Crece el cartel 'maldito' de Pozoblanco: el cirujano que trató a Paquirri es el último
Albacete acoge el Congreso Nacional de Cirugía Taurina, recordando a Eliseo Morán y su labor con Paquirri.
Albacete se ha convertido este 2023 en la sede del 39º Congreso Nacional de Cirugía Taurina. Una cita que mezcla los aspectos más sociales del mundo del toreo con los científicos y relacionados con esta rama de la medicina. El encuentro, que está teniendo lugar desde el pasado 17 de mayo y que se extenderá hasta el día 20 del mismo mes, se inauguró en el Teatro Circo de Albacete, con una presentación a cargo de Javier López-Galiacho, presidente de la asociación de Amigos de los Teatros Históricos de España (Amithe).
Precisamente, López-Galiacho ha afirmado en una columna para el diario La Tribuna de Albacete que “es todo un honor que Pascual[Masegosa, cirujano jefe de la Plaza de Toros de Albacete]” le pidiera presentar esta gala inaugural. “Es el torero el único artista del mundo que interpreta su profesión con un médico a su lado. (…) Nuestra gratitud permanente a vosotros, cirujanos taurinos, que sois sanadores de los toreros. Si un día faltáis, nos vamos todos a casa”, ha escrito en el mencionado periódico.
Eliseo Morán, el último fallecido del ‘cartel de Pozoblanco’
Uno de los cirujanos taurinos más reconocidos era Eliseo Morán, cirujano que se encargó de operar a Francisco Rivera, Paquirri, el 26 de septiembre de 1984, día que perdió la vida a causa de una cogida del toro Avispado mientras toreaba en la localidad cordobesa de Pozoblanco en su Feria de las Mercedes. Desde su muerte aquel día y los trágicos sucesos que acontecieron después, el cartel de Pozoblanco se ha llegado a considerar un cartel taurino “maldito”.
El nombre de Morán fue, de hecho, uno de los últimos en unirse a la lista de fallecidos que, de un modo u otro, intervinieron aquel día. Morán, que falleció el pasado 28 de marzo a los 88 años, era cirujano jefe de la enfermería de la plaza de Pozoblanco aquella tarde de 1984, cuando murió uno de los grandes de toreo. Llevaba en el cargo desde el año 70 y, según relató en una entrevista al Diario Córdoba, fue la única cogida mortal de su carrera como cirujano de toreros.
Según relató en la entrevista, por aquel entonces muchas de las enfermerías de las plazas de toros no se encontraban demasiado equipadas, teniendo que trasladar a los heridos a hospitales cercanos, con la gran problemática que suponía el estado de las carreteras. “Cuando ocurrió aquello en 1984 pensamos que no podíamos hacer allí más cosas por Paquirri y decidimos su traslado a Córdoba. Sin embargo, la carretera antigua que iba de Pozoblanco a Córdoba era terrible. Paquirri fue soportando su situación bastante bien con un bote de sangre que se le transfundió, pero al bajar la ambulancia el Murciano, el diestro empezó a empeorar”, relataba sobre el trágico suceso.
A pesar de que afirmaba que le preguntaron muchas veces “qué habría pasado con Paquirri si hubiera habido un hospital en Pozoblanco, porque el hospital estaba medio hecho, pero no estaba funcionando” y “qué hubiera pasado si hubiera podido ser evacuado Paquirri en otro medio de transporte”, explicaba que no sabía cuál hubiera sido el final.
La primera víctima del cartel de Pozoblanco: Paquirri
La tradición taurina establece que cuando un toro acaba con la vida de un diestro, la cabeza del astado ha de ser quemada. Sin embargo, no se hizo con Avispado, el toro de la ganadería de Salayero y Bandrés que acabó con la vida de Paquirri. Y para algunos, esa omisión es el origen de la que se ha dado en llamar la maldición de Pozoblanco y que ha afectado a todos los que compartían esa trágica tarde con el que fue marido de Isabel Pantoja.
La verdad de lo que ocurrió en la trágica corrida celebrada el 26 de septiembre de 1984 en la localidad cordobesa de Pozoblanco no figuraba en los planes iniciales de Francisco Rivera, Paquirri, que cerraba así una triunfal temporada antes de irse a “hacer Las Américas”, quizá sus últimas, junto a su mujer Isabel Pantoja. Paquirri iba a torear un festival en la capital venezolana de Caracas, donde tenía grandes amigos, dinero y negocios.
Pero el diestro de Barbate tenía un compromiso personal con el por entonces “dios” de la contratación taurina, Diodoro Canorea, máximo controlador de la Real Maestranza de Sevilla y gestor también del coso de Pozoblanco. Éste había pedido a Paco que torease esa tarde en el pueblo cordobés a cambio de no pisar el ruedo sevillano, como tenía estipulado para la Feria de San Miguel.
Paquirri tenía previsto viajar a América con Isabel Pantoja, con la que atravesaba por entonces una pequeña disputa matrimonial por temas familiares y con la que no había hablado en los últimos días.
"Veníamos de torear juntos el día anterior de Logroño y Paco estaba nervioso porque llevaba ya tiempo sin localizar a Isabel. Antes no era como ahora, había que localizarla por un teléfono fijo y el maestro no lo conseguía. Eso hizo que estuviera nervioso. Era su última tarde antes de irse para Venezuela con ella. Estaba intranquilo, pero sabíamos que la corrida venía muy terciada y que no era muy problemática. El maestro entró en la plaza descentrado. Saludó en el paseíllo a varios artistas que estaban en la barrera. Y todo pasó en el cuarto toro. Quizá fue un despiste... lo siguiente fue verle en la enfermería, donde le puse la mano para tapar la hemorragia", afirma a elcierredigital.com Vicente Ruiz, el Soro, el único superviviente del cartel de aquella fatídica tarde.
Paquirri lo sabía. Torear ese día en Pozoblanco le eximía del compromiso de volver a pisar la Maestranza en la Feria de San Miguel, donde estaba anunciado, e irse con Isabel a Venezuela. Paco hubiera querido terminar su temporada española en Logroño, un día antes de Pozoblanco, el 25 de septiembre. Sin embargo, ese débito personal con “don Diodoro” le hizo ir a Pozoblanco. No le podía decir que no al hombre que le pagaba cerca de 30 millones de pesetas —al contado— por torear en la Feria de Abril de Sevilla.
Esa temporada de 1984 Paquirri era la primera figura del escalafón y por eso cobró cinco millones de pesetas de entonces, solo por estar anunciado en esa Feria de Nuestra Señora de las Mercedes en Pozoblanco. Un dinero que percibió antes de torear y que guardó en un maletín que dejó en el Hostal Los Godos, hoy ya cerrado, donde se vistió de luces por última vez antes de ir a la plaza para hacer el último paseíllo de su vida, junto a Vicente Ruiz, el Soro, y José Cubero, el Yiyo.
Retirada de Paquirri
Francisco Rivera Paquirri ya estaba dando sus últimos años como matador. Su físico así también lo demostraba. Y así se lo había comentado a su amigo Vicente Ruiz, el Soro. “La próxima campaña te voy a apoderar, ya me cansé, y lo dejo todo”, comenta el matador valenciano que dijo el maestro.
El torero de Barbate se había casado recientemente con la tonadillera Isabel Pantoja. Fue el 30 de abril de 1983, en la catedral de Sevilla, en loor de multitudes. Juntos acababan de tener un hijo, Kiko Rivera Pantoja, el 9 de febrero de 1984. El diestro gaditano andaba ya de vuelta por todo lo que había conseguido ya. Quería retirase a su finca gaditana de “Cantora”, a disfrutar de su hijo Kiko recién nacido, y de Isabel Pantoja, al menos así lo quería, a pesar de los desencuentros que iban teniendo.
Paquirri no necesitaba más. Había alcanzado un gran caudal económico, casi todo en metálico, que tenía en cuentas en Venezuela, Panamá y Miami (EEUU). Su fama ya trascendía ampliamente del ámbito taurino. Su primer matrimonio con Carmina Ordóñez, su posterior divorcio y sus relaciones sentimentales (entre ellas, Lolita Flores) fueron un preludio de su flamante boda con Isabel Pantoja. Una popularidad apoyada, ante todo, en su condición de primera figura del toreo mundial.
Recluido en su finca Cantora, junto a jóvenes toreros incipientes como el Soro, realizaba una exhaustiva preparación física, taurina y mental. La finca de la carretera de Vejer a Medina se convirtió en el cuartel invernal de todos los jóvenes toreros de la época. A Paquirri le encantaba orientar, preparar y enseñar a los nuevos matadores.
Pero fue su célebre boda con Isabel Pantoja, en la primavera de 1983, la que le puso de nuevo en el papel couché. Por eso, ante tanto revuelo mediático y con un inmenso patrimonio acumulado para su época (más de mil millones de pesetas), la temporada de 1984 era la de su prevista retirada de los ruedos. Sin embargo, su destino estaba ya escrito en Pozoblanco.
El toro Avispado de la ganadería de Salayero y Bandrés, perteneciente a una corrida que había sido desechada en otra plaza, acabó con su vida. Un ejemplar muy terciado y lidiado en cuarto lugar en esa trágica tarde del 26 de septiembre de 1984. Y solo un año después, el 30 de agosto de 1985, también otro toro, de nombre Burlero, acababa con la vida de su joven compañero de terna en Pozoblanco, José Cubero, el Yiyo. El matador madrileño contaba sólo con veintiún años y se hallaba en un espléndido momento de su carrera, a punto de codearse con las grandes figuras.
Muerte del Yiyo
Eran las ocho y cincuenta minutos de la tarde del 30 de agosto de 1985 cuando el toro Burlero, de la ganadería de Marcos Núñez, le atravesaba el corazón a José Cubero, el Yiyo. Entró en la enfermería de la plaza de Colmenar Viejo prácticamente sin vida y los facultativos nada pudieron hacer por salvársela.
Al modesto domicilio de los Cubero Sánchez, en la calle madrileña del Bósforo, del barrio de Canillejas, llevaron el cuerpo del joven matador vestido con un terno color granate ribeteado de adornos negros y depositaron el cadáver.
Una extraña circunstancia rodeaba la muerte del Yiyo, su inclusión en ese cartel de Colmenar Viejo durante las fiestas agosteñas de 1985 en honor a la Virgen de los Remedios, patrona del pueblo. Y es que, en principio, José Cubero no estaba contratado para esa tarde. Quien sí lo estaba era Curro Romero, que el día anterior al festejo comunicó a la empresa su imposibilidad de torear, facilitando un parte médico por lesiones en la espalda. Ya de madrugada, cuando el Yiyo y su cuadrilla regresaban a Madrid de otra corrida celebrada en Calahorra, el empresario y apoderado del torero llegaron al acuerdo de que este sustituyera al Faraón de Camas.
Pero no quedan aquí las circunstancias que rodean la maldición de este cartel de Pozoblanco. Juan Luis Bandrés, uno de los propietarios de la ganadería de Salayero y Bandrés, que se lidió aquel 26 de septiembre de 1984 en Pozoblanco, era asesinado a tiros en diciembre de 1988 en Algeciras por un empleado suyo de la naviera ISNASA.
La muerte de Juan Luis Bandrés
Juan Luis Bandrés Guerrero, uno de los propietarios de la ganadería que se lidió aquel 26 de septiembre de 1984, era asesinado a tiros en diciembre de 1988 en Algeciras por un empleado suyo de la naviera Isleña de Navegación (ISNASA). Bandrés, de origen vasco, llevaba residiendo en Algeciras unos 20 años. Era copropietario, junto con Victoriano Sayalero —también socio suyo en la naviera— de la ganadería Sayalero y Bandrés y había apoderado a varios toreros.
Bandrés murió por los disparos efectuados por Benito Cózar Morales, que había sido empleado suyo en la citada naviera. Tenía entonces 41 años y estaba casado. Recibió tres impactos de bala del calibre 22 efectuados a corta distancia con una pistola de competición. Le causaron la muerte en el acto.
Benito Cózar Morales, de 49 años, vecino de la Línea de la Concepción, había trabajado como camarero en uno de los buques de la naviera y hacía cinco años que había sido despedido tras un altercado con el capitán de un buque de dicha empresa. Desde entonces, trabajaba de forma discontinua en ISNASA, con contratos temporales. Precisamente, en ese momento estaba pendiente de una nueva contratación.
Tras realizar los disparos, el agresor se refugió en el ático de las oficinas de la naviera, donde se entregó a la Policía sin ofrecer resistencia. El titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Algeciras, Manuel Ruiz-Gómez, ordenó el ingreso en prisión, sin fianza, de Benito Cózar.
Por entonces, la naviera ISNASA, creada por Bandrés a principios de los años 70, tenía una plantilla de unos 400 trabajadores y compartía con la compañía Trasmediterránea el pool del transporte marítimo en el estrecho de Gibraltar. La situación financiera de ISNASA y el destino de algunos créditos oficiales fueron en su día objeto de varias iniciativas parlamentarias.
Otros "malditos": Redondo, Salmoral y Sayalero
La maldición de Pozoblanco parece que siguió extendiéndose a otros protagonistas. Así, Tomás Redondo Chies, entonces con 54 años, fue encontrado el 10 de julio de 1989 ahorcado en un apartamento de la madrileña plaza de los Mostenses.
Tomás Redondo Chies se hizo popular al hacerse cargo del apoderamiento del Yiyo en 1979, cuando el torero aún estaba en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, y administró su carrera hasta la muerte de este, el 31 de agosto de 1986 en la Plaza de Toros de Colmenar Viejo (Madrid). Tras la muerte del Yiyo, Redondo quedó visiblemente afectado y se mantuvo alejado del toreo durante una temporada, reapareciendo con el apoderamiento del hermano del Yiyo, nombrado en los carteles como Sánchez Cubero, al que siguieron el del novillero Antonio Jiménez, el Ecijano, y el del matador francés Richard Milian.
También se puede decir que la llamada maldición de Pozoblanco recayó en el gran profesional que fue Antonio Salmoral, el cámara de TVE que grabó las únicas imágenes en la enfermería de Pozoblanco que existen. Era entonces colaborador del Ente Público y a raíz de aquella exclusiva solicitó que se le hiciese fijo en RTVE. Nunca lo consiguió. Tres años más tarde de la muerte de Paquirri, él también la encontraría en el Hospital Reina Sofía de Córdoba, a los 53 años, víctima de una larga enfermedad.
Una de las últimas muertes relacionadas con el cartel de Pozoblanco ha sido la del empresario y ganadero Victoriano Sayalero López, propietario de las ganaderías de Sayalero y Bandrés y Sayalero Monje, que fallecía el 21 de junio de 2021 a los 88 años. Su nombre también aparecía como ganadero en el conocido como trágico cartel de Pozoblanco, del que sólo hoy queda un superviviente, Vicente Ruiz, el Soro.
El Soro, el único superviviente
Vicente Ruiz, el Soro, nacido en la localidad valenciana de Foyos en 1962, es hoy el único superviviente de la tragedia de Pozoblanco (Córdoba). En 1994 sufrió una tremenda lesión en uno de sus tobillos al saltar la barrera en Benidorm, lesión que se le complicó y propició su retirada de los ruedos. Desde entonces, el valenciano ha sido intervenido quirúrgicamente en 66 ocasiones, truncándose su carrera taurina.
En el año 2021 fue ingresado en estado muy grave en Valencia al sufrir fuertes dolores en el pecho, que advirtieron al matador de Foyos que estaba sufriendo un nuevo infarto de miocardio. Otro más que se sumaba al que ya sufrió mientras recibía un homenaje en Roquetas de Mar (Almería). En esa ocasión, los médicos decidieron implantarle un estent en la arteria coronaria, logrando estabilizarlo y recibiendo el alta días después.
Los problemas de salud de Vicente Ruiz, el Soro, no solo se limitan al corazón y es que la famosa rotura de ligamentos en su rodilla izquierda, lo que precipitó su retirada de los ruedos en 1994, le ha obligado a ser operado hasta en 40 ocasiones para recuperar la movilidad en las piernas. Finalmente la solución llegó con la implantación de una pierna biónica, gracias a la cual pudo volver a los ruedos en 2015, aunque solo fuese para despedirse por la puerta grande.
El pasado 2022, tras casarse en el hospital con su novia de juventud, Eva Rogel, el estado de salud del torero volvía a peligrar. Concretamente, lo hacía por su pierna izquierda. Los médicos se planteaban amputársela, pero según pudo conocer elcierredigital.com, recibió el alta hospitalaria manteniéndola. Hoy, Vicente Ruiz, el Soro, es el único superviviente del cartel maldito de Pozoblanco.
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