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Pintura antigua que muestra a dos figuras masculinas en un momento de cercanía, con un fondo verde y detalles dorados.
COLUMNAS

El rédito de la traición

Columna de opinión por José Francisco Roldán

La mayoría de los españoles hemos aprendido que la lealtad y el respeto producen beneficios. La educación diseminada por las aulas y parroquias hispanas, además de regalar enseñanza, trataba de completar y mejorar las lecciones del seno familiar, que suele estar repleto de sentido común. Lo bueno debía protegerse de la influencia de lo malo. Antónimos bien acuñados por cualquier cultura, como amor-odio, verdad-mentira o aceptar-rechazar.

No habrá rincón de la tierra donde falten leyendas o historias relatando actos de felonía, que representan otra cara perversa de la maldad humana. Traicionar consiste en quebrantar la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. En la cultura cristiana aparece Judas Iscariote, el discípulo que delató a Jesús dándole un beso para señalarlo y propiciar su muerte.

Han existido infinidad de renegados y tornadizos, que promovieron descalabros históricos. Efialtes de Tesalia traicionó al rey Leónidas en el paso de las Termópilas. Marco Junio Brutus renegó de su tío Julio César y lo mató. Audax, Ditalco y Minuro se vendieron a los romanos y mataron a Viriato. Don Julián, gobernador de Ceuta, vendió a su primo, Don Rodrigo, último rey visigodo en Hispania. Malinche se alió con Hernán Cortés para traicionar a Moctezuma.

No hay espacio suficiente para relacionar a los más grandes felones de la historia. El último caso conocido en España será recordado como el Tamayazo, en el año 2003. Dos parlamentarios electos de la Asamblea de Madrid se abstuvieron para impedir la investidura de Rafael Simancas, líder de su partido, que iba a ser presidente de la Comunidad madrileña facilitando la victoria de Esperanza Aguirre.

Esa deslealtad supone el transfuguismo en política, que suele ser bastante habitual en nuestros días, donde los acuerdos y compromisos se rompen con enorme facilidad. Tampoco faltan los Mata Hari de turno para desvelar secretos que producen tremendos rotos en la promoción social e institucional. Los que más y mejor comen de las manos públicas pueden causar grandes descalabros, si se compra su voluntad.

Una gran traición fue la de Napoleón invadiendo España con el pretexto que pasar hacia Portugal. En la mayoría de los casos, además de amor y odio, prima la utilidad, beneficio, rendimiento, interés o provecho de un tornadizo. Nuestras referencias bíblicas hablan de las treinta monedas de Judas o el plato de lentejas que cambió Jacob por la primogenitura de su hermano Esaú.

El enorme deterioro democrático de España en los últimos años ha encendido las señales de alarma en la Unión Europea, donde estamos colocados en los primeros lugares de lo peor y últimos en lo mejor. Nos recuerdan que en pobreza infantil acabamos de obtener la medalla de oro.

Las victorias parlamentarias suplantan al sufragio electoral propiciando que ganen el poder los que no lo hacen en las urnas. Es más, las turbias dudas sobre el modo de conseguir papeletas permite temer seriamente por nuestro futuro. Los adeptos de turno aceptarán cualquier sinvergonzonería de los suyos y saltarán estrepitosamente ante la menor sospecha por parte de los opositores.

La calle será de quienes dispongan de más pretorianos enfervorecidos, bien adiestrados en la guerrilla urbana o en el ejercicio de la coacción. No olvidemos las regalías y retribuciones empeñadas en su actividad. Según algunos expertos, España sufre una grave recesión democrática, afectada de conductas traicionando su integridad, equidad y solidaridad.

Lo novedoso es que esa traición ética o legal está protagonizada por quienes detentan el poder, que pagan generosamente los votos que les prestan. Y esos prestamistas reclaman y reciben buenos réditos por deteriorar la gobernanza en ese empeño común, que es España.

Los enemigos interiores, con algunos apoyos externos, venden caro sus favores para independizarse. De ese modo, van logrando pedazos de influencia política e institucional canjeados por quienes desean alargar los beneficios del poder político. Así, ganan tiempo para consolidad un modelo autoritario, que denominan nueva democracia. De esa forma tan ruin siguen pagando muy bien el rédito de la traición.

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