recupera 'Entre Sevilla y Triana', esencia del género.
Música de Sorozábal y libreto de Fernández de Sevilla y Tejedor Pérez; estrenada en 1950 en el Teatro Circo Price.
El Teatro de la Zarzuela, tras los teatros Arriaga y Campoamor, recupera estos días el sainete 'Entre Sevilla y Triana' de los dramaturgos Luis Fernández de Sevilla y Luis Tejedor. La obra se estrenó en 1950 en el desaparecido Teatro Circo Price, al que el Ministerio de Cultura usurpó la ubicación en la Plaza del Rey tras su demolición.
Pablo Sorozábal ya había explorado el sainete en 1934 con 'La del Manojo de Rosas', continuando así con el género recuperado por Barbieri, y ampliándolo en sus dimensiones respecto a anteriores obras de Chueca, Chapí o Bretón. Decidía el maestro, a su vuelta de Argentina, trabajar de nuevo en este género. Pero esta vez, en lugar de en un ambiente castizo, en un ambiente andalucista, posiblemente inspirado por José Serrano y su 'Reina Mora'.
Al concebir la obra, Fernández y Tejedor trasladaron la trama de 'Madame Buterfly', donde la geisha se enamora del marinero americano, del Pacífico al Guadalquivir. Entre sus orillas navega nuestro marinero Fernando que, al modo de Pinkerton, es disputado por sus dos amantes, Reyes y Esperanza, que viven en Sevilla y su barrio de Triana.
Fruto de su amor, Reyes, nuestra geisha sevillana, dará a luz un niño al que intentará ocultar de una sociedad chismosa y enjuiciadora ayudada por su hermana y su sobrina. Sin embargo, a diferencia del drama de Giacossa, Reyes pondrá en valor su libertad como mujer. Un final valiente y perturbador para aquella sociedad, donde las madres solteras y las familias monoparentales eran vergüenza y ficción.
Planteada la demanda de Reyes, los dramaturgos la disfrazaron con ironía y añadieron un trío de personajes cómicos: Micaela, la sobrina de Reyes; su pretendiente Angelillo y el sueco Mister Olden. Se homenajeaba así al desaparecido género cómico que un siglo antes había parafraseado a los grandes éxitos operísticos con títulos como 'La corte del Faraón' (Aida), o 'Lorenzín, el camarero del cine' (Lohengrin).
También Sorozábal encontró la forma de rendir homenaje a Manuel de Falla, a quien no pudo llegar a ver en su viaje a Argentina, incluyendo motivos del intermedio de su ópera 'La vida Breve' al inicio del segundo acto, en la fiesta gitana. Es por tanto una obra repleta de referencias, homenajes y demandas que sigue hoy en día vigente.
La Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por Guillermo García Calvo, sonó de maravilla en su estreno, a pesar de estar reducida como consecuencia de la pandemia, dos violines primeros, dos segundos, dos violas, dos cellos y un contrabajo, junto al viento madera y metal doblados en todas las familias. También brilló como siempre el coro de Antonio Fauró.
Los cantantes Berna Perles (Reyes), Anna Goma (Micaela) Javier Franco (Fernando) y Alejandro del Cerro (José María) brillaron por su profesionalidad y sus voces. Además, Ángel Ruiz (Angelillo) nos hizo reír. La dirección del Teatro y Curro Cáceres en la coordinación de escena han llevado el barco a buena orilla.
Esperamos que desde los despachos burocráticos de la madrileña Plaza del Rey se decidan, tras disputado acuerdo y prevaleciendo siempre la música al ruido de los sables e intereses políticos, a divulgar nuestra zarzuela, un género ya propuesto como bien patrimonial.
Tal vez ahora alguien se acuerde del proyecto interrumpido por la muerte de Ataulfo Argenta a finales de los años 50 del pasado siglo.
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