
La muerte de Joselito 'el Gallo': Las 24 horas que cambiaron la historia del toreo
La presión del público y el toro 'Bailaor' marcaron el destino de Joselito el 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina
El siguiente texto es un trabajo de investigación original de Kiko Fabra, anestesista y alumno del curso de Periodismo organizado en Las Ventas de Madrid, ahora adaptado y publicado por elcierredigital.com. Trata de reconstruir con detalle las últimas veinticuatro horas de vida de Joselito el Gallo, el legendario torero sevillano, fallecido el 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina.
A través de crónicas de la época y testimonios contemporáneos, el reportaje aborda no solo los hechos que rodearon su trágica muerte, sino también el contexto emocional, profesional y social que acompañó sus últimos días.
Plaza de toros de la carretera de Aragón, en el día de San Isidro de 1920, corrida cumbre de la temporada con lleno hasta la bandera y cartel de no hay billetes. La terna estaba formada por: Joselito, Juan Belmonte e Ignacio Sánchez Mejías. Pesaba mucho en el ambiente que José hubiese desistido de torear la corrida del día siguiente para ir a torear a Talavera de la Reina.
Los toros del Marqués de Albaserrada rechazados por los veterinarios se sustituyeron por los de Carmen de Federico, antes Murube, más del gusto de Joselito. En el transcurso de la tarde salieron dos sobreros, uno de Salas y otro de Medina Garvey. Las reses, muy flojas y descastadas, rodaron por el suelo con falta de juego. Algunos críticos taurinos hablaron en sus crónicas de que posiblemente estaban afectados de glosopeda.

Durante el paseíllo los matadores soportaron silbidos e insultos del público. En la tarde hubo mucha tensión de los aficionados. De los toros de Gallito, uno tuvo que ser apuntillado en el ruedo, ya que no quería entrar a corrales con los mansos.
El bis de Salas, de nombre Cacharrero, berrendo, capuchino y botinero fue trasteado con la habitual facilidad de Joselito. Durante la lidia el público no paro de increparle con insultos y lanzamiento de almohadillas, llegando a dar una en el brazo al torero. Llegó a salir una voz del tendido diez que decía: “Ojalá mañana te mate un toro en Talavera”.
Joselito habló con Belmonte después de la corrida: “habrá que irse. Hay que dejar de torear un tiempo en Madrid”. Belmonte respondió como siempre: “lo que tú digas José”. Los críticos taurinos, y sobre todo Corrochano, habían creado mal ambiente contra ellos en Madrid. El día después Corrochano en el ABC había titulado la crónica: “Han estado fatal”.
Belmonte al día siguiente tenía que torear en Madrid, pero no se celebró la corrida por lluvia. Se quedó en su casa jugando a los naipes con su cuadrilla y unos amigos, donde recibió la trágica noticia.
El compromiso de Joselito
Joselito había aceptado torear la corrida de Talavera de la Reina por muchas razones. Seguramente la más importante fue que los organizadores eran familiares de Corrochano, que eran de Talavera. Corrochano había aupado a Joselito al principio de su carrera. Donde antes había elogios ahora eran críticas. La relación no era buena por el empeño de Joselito de la construcción de la plaza Monumental de Sevilla, a la cual se oponían los señores maestrantes, de los cuales era amigo Corrochano.
En la construcción de la plaza de San Bernardo, hubo varios boicots. Como poner más peso del debido en los tendidos en las pruebas de resistencia, cayéndose parte de ellos.
Los toros eran de la viuda de Ortega, prima-hermana de Corrochano y no le gustaban a Joselito. La corrida fue llamada” el acuerdo de la Estrecha”, un restaurante donde se reunieron José, Corrochano y Sánchez Mejías.

La corrida se celebró el 16 de mayo de 1920, hacía pocos días que Joselito había cumplido 25 años. Era un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. El festejo estaba celebrándose con normalidad. Salió de chiqueros el quinto de la tarde, 'Bailaor'. Según José María Cossío, negro, bronco y con poder.
Joselito lo vio y ordenó a su hermano Fernando que se retirase del ruedo por ser un toro peligroso. Para el cronista era burriciego, son toros que ven de lejos, pero no de cerca, José trasteo al toro que obedecía más a la voz que a la muleta que apenas veía.
El momento en que todo cambió
El torero después de rematar un muletazo "se alejó de su terreno", dice Cossío. El escritor explica con detalle cómo fue la cogida mortal de Joselito. El toro se arrancó de forma muy rápida sobre la espalda. José marcó la salida con la muleta, pero el toro, fijo en el objeto, al llegar al diestro no podía por su defecto visual percibir el movimiento de la muleta y enganchó a Joselito.
Lo levantó del suelo por la pierna izquierda, en la que le infirió un puntazo corrido. El cuerpo en el aire cayó sobre el pitón contrario, momento en que el toro tiraba un derrote, metiéndole el asta en el bajo vientre y asestándole una cornada mortal. José gritó y se levantó con los intestinos en las manos.
Fue atendido en la enfermería por cinco doctores que no pudieron hacer nada por él.
Para Joselito, el toro había perdido la vista en los caballos. Se acercó a la barrera para comentárselo a Corrochano, para el cronista era burriciego, le comentó. Daba igual, a Joselito le había matado el toro.
Otras razones que intentan justificar su muerte es que José estaba deprimido por varias razones. La muerte de su madre, que había acaecido hace poco tiempo, la negativa del padre de Guadalupe Romero a que se casase con ella y el desprecio de los públicos.
En el libro “Historia de los matadores de toros”, Ventura comenta que “cuando se produjo el fatal suceso nadie quería creer en él. Era imposible que Joselito, el dominador, el invencible y que muchos consideraban invulnerable… hubiera muerto herido por un toro".
Belmonte recibió la noticia de la muerte en su casa, caída la noche. Cuando la recibió no quiso dar crédito hasta que un ganadero de confianza le llamó para confirmarlo. Relata el trianero que se miraron “los unos a los otros con espanto”, dejaron caer los naipes encima de la mesa y se quedaron en silencio en un estado de estupor. Los amigos se fueron yendo, él se quedó hundido en el diván y mirando estúpidamente el tapete. Comenzó a llorar como nunca había llorado en su vida y no dejaba de repetir: “A Joselito le ha matado un toro”.
El II Califa del toreo, Rafael Guerra Guerrita, que llevaba 21 años retirado del mundo del toro y que en los últimos años solo le interesaba Joselito, había sido peón de Fernando el Gallo, padre de Joselito, y tenía una relación estrecha con la familia.
En el momento de la muerte de José se encontraba en el club Guerrita de Córdoba apesadumbrado y mandó que fueran cerradas las persianas metálicas del club. Dejando unas de sus famosas sentencias: “con la muerte de José la han quitado el tipo al toreo”. Mandó un telegrama al hermano Rafael de Canarias: "Impresionadísimo y con verdadero sentimiento te envío mi más sentido pésame. Se acabaron los toros”.
El traslado del féretro desde su casa de la calle Arrieta a la estación de Atocha fue multitudinario. La llegada a Sevilla y su camino al cementerio de San Fernando impresionante. La familia de Pablo Romero había cedido una tumba temporalmente.
En la fiesta de los toros la muerte está siempre presente y muchos son los que con su sangre han dado sentido al rito de lidiar y matar toros en los ruedos. En el momento en que un torero muere, asciende a una especie de Olimpo para los aficionados y profesionales del toro.
Sin embargo, hay uno que destaca sobre los demás desde hace más de 100 años: José Gómez Ortega, Joselito el Gallo, Gallito III, el rey de los toreros. El 16 de mayo, en la plaza de Madrid, se guarda siempre un minuto de silencio.
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