Música y expresiones mundanas: ¿Por qué decimos 'dar el do de pecho'?
Contamos la historia de otras frases populares como “poner en solfa”, “sonar la flauta” o "perder el compás”
Nuestra cultura, siempre se ha dicho, no tiene límites y goza de inspiración para dar cualquier motivo verbal. Una explicación, que sin tener relación directa con el hecho, nos da el significado del hecho de referencia.
En muchas ocasiones, escuchamos o empleamos expresiones sin dar importancia a su definición. Y ello provoca que desconozcamos su origen. Pero acertamos en el uso en ese momento para expresar lo que se quiere decir.
Hoy damos a conocer dentro del mundo de la música alguna de las frases de uso vulgarizado. Desde “dar el do de pecho”, “poner en solfa” o “sonar la flauta”. También “el año de la polca”, “perder el compás”, “sin ton ni son” o “bajar el diapasón”.
Se trata de modismos o dichos con un origen y tradición musical que habitualmente desconocemos.
En nuestro recorrido hemos analizado sin profundizar en su origen. Nos permite desvelar la transformación de los significados que el tiempo ha ido construyendo. Y nos lleva a cómo se crean las frases hechas.
En la comunicación se emplean frases hechas en situaciones específicas, cuyo significado no es deducible de las palabras que las conforman. A menudo las usamos sin ser conscientes de su condición de unidad, pues pertenecen a nuestro acervo cultural y memoria lingüística.
La lengua es un instrumento en evolución y construcción permanente. También es un importante medio para comprender nuestro mundo y, consecuentemente, poder actuar en el mismo. Al analizar la procedencia del lenguaje, utilizando una combinación de enfoques etnográficos, sociolingüísticos y pragmáticos, entendemos su sentido y podemos identificar más fácilmente su uso en los contextos adecuados.
El 'do de pecho'
Alguien da el “do de pecho” cuando realiza un esfuerzo extraordinario para conseguir un fin o cuando hace algo con maestría y excelencia. La expresión se refiere al “do” de la escala musical.
Según el sistema de notación musical internacional, el “do”, situado en una octava superior al “do” central del piano, es una de las notas más agudas de la tesitura del tenor. Y, por tanto, uno de los mayores retos de esta voz.
En 1831, Gilbert Duprez, consiguió llegar a este “do” sin hacer uso del falsete en la ópera Guillermo Tell. En su lugar, empleó un registro donde participaban las resonancias de pecho y de cabeza.
Luciano Pavarotti fue bautizado con el sobrenombre de “Rey del do de pecho”, por su extraordinaria capacidad para alcanzar dicha nota. En 1972 logró ejecutar nueve veces el do de pecho en la ópera “La hija del regimiento” de Donizetti. Fue en el Metropolitan Opera House, Nueva York.
En la actualidad, su uso se ha extendido y oímos muchos titulares como el siguiente: “Una promesa del fútbol. Ha dado en el campo “el do de pecho”.
Bemoles
Decimos “la cosa tiene bemoles” para indicar que algo resulta indignante, difícil o sorprendente. Puede ser en condición positiva o negativa, según la entonación y el volumen de la voz. También, puede oírse en forma exclamativa: “¡Tiene bemoles!"
Es como dar por finalizada la intención de seguir adelante con lo tratado en la conversación en ese momento y asumiendo lo tratado con desgana. En música, “el bemol”, es una alteración que rebaja un semitono a la nota afectada.
En este sentido, el origen de la expresión puede derivar de la dificultad en la interpretación de las notas con bemoles para el músico.
De hecho, otras variantes que intensifican la locución son tener tres bemoles e, incluso, tres bemoles y un sostenido. De otra parte, la terminación -mol proviene del latín molle, que significa tierno, blando, paciente.
Martín de Tapia señalaba que el bemol es afeminado. Mientras que el becuadro es varonil. Esta idea de género llega a hacerse extensiva a los caracteres nacionales.
Juan Bermudo siguiendo al teórico y compositor Franchíno Gaffúrio, explica así el modo de cantar y emoción de cada nación.
“Los ingleses jubilan. Los franceses cantan, los y italianos, balan como cabras y otros ladran como perros, los alemanes aúllan como lobos y los españoles lloran: porque son amigos de “mol”.
Sin embargo, en ocasiones la expresión parece esconder un eufemismo. En esos casos, de metáfora musical femenina pasamos a metáfora masculina de los órganos sexuales, con su uso en plural.
“¡Qué tío tu padre![...]Dile de mi parte que eso es tener los bemoles en su sitio”. También se le suele añadir con la elevación al concepto: “como Dios manda”.
Es prácticamente seguro que, quien ha utilizado, esta expresión, no se ha planteado nunca que son los “bemoles”.
Templar gaitas
Hay ocasiones en las que necesitamos poner paz en una discusión o conversación acalorada y una voz de neutralidad se encuentra con la obligación de decir: vamos a “templar gaitas”.
Es el caso de necesitar actuar de un modo conciliador para evitar enfados o problemas. Casi siempre son de índice menor, porque para un problema superior, son otras las expresiones y no muy musicales, por cierto.
La gaita es un instrumento de viento (propio de Escocia, Galicia y Asturias) formado por una bolsa de cuero donde se almacena aire, que sale por unos tubos produciendo el sonido. Por otra parte, una de las acepciones del verbo templar es “afinar un instrumento”. Y así es como actúa quien templa gaitas, pues habla aquí y allá, cede en esto y lo otro, para agradar, moderar y conciliar voluntades. Existe también la palabra de eres un “templagaitas”. Define con ello, “ a la persona que actúa con cautela para que no se genere un conflicto”.
Ya leíamos de la pluma de Galdós en Fortunata y Jacinta:
“¡Ah!, este mundo es una gaita con muchos agujeros, y hay que templar, templar para que suene bien”.
En La Regenta de Clarín, ante la enfermedad de Ana, se señala que don Víctor Quintanar. “No estaba él para templar gaitas, los nervios le eran antipáticos”.
En otras acepciones, decimos, “déjate de gaitas”, para referirnos a algo estúpido o sin importancia. También en carácter despectivo y negación absoluta, “no me vengas con gaitas”. Aquí, se alude, como decimos, a un asunto molesto, o que es un incordio. Otras locuciones son estar de gaita o alegre, estar de malagaita o con mal talante.
Poner en solfa
Cuando queremos desacreditar algo o a alguien o ridiculizarlo, podemos decir que, “lo ponemos en solfa”. Pero también se emplea para poner orden en algún asunto o hacer que funcione de manera organizada. Se trata de hacer algo con arte, regla y acierto.
Solfa es el sistema de signos que conforman las obras musicales. Así como la técnica de escribir, leer y entonar dichos signos, que es el solfeo. En esta línea, cuando musicalizamos o ponemos en solfa cualquier texto, estamos destacando su contenido.
Esto es precisamente lo que indica el poeta español del siglo XVIII Torres de Villarroel. “Yo advertí que nadie leía los Pronósticos (...) y púselos en solfa, y he logrado que me lean”. También Benito Perez Galdós, escribe en novela Tristana:
“Algunas noches se entretenían en “poner en solfa” a D. Lope, el cual, al verse en tan gran decadencia, desmintió los hábitos espléndidos de toda su vida, volviéndose algo roñoso”. Si escuchamos que “algo está en solfa”, es cuando está escrito.
O explicado de modo inteligible, sin querer hacerse notar, “tomar en solfa algo o a alguien”. Cuando es objeto de bromas, se dice, “tocar la solfa a alguien”, es con el sentido de zurrarle o golpearle.
Sonar la flauta
Si a alguien “le suena la flauta”, es porque ha tenido un golpe de suerte. Ha acertado, o ha conseguido algo por casualidad, sin haber actuado para lograr dicho éxito, o el que algo acierta por casualidad.
La expresión tiene su origen en la fábula El burro flautista de Tomás de Iriarte. “Acercóse a olerla el dicho animal".
Y dio un resoplido por casualidad en la flauta, el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad”. A su vez, Iriarte se inspiró en la fábula El asno y la lira de Fedro.
Donde un borrico hizo sonar las cuerdas de una lira con su pezuña. Se trata de una escena presente en la iconografía románica de diferentes iglesias y catedrales.
En su uso coloquial, la expresión no tiene relación con la música. Sin embargo, podría llegar a emplearse de forma paradójica en un contexto musical:
El violín principal de la orquesta suele equivocarse, pero en el concierto de hoy le ha “sonado la flauta”, no ha desafinado ninguna nota.
Por otra parte, se trata de una expresión tan común que no es difícil leerla en los medios informativos. El piloto de Moto GP Marc Márquez ha dicho alguna vez: “Hemos arriesgado y ha sonado la flauta”.
Llevar la batuta
Se dice que alguien lleva la batuta, cuando es el líder. “El presidente lleva la batuta del país”.
La referencia viene del director de orquesta. De espaldas al público, alza los brazos y blandiendo en una de sus manos la batuta, la pone en movimiento. La orquesta obediente al significado de la misma, comienzan a hacer sonar sus instrumentos.
El año de la polca
Cuando indicamos que algo sucedió el año de la polca, queremos decir que fue hace tiempo, en una época remota.
La polca es una danza de origen bohemio y ritmo rápido, en compás de dos por cuatro. Se extendió por Europa y América durante el siglo XIX.
Pero el tiempo avanza y las modas pasan, por lo que llegó un momento en el que la polca dejó de ser un baile actual. Así, empezó a emplearse la locución para designar algo antiguo y pasado de moda, que ya no estaba en boga. Encontramos esta expresión en La Colmena de Camilo José Cela.
“El costurero, después del trajín de doña Visi, quedó abierto". "Y entre el algodón de zurcir y la caja de los botones, había una caja de pastillas de la tos “del año de la polca”, que asomaba tímidamente”.
Con el mismo sentido, decimos otras acepciones como, “es más viejo que la tos”; “más viejo que la Tarara” o “del tiempo de Maricastaña”.
Para terminar con las acepciones de uso y disfrute con relación a la música, podemos decir que existen existen muchas más expresiones provenientes del pueblo en su uso cotidiano.
Que hemos investigado para que en otra ocasión y con otro significado, traeremos a nuestro periódico El Cierre Digital.
Como despedida, podemos afirmar que hemos llevado la batuta al realizar este estudio sin perder el compás.
No interesa que, entre pitos y flautas, sin ton ni son, se desconozca la historia de las expresiones que la música ha incorporado al lenguaje coloquial. Llegados a este punto, nos marchamos, con la música a otra parte.
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