
El sentido de la soledad
Columna de opinión por Federico de Sánchez
Viajar desde nuestros límites corporales y terrenales hasta los límites del infinito de la realidad que todo lo abarca y comprende. Sentir la carne desde el espíritu, vivir como si fuéramos eternos en el eterno presente de la vida, de la energía y del amor.
Soledad, mi soledad, mi eterna amiga, dulce compañera que evocas sentimientos de frescura y hermosura…Soledad, mi soledad, mi triste, enigmática e inquietante figura espectral que envuelves de melancolía la fragancia de mis días… Soledad, mi soledad, apacible, dulce y cálida señora que manifiestas con tu presencia la realidad más profunda de mis pensamientos, reflexiones y vivencias…Soledad, mi soledad, mi más encarnizada enemiga que me arrastras hacia el caos del vacío de las nadas de mi alma…Soledad, mi soledad, que con tu sola presencia llenas los espacios más sublimes de mi existencia…Soledad, mi soledad, para ti, por ti y contigo vivo la realidad más profunda y penetrante de mi existencia…
Soledad implica dualidad, recorrido opuesto, vivencia cotidiana, sentimiento y experiencia personal; como bien diría Víctor Hugo, “el infierno está todo en esta palabra: Soledad”. Caminemos, sumergiéndonos en el inmenso bosque de la vida, de nuestra vida y vivamos la soledad en compañía de todos nuestros amigos y hermanos: la humanidad.

Propongo una apuesta: trascender lo objetivo, lo fenoménico, lo medible y cuantificable, lo que es sinónimo de ciencia, para vivir la vida…y trascender la vida para vivir la experiencia…y sentir la magia de la vida, la magia de mi vida, de tu vida, en cada instante, desde el presente hasta la eternidad de mis silencios y sensaciones cotidianas.
Por mi parte, desearía que mi soledad fuera un instante de plenitud; que mi soledad –como afirmaba Schopenhauer- fuera la suerte de todos los espíritus excelentes, siendo mi esencia la fuente eterna de la vida, transmitiendo cordura a la locura del vacío de una vida vivida en soledad impuesta por el triste destino de la sin vida.
Decía bien Aristóteles cuando afirmaba que el hombre solitario es una bestia o un dios; desde este planteamiento triste, oscuro y carente de esperanza, que en muchas ocasiones representa la soledad de la vida humana, la soledad del corazón y la soledad del alma. Pero no todo es tan triste y desgarrador…¡tan humano!
En este preciso momento, viene a mi conciencia las dulces palabras de Teresa de Jesús:
Nada te turbe,
nada te espante;
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza.
Quién a Dios tiene
nada le falta.
Sólo Dios basta.
Palabras que sirven para reconfortar mi ánimo. No todo es confuso cuando aparece la dama del olvido. Siempre está la esperanza de lo inesperado, lo desconocido de lo conocido, lo que está por sorprendernos. Si nos abrimos a la vida -tú lo sabes bien- siempre es posible la sorpresa, lo novedoso y fascinante: lo humano.

Mi soledad es profunda y penetrante, dulce y embriagadora como las heridas que la vida ha ido, generosa y bondadosamente, depositando en mi cuerpo y espíritu. Mi soledad es fascinante, porque en ella construyo, desde ella siento más mi condición mortal y anhelo la plenitud de mi alma. Mi soledad es mi compañera y guía, aunque en multitud de ocasiones desee ahogarla con el ruido y agitación externo de la vida. Mi soledad es mi amiga, aunque pretenda no reconocerla como compañera y maestra. Mi soledad es la fuente de la vida de mi alma, que mana sin cesar, cual copiosa catarata de agua fresca y vigorosa.
Lector, compañero de viaje, permite que por unos instantes me transporte de la prosa a la poesía y recite desde “mis adentros”:
Por toda hermosura
nunca yo me perderé
sino por un no sé qué EL SENTIDO DE LA SOLEDAD
que se alcanza por ventura.
Qué bien sabía –sí, sabía- Juan de la Cruz llenar esos huecos de soledad de la vida, del día a día. Cuando me siento más en soledad, leo a Juan de la Cruz, vivo la experiencia de la vida hasta saborear la última gota del cáliz de la plenitud auténtica y verdadera de la realidad, de lo cotidiano y usual, de lo que es común a todos. Por eso nunca estoy completamente solo, siempre voy acompañado del recuerdo y la ensoñación de estar lúcido y oníricamente despierto; sí, sueño y consciencia, fantasía y realidad son pilares de mi andadura por este valle de vida y muerte que llamamos existencia. ¿Por qué no aprovechas esos “tiempos muertos” que la vida te facilita para llenarlos con bellas páginas dictadas desde tu corazón? La soledad nunca es soledad cuando se es compartida con la vida, el universo y la esencia…
Soledad, mi soledad. Reviviendo a Unamuno: “Ahora empiezo a meditar lo que he pensado, y a verle el fondo y el alma, y por eso, amo más la soledad, pero aún poco”.
Por unos instantes, ¡hazte un regalo!...permite que la energía del universo propicie el encuentro de dos seres humanos que se expresan en la confianza y seguridad de la palabra, siempre fuente creadora de puentes, que permiten trascender los límites de la propia finitud de nuestra especie. Comprende que, por eso mismo, jamás puedes sentirte en soledad…
La vida, tu corazón y el alma siempre están a tu lado.
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