26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Casos como la pugna de Rocío Carrasco y Antonio David evidencian los dramas familiares que se viven en las separaciones con menores

Analizamos la responsabilidad de tener hijos: La falta de entendimiento en la pareja perjudica gravemente a los niños

Una familia.
Una familia.
Está de actualidad el enfrentamiento que desde hace 20 años existe entre Rocío Carrasco y Antonio David Flores por sus relaciones familiares. Por desgracia, también es noticia la desaparición de las niñas de Tenerife. Alberto García Cebrián, abogado de familia, explica para ElCierreDigital.com cómo constantemente presenciamos dramas familiares que, a colación de una separación con hijos, no han conseguido un entendimiento con mediación, llegándose a situaciones límite.

Tener un hijo es la responsabilidad más grande que puede existir en la vida. Es algo excepcional y maravilloso concebir a un niño al que tendremos la oportunidad de dar lo mejor de nosotros mismos con la mejor crianza y educación posible. Desde el momento en el que se tiene un hijo todo cambia, nuestro bienestar sigue siendo importante, pero deja de ser prioridad y pasa a ser el de nuestro hijo, o al menos, así debería ser.

Es un acto de amor y generosidad inmenso si se realiza de una manera diligente y un verdadero acto egoísta e irresponsable si se realiza sin un mínimo de valores. Tener un hijo no es solo darle de comer, vestirle y llevarle al colegio a que le eduquen. Es ocuparse globalmente de todas y cada una de las necesidades del niño hasta que no solo sea mayor de edad, sino que se valga por sí mismo de forma autónoma e independiente.

La mayoría de edad en España es a los 18 años, que antiguamente solía ser una edad en la que estaba próxima la independencia económica, pero en la actualidad no es así. Si un hijo estudia medicina, por ejemplo, probablemente no tenga independencia económica hasta pasados los 30 años. Desde el momento en el que tenemos una relación sexual nos estamos exponiendo a tener hijos con esa persona y no es algo que se tenga tan en consideración como se debería. Al tener un hijo ambos progenitores ostentan derechos y obligaciones respecto del niño, pero también respecto al otro progenitor.

Hay algo que llama poderosamente la atención en las rupturas con menores y es que al referirse al hijo común se emplea el posesivo su hijo o mi hijo en función de la connotación negativa o positiva que tenga el argumento. Lo correcto es utilizar la palabra nuestro hijo o simplemente llamarlo por su nombre. Algunos ejemplos de esto son los típicos: “Tu hijo ha sido expulsado del instituto”. “Mi hijo ha sacado una calificación excelente en sus estudios”. ¡Pero si es el mismo!

Puede decirse que es una manera de hablar, pero en muchos casos no solo es una manera de hablar, sino que hacemos nuestro aquello que nos es favorable y responsabilizamos al otro progenitor de lo que no nos conviene tanto del hijo común; y al final es una forma de tratar de manera desconsiderada al niño, pues se cosifica.

Los derechos y obligaciones son de ambos por igual

Al tener un hijo debemos tener en cuenta que los derechos y obligaciones de ambos progenitores si no existe una resolución judicial son indistintos, o lo que es lo mismo, ambos padres ostentan la patria potestad y la guarda y custodia global, de manera que no se pueden distinguir entre las obligaciones o derechos del padre y las de la madre, pues son comunes y conjuntos.

Si existe buen entendimiento será algo maravilloso pues el otro progenitor será un apoyo y ayuda en la crianza del hijo, es una suerte que un hijo tenga dos padres que le quieren pues por desgracia no siempre es así. Si no se cuida la relación entre progenitores se está olvidando que no es solo nuestra expareja solo, sino que también es algo mucho más importante, el padre o madre de nuestro hijo común.

Todas las personas somos limitadas y podemos enfermar o incluso morir lo que puede suponer un verdadero drama para nuestro hijo. ¿Os lo habéis planteado? Este hipotético drama será menor si hemos facilitado y fomentado la relación del niño con ese padre o madre que debemos valorar con independencia de nuestros prejuicios de pareja. El otro progenitor es una persona muy valiosa pues se supone que quiere tanto al hijo común como nosotros. Tal vez a su manera, que no necesariamente tiene que ser igual a nuestra forma de querer, debiendo cuidar la relación entre progenitores y unirse en cualquier circunstancia para no tener motivo de arrepentimiento o lamentación cuando se produce alguna contingencia, eso será lo mejor para el hijo común y nuestra obligación y responsabilidad parental.

La mano de un bebé sobre la de su padre. 

Además, no debemos olvidar que hemos sido nosotros los que hemos elegido al padre o madre de nuestros hijos. Nos podemos divorciar de nuestro marido o nuestra mujer, pero no del hijo común.

Si reina la discordia entre ambos progenitores, se puede producir una situación de gran inestabilidad y vulnerabilidad del menor. No se puede discutir delante del hijo ni hablar mal del otro progenitor, ni tratarle de un modo despectivo ni a él o ella ni a cualquiera de sus allegados. No se puede hacer al hijo partícipe de las disputas de los padres. La pregunta “¿con quién quieres estar, con papá o con mamá?” es una verdadera aberración.

Rupturas e hijos en común

Hay progenitores que en la ruptura pretenden que decidan los hijos su regulación paternofilial con cierta tendencia a pensar que van a poder influir en la decisión y que, por tanto, les va a ser favorable. Un niño tiene que ser un niño, vivir como un niño y tomar decisiones de un niño y no resolver los problemas y discordias que son incapaces de resolver sus progenitores.

Hay ocasiones en las que con la ruptura se deteriora la relación del hijo con alguno de los progenitores y algunos padres y madres lo utilizan para preguntar a sus niños si se quieren ir con el otro progenitor a sabiendas de que van a negarse. Se utiliza ese “yo no voy a obligar a mi hijo a irse con su padre o madre si no quiere” de una manera atroz. En cambio, esos mismos padres y madres, en otras decisiones como ir al colegio no les consideran capaces de decidir si quieren o no quieren recibir educación, ni se plantea, pues se parte de la base de que es algo necesario. Pues la relación con ambos progenitores es igualmente imprescindible, salvo casos en los que concurra una verdadera causa grave que pueda perjudicar a los hijos. Lo que se debe hacer es incentivar y predisponer al menor a relacionarse y reforzar la relación con el otro progenitor.

De hecho, insisto, cada uno de los progenitores ha elegido a ese padre o madre para el hijo común, de manera que cuando se buscan responsables o culpables de algo que no nos gusta del otro progenitor, tenemos que partir de la base que nosotros en primer término somos los responsables, pues elegimos a esa persona para compartir algo tan importante como es un hijo. Antes de quejarse o exigir se debería tener en cuenta este hecho, pues el hijo no es solo nuestro sino de ambos, con independencia del sistema de guarda y custodia establecido.

Hay padres y madres que se quejan en la ruptura de que sus hijos no rinden en el centro de estudios o que están teniendo problemas de comportamiento.  Lo que achacan al otro cónyuge en exclusiva con una asombrosa irresponsabilidad. No podemos seguir pretendiendo atribuirnos los logros a nosotros mismos y achacar los fracasos de nuestros hijos al otro progenitor. En todo lo bueno y malo, nosotros somos responsables.

Muchas veces un progenitor acude al abogado o al juez para que se haga cargo de la situación y solucione el problema que existe posicionándose como un mero espectador, lo cual es injusto, una distorsión y abuso de las responsabilidades parentales. Es en muchos casos necesario el apoyo jurídico, pero de manera complementaria a la propia actitud principal del progenitor. Los operadores jurídicos no podemos hacer milagros, sino solo tratar de establecer una regulación que después cada familia separada o divorciada debe aplicar en beneficio de los hijos como prioridad y del interés común por encima de sus propios intereses, con sentido común y dejando a un lado lo dramático que en una ruptura debe dejarse atrás. Hay cónyuges que se separan, pero, en cambio, no dejan de vivir y dar protagonismo al conflicto con la expareja y es una pena pues si se han decidido divorciarse, debería ser con la intención y actitud adecuada ,tendente a vivir un nuevo proyecto feliz dejando atrás y superando en todo lo posible los problemas de entendimiento del pasado.

Igual que no se puede desatender a un hijo y después pretender que en el colegio le eduquen, no se puede dinamitar la relación con el otro progenitor, machacar directa o indirectamente al niño y después ir al Juzgado con la máxima indignación pretendiendo culpabilizar al otro progenitor de la situación de sufrimiento y perjuicio del hijo.

Un juicio no es la solución, pues solo es un mecanismo establecido para personas que son titulares de derechos y obligaciones y que, debiendo de haberlas sabido gestionar, han sido incapaces de hacerlo y de esta manera se someten al criterio de un juez; arriesgándose a que la resolución les pueda ser favorable o desfavorable.

Insisto una vez más, si nos separamos del padre o madre de nuestros hijos hemos de tener en cuenta que no nos estamos separando de nuestros hijos, pero menos aún debemos hacer distinción en función de lo que nos conviene o interesa. Un niño no necesita que sus padres estén juntos. Les podemos estar perjudicando y causando daños irreparables si les enseñamos y damos ejemplo de un amor incorrecto, cobarde y conflictivo. No podemos hacer sentir a un niño que sus padres se comportan entre ellos como crueles enemigos que se enfrentan constantemente justificando que esa guerra es por y para el bienestar de los hijos, pues se están equivocando y en ningún caso el fin justificará los medios.

Los progenitores pueden estar separados perfectamente y eso no produce ningún drama, el drama lo creamos nosotros mismos. Está en la actualidad perfectamente normalizado ser hijo de padres separados. Lo que necesita un niño es que sus padres sepan gestionar su relación siendo capaces de mantener el respeto y ofrecer lo mejor de sí mismos a los hijos, que tienen que sentirse queridos y no el motivo de conflicto y discordia familiar.

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