
Cannes pone el dedo en la llaga
El festival de Canes dice “basta” a la hipersexualización de las marcas
¿Dónde termina la libertad y donde empieza la educación? ¿Es la hipersexualización de los fotocalls un signo de libertad? El debate hierve y tiene detractores, pero no está exento de críticas. Se habla de libertad, pero a estas alturas la pregunta es evidente: ¿pueden también los hombres ir en slip de brillantitos? ¿o quizás en jockstrap? ¿consentirían algún pie con juanetes desnudos sobre una mesa del coctel? O ¿porque no ir en bañador y en chancletas?.
El Festival de Cannes 2025 ha decidido trazar una línea clara de vestimenta que ha empezado a regir su famosa escalinata. Se acabaron los desnudos disfrazados de diseño, las transparencias sin contexto y los looks pensados más para viralizar que para celebrar el cine. El Festival mas icónico defiende el protagonismo del cine sobre el escandalo que utiliza sus redcarpets.
Hasta ahora, las normas habían sido curiosamente estrictas en unos aspectos (como la histórica exigencia de llevar tacones) y totalmente laxas en otros. Mientras las mujeres eran obligadas a subirse sobre zapatos imposibles, desfilaban también con vestidos que dejaban poco o nada a la imaginación. Claramente una incoherencia de tendencia creciente; la alfombra roja se había convertido en una pasarela de provocación sin narrativa.
El Festival de Cannes se 'planta'
El punto de saturación parecía cercano. Modelos y celebridades como Bella Hadid, Kendall Jenner, Charlie XCX, Heidi klum o la mediática Bianca Censori habían convertido sus apariciones públicas en una suerte de performance de piel al descubierto; o en una suerte de creaciones imposibles que eclipsaban a las actrices. Además no cabían literalmente en los asientos protocolarios del propio auditorio del Festival de cine. Vestidos completamente transparentes, bodies de red, prendas diseñadas explícitamente para no dejar nada al misterio, alternadas con “repollos” interminables, colas de longitudes australes y volúmenes imposibles...
Lo que en un principio podía entenderse como una forma de empoderamiento personal ha terminado, en muchos casos, en una forma de cosificación estética al servicio de los de siempre: las marcas multinacionales sponsor de la celebración. Y Cannes ha dicho basta.
El nuevo reglamento para la edición 2025 establece límites claros: se mantiene la elegancia como valor innegociable, pero se prohíben explícitamente los looks que contengan transparencias integrales, desnudez evidente o total, y estilismos que atenten contra la “dignidad del evento”. Aunque es un término amplio, deja clara la intención de recuperar la esencia del festival y devolverle a la alfombra roja su simbolismo cultural, evitando que se convierta en una galería de exhibicionismos virales.
Este cambio no llega de la nada. La conversación viene creciendo. A lo largo de los últimos años, muchas voces han alertado del desvío que estaban tomando los premios y los eventos cinematográficos. ¿Qué recordamos al día siguiente de una gala? ¿Quién ganó o quién “enseñó más”? La respuesta, tristemente, es cada vez más predecible.
Además, hay una dimensión de fondo que no puede seguir ignorándose. La presión por mostrar, por exponer el cuerpo, recae casi exclusivamente sobre las mujeres. La hipersexualización se ha normalizado hasta niveles absurdos y, en muchos casos, se ha confundido con libertad. Pero no todo lo que se camufla bajo el discurso de la liberación lo es. Muchas veces, detrás de esa “opción estética”, hay un machismo sociológico profundamente arraigado que convierte a las mujeres en cuerpos decorativos, piezas de escaparate, trozos de carne con telas o complementos; la cosificacion.
Un nuevo código que no censura
Y por tanto, este nuevo código no pretende censurar. Pretende invitar a la reflexión. No se trata de tapar por tapar, sino de entender el contexto. Una alfombra roja es una celebración del talento, del trabajo artístico, de la cultura. No puede reducirse a un escaparate sin alma.
Como diría Carlos Areces, las “mocatrices” campaban a sus anchas. Y no quiere decir que volvamos a un puritanismo absurdo. Tampoco es esto la “catarsis sistémica”. Pero en algún momento tenía que echar el freno antes de que fuera demasiado tarde. Nos estábamos olvidando del verdadero sentido de los premios, de lo que significa una gala, una alfombra roja, un festival. No es solo un desfile de atuendos, es una celebración del talento, del esfuerzo y del trabajo. El vestuario importa. El patrocinio de las firmas de moda, lujo, joyería, coches, relojes, cosmética, estética, son fundamentales para pagar un evento de este nivel. Y cuidar la imagen, porque también es parte del festival.

Pero nos hemos acostumbrado peligrosamente a ver cómo se desnudan a las mujeres en nombre del espectáculo. Como si fuera normal. Como si fuera parte del juego.
Pero no lo es. No es normal que en galas pensadas para aplaudir carreras, proyectos y obras, lo que termine siendo noticia sea cuánta piel enseñó una actriz, una modelo o varias influencers. Pero una alfombra roja no es eso. No es ese el lugar. No puede serlo.
Detrás de cada mujer que pisa un evento así hay un nombre, un trabajo, una trayectoria. Y lo que estamos haciendo es borrar todo eso bajo la sombra de una transparencia, un desnudo o un estilismo hecho para escandalizar. Lo peor es que muchas veces ni siquiera se trata de una elección libre...
Y por eso Cannes ha dicho basta. No va de moralina, no es catódico puritanismo antifemenino, es mínima sensatez y valor por el trabajo de las mujeres del cine. Y, como siempre, Francia ha dado una lección cultural inigualable. Señoras VIVE LA FRANCE!
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