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Tres personas con togas académicas están en una ceremonia, una de ellas sostiene un documento mientras las otras dos sonríen y se miran, en el fondo se puede ver una audiencia sentada en un salón con paredes de madera.
CULTURA

Muere Jordi Claret, el prestigioso penalista catalán con más de 50 años de servicio

El letrado ha fallecido este lunes a los 73 años víctima de la enfermedad que padecía.

Qué pena Jordi que ya no estés aquí. Te nos has ido. Quizá por no luchar más en este mundanal circo de ataques interesados, manipulaciones a diario y redes sociales que machacan tu integridad moral y ética con la facilidad de un simple tuit. Te lo conté el otro día que hablé contigo. Sé, y me consta, que rápidamente habrías sacado tu sabiduría jurídica y hubieras actuado sin dilación. Han pasado solo unas horas y ¡cómo te echo de menos!. Un letrado como tú, un penalista con más de cincuenta años de servicio, una persona que, a pesar de tus orígenes aristocráticos, de los que solo has presumido ante un muy pequeño círculo de amigos, has defendido al pueblo de verdad, al que ahora todos manipulan con proclamas interesadas de matiz político morado.

Un hombre como tú, que lo has dado todo por defender a personas vulnerables, sin una gran capacidad económica, que has conocido cada rincón de España juicio a juicio, tan solo acompañado de tu coche y tus fieles conductores y secretarios, Ramón y Claudio, al que cariñosamente llamabas "el gordo".

Tu, allá donde estés, sabes quiénes somos cada uno. Y sé que me defenderás a capa y espada. No tengo la menor duda. Y yo sé quién has sido tú, una magnífica persona y mejor letrado. Hoy, la gente de tu Barcelona del alma te llora, como te lloramos todos los que te hemos conocido. Te nos has ido demasiado joven, con 73 años, y me has dejado plantado con una comida que teníamos pendiente en tu restaurante favorito de 'El Tritón', en tu querido barrio de Pedralbes. 

Sabes bien, Jordi, que cuando recibes la noticia de que ha muerto un verdadero amigo es muy duro. Pero hoy no me dejarías llorar, tu humor sarcástico e ingenioso sobrepasaba cualquier lágrima. Pero sí quiero, al menos, volcar en un texto los recuerdos de un ser querido, apreciado y reconocido como lo has sido tú. Te lo dije también el otro día: "Jordi, te tengo que hacer una entrevista porque no te puedes ir de este mundo sin que la gente sepa lo que has sido y has hecho por el bien de la sociedad".

El escribir sobre la figura del abogado Jordi Claret Andreu de Senespleda y de Boatella supone para mí recordar tiempos muy duros del periodismo de investigación en España. Algo que algunos de los voceros ni conoce. Es volver a un pasado de bares en torno a muchos de los juzgados de España. A esos bares, como el 'Louvre' o 'la Petit Bon', que rodeaban el Palacio de Justicia de Barcelona. Allí, en esos bares de toda la vida, fue donde el abogado Claret instaló su cuartel general y recibía, entre juicio y juicio, a delincuentes callejeros de todo tipo, a los que trataba de defender y reestablecer en su vida.  

Por entonces, los Juzgados y la Audiencia de Barcelona estaban juntos, en la Plaza Lluis Compayns. El abogado Claret vivía allí prácticamente, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Su presencia era tal, que el bedel de la Sala de togas del Colegio de Abogados, Paco Barceló, siempre le tenía reservada su toga porque no era un cualquiera. Y siempre tenía también a su servicio una máquina de escribir con papel calca o carbón.  

Un hombre mayor con cabello canoso y expresión seria, vestido con una chaqueta roja, con personas desenfocadas en el fondo.
Jordi Claret Andreu. | El Cierre Digital

Por eso, hablar hoy de Jordi Claret es honrar a todos los abogados de calle de Barcelona, y también de toda la geografía española, un espacio que Jordi se recorrió palmo a palmo con su coche en pro de ejercer su pasión: el derecho. Por eso, hace escasos días, recibió el reconocimiento del Colegio de Abogados de Barcelona por sus más de 50 años de servicio a la sociedad. No todos los abogados reciben tan merecida distinción.

Pero tu, Jordi, has sido ejemplo de honestidad, de humildad, de trabajo, de perseverancia, de habilidad y de inteligencia en el ejercicio de la abogacía. Los que te hemos conocido hemos tenido el regalo de la transmisión del arte de la abogacía que tu atesorabas. No existe libro alguno en el que los letrados aprendan tan noble y, a la par, sacrificado oficio. Pero creo que tu has logrado dejar un tratado enciclopédico personal que se llama don Jorge Claret.

Yo lo ratifico. Y como periodista lo he vivido en muchas ocasiones a tu lado. Cada paso por las sedes judiciales, cada conversación con los funcionarios, jueces y fiscales, cada movimiento en sala, cada estrategia de defensa diseñada por tu sabia inteligencia, cada interrogatorio, cada informe, cada reunión, cada minuto de trato con el cliente... era oro molido del que todos tratábamos de aprender. 

No hay duda de que con el paso del tiempo serás reconocido por tu sapiencia en temas penales y, sobre todo, por la manera de dictar tus informes ante el plenario, donde plasmabas de una forma clara y didáctica todos tus conocimientos. Con tu presencia y excelencia profesional has prestigiado en los últimos años a una profesión a la que todos debemos respeto y cariño.

Por eso, querido Jordi, bajo tu batuta has criado y formado a grandes penalistas, como mi gran amigo y "hermano" Manuel Ollé Sesé. Sé que parte de ese éxito merecido que hoy le rodea a Manuel te lo debe a ti. Sé que él siempre ha proclamado a todos los vientos que tuvo el privilegio de aprender a tu lado este sagrado oficio.

Por eso hoy, este pequeño homenaje que te hago con mi única arma, mi pluma, esta difícil noche reconvertida en un teclado de ordenador, no es a un abogado anónimo, sino al abogado Jordi Claret. Con mayúsculas. A ese gran especialista en Casación Penal. A la persona que no necesitaba ni un papel, solo la sentencia que había que recurrir y con eso ganaba una casación. 

Un legado humano

Pero su prestigio jurídico queda rebajado si consideramos la huella humana que ha dejado y transmitido. Su cercanía nos fue uniendo todavía más, ya que teníamos hobbies comunes. Era aficionado a los libros 'de viejo', como él gustaba decir, como también a los temas de heráldica (indagaba en los antecedentes de todos los apellidos). Por eso le encantaba decir siempre que ponía su nombre al completo.

Su memoria era prodigiosa. Se sabía todas las sentencias de la Sala Segunda del Tribunal Supremo casi de memoria. Entraba a diario en la base de datos del TS (CENDOJ) y las leía todas. Nos llamaba, las comentaba con nosotros y nos decía por dónde iba la cosa.

Los triunfos profesionales del abogado Claret en el mundo jurídico se cuentan por doquier. Entre sus casos significativos se encuentra el del aceite de colza, cuando le conoció toda la Audiencia Nacional en Madrid, y donde defendió al industrial catalán Enric Salomó. Otro caso muy importante para él fue en el que defendió al acusado del asesinato de la concejal de Igualada y demostró con su sapiencia que su cliente, Iván Mantas, no era culpable.

Su "savoir faire" se plasmaba cada día. El útimo ejemplo fue hace escasos días cuando le impusieron la medalla del 50 aniversario por parte del Colegio de Abogados de Barcelona. Esa tarde hizo subir al estrado a la hija del decano Pintó Ruiz. Dijo que no quería desmerecer a nadie, pero quería que la medalla se la pusiera la hija del que él consideraba el mejor decano que había pasado en los últimos años por Barcelona. 

Para quienes le hemos conocido, se nos va una magnífica persona, íntegra, recta y fiel en la amistad. Su vida era también su familia, su mujer, sus hijos Jordi y Ana, que sigue fiel al Derecho como herencia que le dejó su padre. Ahora, todos ellos, al igual que los que le apreciábamos, lloran su ausencia.

Un grupo de personas vestidas con togas negras posan para una foto en un evento formal, una de ellas sostiene un diploma.
El decano del Colegio de Abogados de Barcelona junto a dos de sus miembros y Jordi Claret sujetando el diploma. | El Cierre Digital

Lamentablemente, y muy a mi pesar, ya no podré compartir más momentos contigo, querido Jordi. El otro día te dije que iba a ir a verte a Barcelona con Manuel, pero la vida es así de dura. Ya no podré verte. Eso sí, allá donde estés estaré contigo siempre con la mayor de las admiraciones a uno de los mejores y más honestos abogados que he conocido.

Gracias por todo lo que has hecho en vida para agrandarnos como seres humanos, con tus sólidos valores, tu entereza personal y, sobre todo, por hacernos entender y respetar el Derecho. Tu figura siempre perdurará con nosotros, querido Jordi Claret Andreu de Senespleda y de Boatella. Descansa en paz, Amigo.

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